Medida en el
olvido de su tórrido pasado, cruzó la cordillera en la esponjosa fama de la
piel sobre el escaparate, el cuerpo adolescente que fue oficio de sus noches y
mañanas, llegó a Santiago de Chile, como el hilillo descolgado del Mapocho,
sin el brioso cauce, Qué fue deste río profundo, remolino, torbellino de un
indisimulado gozo, que se fizo la infanta
Mesalina P., que lo probó todo,
como si fuera una fiebre sobre las sábanas. Un Santiago gris, apagado por el
smog, pero más salvaje en el sexo virtual, recibió a esta siciliana, que abrió
su isla y playa, el fruto de su carne, al uomo sapiens, al uomo fálico.
Flotó en la atmósfera la pregunta después de sus
declaraciones en Buenos Aires, que fue de esas noches, aquestos caballeros, esos
Don Juanes de doradas, húmedas sábanas, que se fisieron, Oh, Señora?. La
memoria es la reina del olvido. Una patinadora en que el hielo es el paisaje que
alumbra el atardecer veneciano, escarcha de un frío corazón que sólo atina al
giro sobre la inmóvil pista blanca como el azúcar, la leche materna, el sueño
sobre la nieve, la bata de la enfermera, la blanca paloma que vuela en la
infancia sobre la plaza.
Melissa, querida, el cielo es el reino de los arrepentidos.
Quieres volver a cero kilómetro después de rodar y rodar, en un cuerpo a
cuerpo, luchas de épocas bíblicas, gestos romanos, divina criatura, cómo
calmar las carnes después de una maratón, donde la piel
se estira en los exactos 42 kilómetros a plena luz de la carretera,
sobre la Vía Apia. Se recicla el tiempo como un rodaje de Fellini, el cuerpo
por delante, frívolo manjar, un día de columnas griegas, de falo romano, de
trompetas napolitanas, el tiempo vacío, intacto, la provincia húmeda, desolada
al alba, dormida en el fragor de la batalla, cálido tiempo, suave camino de
seda. Entre la nieve y la espuma, la alfombra y el trigal, la mañana gris,
desplomada, el mediodía de botas, la calzada en el ritmo asfaltado, cita de
sonrisas y manos, juego de villanos, la paloma vuela sobre la cornisa porque ahí
está su nido.
Melissa Panarello, una isla en el diminuto mar de su corazón
huracanado, cuya tempestad dice ella, llegó a puerto, después de una larga
travesía, y bien sudada jornada. Lo que el tiempo se llevó, ya fue,
ha dicho en Buenos Aires y recalcado en Santiago. A clavo pasado, solo se
le siente el gusto y la punzada.
Las cepilladas de Melissa han quedado atrás. La guerrera
reposa después de las batallas. Cedió su plaza mil veces, pero considera que
fue suficiente dormir con el enemigo. Ha llegado la hora que el pan se queme
antes de entrar al horno. ¿Ha renunciado al placer Melissa? ¿O se cepilló más
de la cuenta? No sabemos, pero el infierno está plagado de arrepentidos. Ella
se confesó a una revista chilena,
sobre esta nueva etapa alejada del placer, una especie de limbo eroticus. Y aún
así, un inefable periodista chileno la calificó de “ninfómana”, cuando
Melissa venía vestida de atuendos propios de un convento, alejada del mundanal
ruido, del altar de su propia gloria, un pasado de llamas convertido en cenizas.
El animador del programa Coyote,
el antofagastino autor de El Entusiasmo y Desnudo en el tejado, Antonio
Skármeta, se escandalizó, quedó, dijo, “con un sabor algo extraño”. ¿La
probó? La encontró sólida, en verdad algo hubo más allá de las preguntas.
No sabemos. Aunque notamos que el autor ha
perdido el entusiasmo, inclusive esa agresividad que le conocimos, desnudo en el
tejado. Hoy se nos presenta en un timorato lenguaje casi clerical, cuando nos
dice: “es chocante ver a una chica contando experiencias tan poco
ortodoxas”. La verdad es que no rompe el molde Melissa, porque hay mucha
historia en este arte, como para sorprendernos de cepilladas más o menos.
