No será la aguardentosa voz de José Gómez Fuentes, aquel periodista que repetía como loro desde la pantalla de la televisión pública el lacerante latiguillo "estamos ganando" en tiempos de Malvinas, pero el concepto se le parece mucho. Quizás no tanto en la gravedad que imponía una guerra que hicieron los militares en nombre de la soberanía, pero sí en los métodos de difusión que ha empleado el kirchnerismo en pleno durante los últimos días para mostrarse activo y mantener alta la moral de la tropa, aunque para destilar triunfalismo haya que retorcer la realidad y se corra el riesgo de subestimar a quienes reciben los mensajes.
El canje de la deuda, el caso Venezuela, el ajuste de las jubilaciones mínimas, las lecciones de economía sobre el modelo argentino que la Presidenta ha desparramado a nivel global, la Ley de Medios y cuanta pelota le ha quedado picando frente al arco al oficialismo, todos estos casos han seguido un mismo patrón por parte del Gobierno: atribuirse los eventuales logros, negar cualquier posibilidad de error y, en paralelo, destilar un rosario de descalificaciones hacia quienes observan la situación con otro prisma. En este último aspecto, los cañones del desprestigio no han dejado de apuntar hacia la oposición y hacia el periodismo crítico.
Desde ya, que Néstor Kirchner en persona es el adalid de esta metodología de enredar las situaciones para mostrar lo negro como blanco o para decir medias verdades y, para muestra, bastan los dos discursos que hizo el viernes en Neuquén, donde a cada tema que fue planteando le encontró sólo aristas positivas ancladas ahora en un discurso de cuño desarrollista. Y en aquellas situaciones donde no las pudo reflejar, terminó echándole la culpa a las fuerzas de la antipatria, otro de los puntos en común con aquellas proclamas de 1982.
Pero, además, las situaciones que suele sacar el Gobierno de la manga para insuflar esperanzas generalmente se plantean como fruto de contradicciones flagrantes y, para muestra, basta sólo con marcar la rabia oficial porque la Cámara de Diputados bochó con una media sanción los superpoderes que el Ejecutivo quiere seguir manteniendo para asignar partidas a su antojo, dispensa que en su momento le hizo el Congreso, inclusive vulnerando lo que manda el artículo 29 de la Constitución Nacional. Lo primero que sugirió Kirchner fue un veto presidencial, a partir de los palos en la rueda que dice que le pone la oposición al Gobierno, mientras que por otro lado el discurso oficial dispara a cada rato que se vive en la bonanza y, va de suyo, entonces, que la economía bajo el actual modelo no debería necesitar de reglas extraordinarias como es una delegación de facultades.
Canje
En la misma línea de forzar los argumentos, Cristina Fernández habló de "desendeudamiento" a la hora de anunciar los resultados del canje de deuda, sin reparar que a la fecha la Argentina debe más dinero que a fines de 2003, cuando su esposo asumió como Presidente. Pero como los yerros no interesan en el universo kirchnerista si lo que se propala sirve positivamente al marketing, el cierre del canje fue presentado como un gran triunfo, pese a que objetivamente se pueden resaltar también algunos aspectos negativos del mismo.
En primer lugar, con la adhesión recogida es verdad que se ha llegado a superar 90 por ciento de aceptación, en cuanto a la deuda originalmente defaulteada, pero eso no significa que los que se quedaron afuera se van a quedar definitivamente cruzados de brazos, por lo cual al menos parece exagerado decir que se salió del todo del problema. Si bien este punto es opinable, ya que en el sector privado hay jueces que homologan concursos con aun menos de ese porcentaje, lo verdaderamente preocupante son los efectos de la eventual salida de un problema tan espinoso. O, mejor dicho, los "no efectos".
Se supone que un país que arregla su deuda y que muestra voluntad de pago, que crecerá este año a una velocidad crucero de 7 por ciento anual y que además tiene números fiscales deteriorados pero aún gobernables, tendría que calificar mejor para el resto del mundo y no sólo se le deberían abrir los mercados, sino que los fondos deberían ingresar a tasas lógicas, menores a 10 por ciento anual, una barrera que el mismo Gobierno se ha autoimpuesto.
Sin embargo, nada de esto ha ocurrido y muchos piensan que no habrá de ocurrir, lo que deja margen para pensar que hay otras cosas que ponen al resto del mundo en guardia frente a la Argentina. Por ejemplo, el gran Frankestein de la Administración, que es el INDEC, tema sobre el cual nadie pía desde las esferas oficiales.
