En honor del profuso interés suscitado por este tema apasionante, evidenciado en los interesantes comentarios de varios lectores, este humilde escriba hurgó en su archivo y encontró un material que, a la luz de los actuales acontecimientos, adquieren tremenda vigencia.
Este es un reportaje a Leopoldo Fortunato Galtieri, publicado en Clarín nada menos que el 2 de abril de 1983, justamente el primer aniversario del desembarco argentino en Malvinas. El mismo es un suplemento, redactado por Juan Bautista Tata Yofre, quien durante los días 29 de julio, 11 y 18 de agosto de 1982 buscó respuestas que aún pasados 27 años siguen sin ser atendidas en toda su dimensión.
En el primer día, Yofre intenta desgranar cómo se llegó a elaborar la operación Rosario:
‘’-¿Cuándo se planeó la operación?
-El planeamiento de la operación se ordenó en enero, dentro del mayor secreto, sin conocerse con precisión la fecha a ponerse en ejecución. En esa reunión participaron Vaquero, Lombardo y Plessi. A diferencia de otros ‘’juegos operativos’’ (yo hablé de la ‘’mesa de arena’’ y del ejercicio permanente de planificación de operaciones), les dije que tomaran todos los recaudos pues ésta sería una ‘’operación que se llevaría a cabo’’. Plessi me preguntó cuánto tiempo les daba para armar la operación. Yo respondí que calcularan la toma de Malvinas para alrededor de julio.
-¿Qué hizo que se adelantara la invasión?
-El incidente de Gritvyken.
-Pero ese incidente, ¿no estuvo preparado? ¿No iban en el grupo de civiles algunos militares?
-No, tan solo iban uno o dos hombres de Marina.
-¿Cuándo recuerda usted que se estableció la fecha de la ocupación, el día ‘’D’’?
-La fecha se estableció una semana antes. Pero, de que se concretara la operación dependía de un montón de factores (el tiempo, entre otros) Tanto podía realizarse el 1, el 2 o el 3. La operación se realizó como estaba prevista, todo funcionó a la perfección, como un mecanismo de relojería’’.
El mentado incidente de Gritvyken no es otro que el relatado en un artículo anterior, utilizado como excusa. Recordando en el mismo que el empresario Constantino Davidoff y su empresa chatarrera Georgias del Sur SA, tenía un contrato para desguazar unos antiguos puestos balleneros en Puerto Leith, Strommess y Husvik, en Georgia del Sur, con la firma escocesa Christian Salvesen Co, situada en Edimburgo. Obviamente, tanto el Foreign Office y la embajada británica estaban al corriente de esto. Pero el 23 de marzo, Londres amenazó con desalojar a los chatarreros por la fuerza, decidiendo Thatcher enviar al HMS Endurance para evacuar a Constantino Davidoff y a su gente. Por más que la Junta Militar insistiera con que se ha tratado de una misión puramente civil y comercial, incluso aprobada por la embajada en Buenos Aires, los británicos, atribuían dicha presencia como si se tratara de una fuerza argentina de ocupación. Así, el viernes 26 confusas informaciones británicas daban cuenta que, en vista de “una invasión argentina a las Falkland”, propaladas sobre todo por los sensacionalistas The Sun y de Daily Mirror, la Primer Ministro había decidido como respuesta el envío de una poderosa fuerza aeronaval al Atlántico Sur.
Paradójicamente, los mismos diarios que ahora están agitando vendavales de tinta con tal que el gobierno de Gordon Brown opte por la salida militar.
Tras otro manto de neblinas
Por más que algunos medios y políticos no traten a este tema con la debida importancia que se merece, el mismo posee un valor simbólico de profecía autocumplida. Pues desde el instante mismo de la inconsulta rendición de Mario Benjamín Menéndez, aquel lunes 14 de junio de 1982, que coincidió con el secreto militar británico impuesto por Margaret Thatcher hasta esa misma fecha en 2082, se evidenció que luego de la recaptura de Malvinas seguidamente le tocaría el turno a la Antártida. El continente blanco, con sus ingentes recursos de krill, uranio y petróleo, se yergue ante la voracidad de las compañías explotadoras trasnacionales como la última gran reserva disponible de un ya saqueado planeta.
‘’Circunstancias políticas –tales como la inestabilidad del Medio Oriente, o de Sudáfrica- pueden volver crítica la existencia de determinados elementos y nuevamente los ojos se dirigirán hacia la Antártida o los minerales de los fondos marinos. Lo mismo puede decirse del desarrollo de nuevas técnicas que abaraten los costos.
En suma, la batalla por la región ya ha comenzado con el krill y puede intensificarse, en un plazo mediano, incluso inesperadamente para quien no se haya dispuesto a participar activamente en ella’’. Esto escribió Oscar Marioni, en su libro El Atlántico Sur y la crisis militar, en abril de 1989. Es decir, casi 20 años atrás.
Por lo visto, hace dos décadas atrás se preveía lo que está pasando ahora pero no se hizo nada al respecto, y el devenir de los acontecimientos prosigue devorando a los incautos.
Fernando Paolella