Cierto doctorado en medicina, precursor lejano del doctor Moody mencionado en mi artículo anterior publicado en este periódico, como imaginativo, fue el famoso Hipólito Rivail (1803-1869), pero en otro sentido, el espiritista.

     Fue más conocido por su seudónimo de Allan Kardec, pues según su biografía, conversando con los muertos por boca de los médiums, uno de ellos le reveló que había sido en otra vida un druida celta con ese nombre.

     Con su obra El libro de los espíritus obtuvo un éxito resonante en toda Europa, transformándose en el profeta de la nueva religión: el espiritismo.

     Según los discípulos de este “profeta”, el alma humana posee una tendencia hacia el perfeccionamiento absoluto por medio de una serie de reencarnaciones. Entre cada encarnación, el alma flota en los espacios interplanetarios y se comunica con los vivos que así lo requieran.

     Por supuesto que esto es otro audaz desafío a la doctrina judeocristiana; pero… “hay de todo en la viña del Señor”.

     Los médiums que subyugaron a Kardec, nacieron con el espiritismo y el ocultismo como mediadores entre los vivos y los muertos.

     Hubo médiums famosos como una tal Leonor Piper. Cuando esta señora sometida a prueba por los más eminentes investigadores de los Estados Unidos e Inglaterra durante casi treinta años, entraba en trance, se ponía de manifiesto el espíritu de cierto médico francés de nombre Phinuit. El era  quien contestaba como intermediario a su vez de la médium y los muertos.

     A su vez un escéptico doctor en filosofía y letras llamado Richard Hodgson, trató de desenmascarar a la señora Piper  para convertirse paradójicamente, después de muerto, en un transmisor de mensajes desde el otro mundo por medio de los médiums.

     Otra médium famosa fue Eusapia Palladino, largamente controlada para descartar todo fraude.

     Es sabido que los médiums dejan dudas en los asistentes algo escépticos a las reuniones  espiritistas. El fraude es común en este terreno y son ampliamente conocidas las confesiones posteriores de numerosos médiums. Como ejemplo, tenemos a dos reconocidas médiums a saber: la señora Ulbricht y la señora Valeska Töpfer. Ambas confesaron (la última bajo juramento) ante el tribunal provincial de Dresde cómo habían simulado las apariciones de poltergeist. Una de ellas, la Ulbricht, fue condenada a dos años de prisión por engaño; no obstante lo cual, una vez cumplida la pena fue admitida nuevamente como jefa por el grupo fundado por ella. (Según Albert Freiherr von Schrenck-Notzing: Problemas básicos de la parapsicología, ed. Troquel, Buenos Aires, pág. 119).

     Esto nos da la pauta del convencimiento o de la persistencia de la gente en este tema.

     Por supuesto que no creo en la posibilidad de comunicación con los espíritus de los muertos y atribuyo esta creencia a dos factores: el engaño y la sugestión; incluida la autosugestión del propio médium en algunos casos.

     Leamos lo que dice un especialista en el tema, Alfred Lehmann: “Que los médiums físicos son, sin excepción alguna, prestidigitadores, surge de los numerosos desenmascaramientos. El que tuvo lugar en Cambridge en octubre de 1895, señala un cambio en la historia del espiritismo. Hasta entonces los espiritistas podían señalar con todo derecho que existía un médium físico cuyos éxitos los investigadores no podían declarar como productos del fraude, no obstante todas las medidas de seguridad. Ahora sabemos que un hábil prestidigitador, a pesar de esas medidas, es capaz de burlar durante un tiempo a los observadores más capaces. Con ello todas las manifestaciones físicas perdieron su interés y el espiritismo dejó de ser un problema científico”. (Citado por von Schrenck-Notzing, ob. cit. págs. 126 y 127).

     Una de las pruebas de esto la constituye el hecho de la preferencia de la oscuridad durante las sesiones espiritistas por parte de los médiums. En la penumbra es más fácil realizar los trucos.

     No obstante, ciertos médiums están convencidos de sus dotes, y al entrar en trance se comportan en cierto modo como las pitonisas de la antigüedad. Suelen sufrir tensión en su musculatura y convulsiones; se tornan inquietos y al mismo tiempo ágiles y movedizos y son difíciles de controlar. En el instante en que según los espiritistas se produce el transporte de un objeto, el médium sufre una laxación. Esto se asemeja a los dolores del parto. (Obra citada: pág. 130).

     Pero lo que nos da la pauta de que todo es falsedad o sugestión, es el detalle del desgaste de los médiums. Se sabe, y lo confiesan los mismos espiritistas, que los médiums pierden su efectividad y fracasan en presencia de participantes incrédulos. Esto significa que la sesión tiene éxito cuando hay asistentes sugestionables y creyentes. Cuanto más propicio es el ambiente para crear un clima de expectativa y sugestión, más éxito tienen los médiums, y esto revela a las claras que si no existe fraude, al menos hay sugestión que hace creer a los asistentes que es posible comunicarse los vivos con los muertos y provocar fenómenos paranormales.

     Hubo muchos otros chantas que alentados por el éxito de ventas, escribieron libros sobre otro aspecto de las almas errantes. Entre ellos no podían faltar los  parapsicólogos, una especie de pseudocientíficos que son atraídos por todas las extravagancias del mundo, como los ovnis, las historias de contactos con humanoides extraterrestres, la supuesta percepción extrasensorial (P.E.S), y entre otras cosas con lo relacionado con la muerte.

Ladislao Vadas