Hay que reconocer que no es sencillo saber por qué programas como Los Roldán, o en su momento Resistiré, tienen tanto éxito. Del primero por ahora no hablaré ya que no fui capaz de soportar ni cinco minutos tanto grotesco junto. Del segundo me cansó ver a todos en pose de divos (además elegí a los galanes maduros Arnaldo André y Antonio Grimau en Soy gitano, los novatitos haciendo de hombres que la tienen clara me causan gracia).
Pero por suerte parece que está claro que algunas conductoras no tiene ni carisma, ni feeling y ni siquiera tienen idea de cómo se lleva adelante un programa de una hora.
Y eso es percibido por el gran público.
Desde hace años y años vemos en la pantalla a la actriz Georgina Barbarrossa tratando de conducir un programa de interés general mezcla de “Mucho gusto” y programa de actualidad. Durante algún tiempo (demasiado prolongado para mi gusto) su histrionismo tuvo cautivo a un número más o menos aceptable de público. La actriz (?) representaba cada tarde en la televisión a una conductora que reunía charlatanes astrólogos, figuritas de espectáculos venidas a menos y daba interesantísimos consejos a las amas de casa. Hasta ahí, qué sé yo, estaba bien, más no se le podía pedir. El problema fue cuando decidió abandonar la actuación e intentar mostrarse “fresca”. Gran equivocación, si las hay. Estando en Canal 9 comenzó a hacer un programa que intentaba comprometerse con la realidad social. Así hizo desfilar por el estudio a diversas personas que sufrían en serio y los trataba como a las cholulas del espectáculo. Se rodeó para ello de acompañantes sumamente capaces: Marcelo Medina (el Teto) y Mariano Iúdica. Porque para hacer algo serio hay que reunir a gente seria y que sepa.
Y así hablaban y disertaban sobre los problemas sociales. Como dice mi tío Gotardo (les juro que se llama así): "¡Mi Dios!". Pero no sólo eso, Georgina Barbarrosa trataba de esconderdetrás de la actriz a su propia (mal disimulada) agresividad. La (intento de) conductora no puede esconder su mal humor, su intolerancia y su desagrado cada vez que algo o alguien no le cae en gracia.
Claro que el problema de una persona que no siempre está muy lúcida es saber cuál es el criterio. Y así fracasó y pasó a Canal 13 para irse al poco tiempo. Ahora intenta en el canal estatal, pero ni allí lo logra. Mirá que hay malos programas eh!. La “gorda” hace gimnasia, entrevista a figuritas, da consejos y cocina, pero no hay caso. La gente se da cuenta de la clara incapacidad que tiene. Tal vez si dejase de gritar y de moverse torpemente, le iría mejor.
Pero Georgina no está sola. Apareció en escena la “conductriz” María del Carmen Valenzuela. Con ese estilo tan particular (que en el barrio lo caracterizamos con la frase “qué hashé, papá” y ensayamos una palmada que empuja al que la recibe) se va desenvolviendo la otra actriz. Habla con el público o con sus interlocutores presentes en el estudio intentando decir las cosas con alegría, simpatía y suavemente, pero le aflora el imperativo por todos lados y cada cosa que dice la emite con un tono un poco alto y dando firmemente la orden. Eso sí, trata temas interesantísimos. Por ejemplo el otro día habló largamente sobre el uso del sombrero “porque cada vez se va a más hombres y mujeres con sombrero”. Para mí que se confundieron con el casamiento del príncipe de España.
Las actrices están acostumbradas a libretos y, cuando se los sacan, pocas tienen algo que decir. Podríamos nombrar a China Zorrilla, a Lidia Lamaison y pará de contar. En un programa de este estilo hay que moverse con soltura, tener la capacidad de improvisar, saber qué y cómo decirlo, no olvidarse que el programa no es "de" ni "para" ellas, sino para quien lo mira y, sobre todo, hay que tener estilo.
No basta con mirar a la cámara y decirle a la mujer que debe quererse y pensar en ella (imagino allí a las madres con varios hijos, que trabajan todo el día y que llegan a la casa a comenzar la tarea deméstica) Mariquita no nació decididamente para hacer entrevistas ni para llevar adelante un programa (todavía dudo que haya nacido para actuar).
Tal como se autodenominó “conductriz” queda claro que no es nada, porque no es una combinación de ambas cosas (las combinaciones de palabras dan como resultado otra palabra con sentido) sino una mezcla como el agua y el aceite que no da nada como resultado, sino que son dos cosas están incompletas.