No es un secreto que Milton Friedman (burgués, neoliberal, conservador) junto con Arnold Harverger, fue uno de los productores de los “Chicago Boys”, expresión acuñada en la década de los ´70 para definir a los economistas graduados en la Universidad de Chicago, perfectamente programados para asesorar en la implementación de políticas macro que redundaron en tantas calamidades, sobre todo en Latinoamérica.

Friedman, defensor del libre mercado y el monetarismo, fue uno de los reformuladores de la “Teoría general del consumidor”.

Desde la década de los cincuenta, su objetivo estaba centrado en defenestrar la concepción de posguerra, la misma que sostuvo al capitalismo luego de la crisis de 1929 con la irrupción de un Estado intervencionista.

El estructuralismo fue la línea directriz de las políticas de instituciones creadas ad hoc luego de la 2da. Guerra mundial con puntuales objetivos, como el FMI por ejemplo, y la labor de Friedman fue promover la desarticulación de la hegemonía estatal en torno al control de la oferta monetaria, postulando su “monetarismo”.

Con el tiempo, sus ideas fueron calando en gobiernos como el de los EE UU entre 1981 y 1989, el de Gran Bretaña entre 1979 y 1990, Chile y Argentina en la década de los ´70, etc.

Hacia fines de la década del ´60, el capitalismo más acendrado se apoyó en la Tesis de Friedman (La tasa natural de desempleo) y otros estudios similares, para promover y llevar a cabo políticas de ajuste que justificaran el incremento de utilidades del sector empresarial en detrimento del avance social que estaba cobrando fuerza a nivel global, con algunas puntuales excepciones.

El “Monetarismo” fue el centro de la política macroeconómica de la dictadura militar implantada en la Argentina en 1976, cuyos exponentes locales fueron básicamente José Alfredo Martínez de Hoz y Adolfo Diz.

En la década menemista la segunda parte de la película se proyectó con Domingo Cavallo, Pedro Pou, Roque Fernández, entre otros. Privatizaciones, desmantelamiento del Estado-nación, flexibilidad de las normas laborales en la destrucción absoluta de los derechos alcanzados por la clase trabajadora, incremento de las clases pobres, descenso de las clases medias hacia las clases bajas, ajustes, ajustes y más ajuste en el marco del “libre mercado” fueron las premisas que sustentaron la continuación del Plan. Ah!, si!, Cavallo era un “Harvard”, Fernández un UCEMA, réplica del norte, en fin, lo mismo acá que allá y “solapadamente” ahora también están en el gobierno “progre” actual.

Pero volviendo al relato, Friedman estaba a favor de las privatizaciones, la “legalización” de las drogas, se oponía a la educación pública, libre y gratuita “porque esto” (decía) “conduce al socialismo que tanto mal ha hecho al sector empresarial como motor de las economías regionales”. Friedman creía asimismo firmemente que el Estado no debía otorgar ningún certificado habilitante, sea éste el de un profesional universitario o un carnet de conducir.

La teoría general del consumo dicho de manera muy resumida, establecía una relación entre el incremento de los ingresos y el gasto, donde éste último crecería en menor proporción que el primero. Esto constituía la base del “multiplicador”, donde un incremento en los gastos autónomos sería el promotor de un incremento sustancial en la demanda agregada, generando así el equilibro de la función de consumo.

Pero al parecer, esto no resultó ser tan así como quedó planteado, por lo que Friedman planteó que son las expectativas del consumidor en torno a sus ingresos a largo plazo (ingresos constantes), son las que ajustan su consumo, sin importar las alteraciones temporales en los ingresos corrientes.

Pero suele ocurrir, la teoría y la práctica tienen ruta propia, por lo que los efectos reales no fueron los esperados, esto es, que sí se cumple la ley en cuanto al incremento de los artículos suntuarios por parte de las clases de mayor poder adquisitivo, pero no así en relación al consumo de los sectores bajos y sus consumos de productos básicos, donde la ley es que estos sectores pierden paulatinamente su poder de compra, ergo, el consumo se altera, ergo, hay desequilibrio de la función consumo, y en lugar de conducir esto a la “deflación” (hipótesis de la teoría monetarista), conduce a la inflación y el desempleo.

Además, como si esto fuera poco y por el mismo precio, si esta fórmula es aplicada sobre una burbuja financiera, una economía sin respaldo, sobre la cual no puede predecirse mucho, y la especulación infaltable en estos casos, el panorama no es para nada alentador.

Para los liberales, “la mano invisible” regula el mercado, hay que dejar hacer, el mercado se regula solo. Bien, pero esto lo aplican para el tercer mundo, porque en el primero sus políticas son las de inyecciones de grandes volúmenes de dinero para reactivar el consumo y frenar la caída de la relación oferta-demanda, baja presión tributaria, subsidian sus producciones agrícolas, implementan medidas proteccionistas, en fin, todo al revés de lo que proclaman e inducen a aplicar en las economías subdesarrolladas.

Las teorías de Friedman y sus efectos dominó, fueron las responsables directas del incremento exponencial de la pobreza global. Su “shock económico”, sustentado en la política liberal de privatizar todo, no subsidiar nada, apertura casi indiscriminada a las importaciones para que destruyan las industrias locales, modificaciones a la normativa fundamental de los Bancos Centrales para anclarlos al FMI, altas tasas de interés, fuerte presión tributaria, es decir, todas las medidas que destruyeron a varios países entre los que encontramos a la Argentina.

En fin, brillante el Premio Nobel, ¿no?, sobre todo geniales quienes siguieron sus consejos y siguen sosteniendo que era “un gurú”.

Nidia G. Osimani