En el último tiempo, diferentes analistas internacionales (incluidos especialistas de FMI y del Banco Mundial) vienen sosteniendo una postura reticente en cuanto al papel del dólar como divisa de intercambio entre países y como divisa de reserva.
El términos generales, se sabe que el dólar como unidad monetaria relativa en la canasta de los Bancos Centrales ha disminuido alrededor de un 30 %.
Lo que ocurre en Estados Unidos es que si bien la devaluación del dólar implica inflación y perjuicio para la sociedad norteamericana, la necesidad de estimular el crecimiento económico hace que una de las políticas del Estado sea la recompra de bonos para mantener lo más bajo posible las tasas, y esto incide de manera directa en el valor de la moneda.
Hace un tiempo que distintos economistas vienen alertando sobre esta posibilidad de pérdida de primacía de la divisa verde, argumentando que la misma se venía debilitando y lo seguiría haciendo, aunque no se encontraba ninguna otra que la reemplazara de igual manera, lo que hacía que se mantuviera de todos modos. En ese contexto, se pensaba en la moneda japonesa y en el Euro como posibles sustitutos.
En el caso de la primera, el problema radicaba en la política monetaria del país en cuanto a devaluaciones como mecanismo para incentivar las exportaciones. En el caso de la segunda, el problema se planteaba en torno a la no liquidez en el mercado de eurobonos, comparado con la liquidez de los bonos estadounidenses y a la carencia de un sistema fiscal unificado.
Sin embargo, en la actualidad, todo parece indicar que quien reemplazará al dólar en un futuro no muy lejano será el Euro.
Como describí en El dinero y una brevísima alusión a la Deuda Externa, el proyecto que no se votó durante las reuniones de posguerra en Bretton Woods cuando se buscaba “reconstruir la economía mundial”, fue el propuesto por John Maynard Keynes, defendido por el Reino Unido en el que se proponía que un “Banco Central Mundial” creado ad hoc para establecer una economía interrelacionada a nivel global contara con una moneda a la que denominarían “Bancor”.
El criterio adoptado para la aprobación del proyecto norteamericano fue el de aquél país que contara con mayor cantidad de oro en sus reservas, lo que indiscutidamente tenía Estados Unidos (un 70 % de las reservas en oro del mundo).
Sin embargo en la década del ´70 E.E. U.U. se embarca en la Guerra de Vietnam financiándola con U$S 500 mil millones que no contaban con ningún respaldo en oro, motivo por el cual Richard Nixon decide devaluar en 1971, incumpliendo unilateralmente el acuerdo.
En el presente E.E. U.U. vuelve a tener una nueva crisis en relación a su moneda, por varias razones que la debilitan no sólo por cuestiones internas, sino también externas como los que presentan los más importantes tenedores de dólares en el mundo.
Por un lado están los países productores de petróleo, cuya comercialización es en dólares y eso les permite acumular reservas.
Por otro lado, China por ejemplo, tiene enormes reservas en dólares americanos, como consecuencia de su superávit comercial con su mayor comprador que es E.E. U.U.
Sin embargo, el debilitamiento del dólar los perjudica igualmente, por lo que trasladar sus reservas al Euro por ejemplo, implicaría perjudicar a E.E. U.U. y por orden transitivo a ellos mismos, de lo que resulta una paradoja sin aparente solución.
Otro indicio del debilitamiento del dólar es la proliferación de cuasimonedas en el país del norte, calculándose que ya hay en circulación más de 10 monedas regionales entre los que pueden mencionarse plenties, ithaca hours, berkshare, cheers entre las más importantes.
El tema ya se está debatiendo muy seriamente en ámbitos académicos, incluyendo la posibilidad de que en reemplazo del dólar no haya una sola moneda sino un abanico de las mismas (Euro, Yuan, Yen), lo que mejoraría las transacciones comerciales en tanto si una de las monedas se desploma como consecuencia de malas administraciones, no arrastra consigo a otros países ajenos a la misma.
Finalmente es posible pensar que en la medida en que otros países como China por ejemplo, sigan avanzando a pasos agigantados, el Tío Sam se las verá cada vez más complicadas para seguir sosteniendo su hegemonía económica mundial, y eso redundará en su moneda.
Nidia G. Osimani