“Padre Antonio”. pero para qué nos sirve la ortodoxia del neoliberalismo a
estas alturas?. Tanto dogma, es igual a más inequidad. Abajo las ortodoxias y
que vivan las cepilladas.
Y como siempre, las contradicciones afloraran en este tipo de
análisis cavernoso. Le parece inofensivo el título, casi de una peluquera, más
que de una sofisticada autora. Pasará, nos quiere advertir cierta crítica,
como un Mare Nostrum de coitus, soplados desde el caracol de la vida.
Rolando Gabrielli
P.D.
El sexo es
noticia desde el Paraíso. Adán y Eva, pusieron los primeros cuerpos. Piel
sobre piel, se construyó el edificio, más allá del primer jardín del mundo.
La atracción de los cuerpos, el hombre se multiplica sobre la tierra, ningún
pecado resultará más aceptado que el original. En la soledad de las cavernas,
origen de la felicidad y del nuevo hombre, en las paredes de la hembra, se
erigirá la nueva vida. La literatura, el arte, recogerán los gestos más íntimos
de los cuerpos. La sombra y el volumen sobre el espejo, la mirada que lo
proyecta, el silencio que la conserva y restaura, pero nunca el olvido. La
palabra fue tan lejos y tan cerca
como los cuerpos mismos. Nada le es ajeno al verbo y a la carne. Dejemos que el
tranvía sea un deseo inacabado, la línea, el camino, una ruta que dos cuerpos
bifurcan para encontrarse, una y otra vez. La palabra pareciera abecedario sobre
la piel y viceversa, los cuerpos hablan un mismo lenguaje de Babel adivinada.
Estas tres notas sobre el libro de Melissa P. (Panarello),
intitulado: Cien cepilladas antes de ir a dormir.
son notas de época, escritas en el menú mediático, a la marcha de los
tiempos, en el pasillo volandero de la palabra, empujando atmósferas, sueños,
imaginando el choque inevitable de un par de ombligos que desafían las esferas
aceradas del universo. Desde luego, son nuestros tiempos, despiadadamente frívolos,
banales, escalofriantemente inútiles, hábilmente idiotizados. El cuerpo recoge
su propio cadáver y lo sienta a ver televisión, porque en la noche lo exhibirá
en una pasarela.
Melissa untó todas sus mieles y se dejó llevar por el tobogán.
Esa fue su primera fase, volada en Sade, Muller, en su propio piso vaginal. Una
larga y completa jornada, escribió su historia con el cuerpo. Y todo acto se
tradujo en un libro, sus experiencias eróticas de adolescente. El mito de una
nueva Lolita. El boom editorial. Cuando se unen el comercio de la carne con el
del papel, es fuego lo que podemos tener ante los ojos y la imaginación, en un
mundo ya trabajado para el vodevil del espanto. Un millón de ejemplares sólo
en Italia. Traducciones. 30 mil ejemplares al inicio en España. Cierre de la
feria Internacional del Libro en Argentina. Una visita luego a Chile. Recién
cumplidos 18 años. Sin antecedente literario alguno. Y sus primeras
declaraciones post éxito, fue renegar del cuerpo del delito. De una adolescente
lubricada en los aceites del sexo, contemplamos
a una pequeña jovencita recatada, austera, olvidada de esos pasajes de
Bocaccio, concentrada en una nueva vida, lejos del laberinto fálico, serena
entre campanas otoñales. Adiós a las sábanas, nos dice Melissa, confesional
en la palabra, pero ya no en los cuerpos. No siente placer ahora, ha dicho,
solemne, olvidada. Fue dueña, eso sí, de sus orgasmos y lágrimas. Rabioso
juguete el sexo. Lo cierto es que Melissa volvió casi medio siglo después que
la Lolita de Nabokov, con la inocencia y fragilidad de una gimnasta olímpica.