Cuando aquellos que somos docentes hacemos las prácticas para dar clases, las indicaciones son precisas: voz clara, modulación óptima, pausas acordes al tema y al grupo (ni mucho ni poco), y no olvidarse nunca de que quien escucha tiene que entender lo que decimos. Nada, pero nada, nada de esto parece haber sido dicho a las integrantes del programa “Hechiceras”.
Están las cuatro tan ocupadas en lucirse que se olvidan de lo que hacen ahí. Se muestran como si fuesen bellas, inteligentes y sagaces. Pero lo que parece que no saben es que eso no se aparenta, se demuestra. Hablan todas juntas, gritan para ganar la cámara (imagino a los pobres camarógrafos yendo de un lado para el otro), no se entiende nada de lo que dicen y encima hay que aguantar que cuando les hacen un primer plano y miran a la cámara con cara de “mirá qué interesante y novedoso lo que digo”. Resumir todo con el término “inaguantable y superficiales” es muy fuerte, pero...
Gisela Marziota, Catalina Dugli, Marcela Coronel y Marina Calabró son las brujas que componen (y descomponen) el programa. Pero tomarlas a todas juntas sería un atropello a la razón ya que cada una tiene perlas imperdibles.
Empecemos por la primera: la impresentable Gisela Marziota. La pseudo periodista apuntó alto: quiso ser periodista de política y tuvo su oportunidad: participó en el programa “Hora clave" con Mariano Grondona. Quiso aplicar el famoso refrán “lo que natura no da, se consigue con palanca”, pero la natura es la natura y salió con los tacones de punta a dar una noticia bomba: Cecilia Bolocco tenía amoríos con Piero. ¿A quién que tenga sólo un mínimo de sentido común (mínimo, mínimo) se le ocurriría decir eso? No sólo porque era falaz, mentira y una pavada más grande que una casa, sino porque ¿quién se imagina a la Bolocco viviendo con el capital que le puede ofrecer Piero? De algunos papelones NO SE VUELVE NUNCA y este le costó oficialmente su lugar en le programa de los domingos. Y digo oficialmente porque el rumor de que era amante de Grondona fue tan fuerte que la misma esposa del acomodatizo abogado la hizo desaparecer del aire. Cuestión, ahí se dio cuenta de que no la daba el piné, pasó al programa de Lanata pelea mediante con María Laura Oliván (qué adversarias eh! Tiemblan los intelectuales) No se sabe muy bien quién ganó, porque además de que ambas se mueren por figurar, no se entendió la pelea. Por supuesto con Lanata no duró mucho. Y fue a parar a dónde debía estar: “Los intocables” y creyó que como panelista insignificante, donde la única vez que adquirió relevancia fue ante la célebre acusación de Gerardo Romano, ya estaba lista. “¡Qué suerte pa´la desgracia!” diría Pepe Biondi.
Obviaremos todos los romances que se le adjudican, desde que empezó el programa, con gente vinculada al canal. Aunque no pierde oportunidad de decir que está sola (y ese dicho aparece con anzuelo incluido).
Marina Calabró es licenciada en Ciencias Políticas. Pero bueno, uno hace lo que puede y ella puede esto. No hablo de los programas de espectáculos o chimentos que son mis preferidos, sino de esto que hace y así como lo hace. Pasó antes por uno de los programas de Mauro Viale (¡) y por “Yo amo a la TV”, programa en el cual acusó a su compañero Guillermo Blanc por acoso sexual. La denuncia fue muy seria, al poco tiempo estaba trabajando nuevamente en el programa. ¿Qué pasó querida?, ¿es difícil adquirir protagonismo por mérito propio, no? Y sí, ya lo vemos día a día. Para tener protagonismo hay dos caminos: las condiciones naturales o el escándalo. Resumiendo, la licenciada no sólo no aporta sus conocimientos en el programa, sino que no aporta nada más que risas, gritos y comentarios penosos.
Marcela Coronel es una persona que logra ponerme particularmente nerviosa. ¿Sabe que existen fonoaudiólogos?, ¿que debe abrir la boca para hablar?, ¿y que una comunicadora social debe modular para ser entendida? Después de su casamiento anunció su partida de la TV, pero ya vemos (y sufrimos) que no cumplió. Esta integrante del programa tiene experiencia indiscutible en programas de chimentos. Ya trabajó con Jorge Rial (ése que de los maltratos de Lucho Avilés en sus comienzos pasó a la pérdida total de valores éticos y morales) y supo que el que “no grita no habla” por eso habla antes de que terminen de hacerlo los invitados. Se cree muy sagaz cuando hace esos imbéciles aportes que no le interesan a nadie y todo lo que dice lo hace con lo que ella, a juzgar por las apariencias, cree que es una sonrisa simpática y cómplice, pero que no hace más que exasperar. A pocos días de comenzar el programa se enfrentaron ella y Marziotta, no se podían ver. Claro! que como es obsecuente, siempre le da la razón a sus jefes y no tiene criterio propio, obedeció la orden de tapar el encontronazo.
Catalina Dugli tiene una importante trayectoria en el canal y me da como pena. Le encanta el glamour de Hollywood y desde siempre cree que está a la altura de este (porque para los seguidores del espectáculo, Hollywood es Hollywood) Es la enviada especial a la hora de hacerle notas a personajes tan deseables como Tom Cruz y Bradd Pitt (no voy a esconder mi envidia), pero a la pobre, por más esfuerzos que hace, la entrevista le queda grande. Pregunta sólo lo que tiene por libreto y no accede a nadie si no es en esa época en que los actores están fastidiosos pues le tienen que dar entrevistas a todos lo medios del mundo para promocionar la película en cuestión. Así la entrevistadora no hace nada, ellos ríen porque tienen que reír, contestan sin siquiera mirarla, porque ya saben lo que tiene que decir y cuando ella hace referencia a la Argentina quiere mal disimular que sus entrevistados no tienen la menor idea de lo que está hablando. Catalina no viene de la escuela del grito porque para estar en Hollywood hay que tener clase y eso es lo que intenta. ¡Pero acá estamos en Argentina, tocaya mía! Podés perder la compostura.
“Hechiceras del espectáculo” cuenta con un rating muy bajito. Además de que promociona todos los programas del 13, ¿para qué más está este espacio en el canal? A no ser que en una postura paranoica piense que sólo lo hacen para molestarme a mí.