En Toronto, la Presidenta se acaba de sentar en una mesa con 19 jefes de Estado en falta extrema, ya que en dos ocasiones previas al menos, se le pidió a los países del G-20 que den cabida a los monitoreos anuales del Fondo Monetario, para cotejar cifras entre todos. En el Club, el único socio que no acató la sugerencia fue la Argentina, ya que sabe que apenas se aparezca por aquí el FMI se meterá en el INDEC, aunque seguramente debido a los graves problemas internacionales, quizás esta vez no haya sido el momento para el tirón de orejas. Aunque como esa auditoría también es necesaria para entrar en negociaciones con el Club de París, en algún momento habrá de suceder.
Jubilados
Si las estadísticas son el gran divorcio que la Argentina tiene con la comunidad internacional, el mundo de las tinieblas también se replica en la ANSeS. Allí, el Fondo de Garantía de Sustentabilidad, que está en los $ 150 mil millones, sólo sirve para generar operaciones crediticias o de financiamiento al Tesoro. Lo cierto es que la definición de ese Fondo es que no se va a utilizar para mejorar los haberes de los jubilados, ya que su rol es el de "procurar contribuir, con la aplicación de sus recursos, al desarrollo sustentable de la economía nacional", por lo que la aparición de proyectos de ley que buscan elevar el mínimo jubilatorio de 895,15 pesos, el mismo haber que cobra 75 por ciento de los pasivos, hasta alcanzar 1.380 pesos, es decir 82 por ciento del Salario Mínimo de un trabajador en actividad, provocó una catarata de recriminaciones de parte del Gobierno, que se sintió corrido por izquierda.
El mismo Kirchner salió a decir que "a todos nos gustaría que se pudiera implementar, pero le costaría (al Estado) 145 mil millones de pesos al año, 5 mil millones menos que todo el Fondo de Sustentabilidad de la ANSeS". Pero más allá de que el cálculo es estrambótico, lo real es que la plata no está, ya hay préstamos al Estado por 90 mil millones de pesos, con lo cual el reparo del ex Presidente tiene como fundamento que no todo es oro lo que reluce, mientras pretende encubrir que la Tesorería disimula sus problemas de falta de crédito con la plata de los jubilados o, llevado al extremo, que está pagando la deuda pública con ese mismo dinero.
El caso Venezula
Este mismo procedimiento de afirmar y negar cosas que se oponen entre sí y "recíprocamente se destruyen", tal como dice el Diccionario a la hora de definir la palabra "contradicción", ha empañado la asunción del nuevo canciller, Héctor Timerman quien, por diferenciarse de su antecesor, Jorge Taiana y por mostrarse activo militante, terminó derrapando en el caso Venezuela arrastrado por Julio De Vido, a partir de la actuación de su hoy subordinado, el embajador Eduardo Sadous.
Antes de su asunción, Timerman había anticipado que le iba a recordar a Sadous que si revelaba información clasificada ante los diputados de la Comisión de Relaciones Exteriores estaría cometiendo un delito, lo que fue interpretado por la oposición como una suerte de apriete. Sin embargo, un día después, y a través de un Comunicado, el nuevo canciller señaló que permitiría la declaración en el Congreso en una sesión confidencial, debido a que confiaba en las responsabilidades de quien era funcionario del Cuerpo Permanente del Servicio Exterior de la Nación mientras que, a la vez, le pidió a los legisladores no usar la exposición con fines partidarios, debido a que se estaba tratando un tema de repercusión internacional. Además, en declaraciones radiales, negó enfáticamente la existencia de una "embajada paralela" en Caracas.
Sin embargo, esta salida a la cancha con el pie derecho, se comenzó a desdibujar cuando, tras la visita del diplomático a la Cámara los diarios titularon con el meollo, los dimes y los diretes de la reunión, aunque trascendió que el ex embajador sólo se había referido a lo que había tomado estado público por sus declaraciones en la Justicia. Nada molestó más al Gobierno que la palabra "Kirchner" apareciese en un titular del diario Clarín, como responsable máximo de lo que había ocurrido en Venezuela.
Entonces, una catarata de insultos partió desde el Jefe de Gabinete, desde el propio Kirchner y desde las usinas adictas, dirigidas hacia el CEO de Clarín, Héctor Magnetto. El propio Timerman no se pudo sustraer a la cuestión y de modo más elegante planteó que la postura de Magnetto era "destituyente" y a través de un pedido oficial, ahora sin importarle si era o no lesivo para los intereses argentinos, le pidió al titular de la Cámara de Diputados que levantara la interdicción del "secreto" en relación a la reunión y que dé a conocer la versión taquigráfica de la misma.
La nota de Timerman fue al presidente de la Cámara, Eduardo Fellner, y de éste a Alfredo Atanasof, titular de la Comisión, quien dijo no estar seguro si hay que levantar el carácter confidencial debido a que, aunque se ha demostrado que no hubo ningún secreto, debería ser un reaseguro para futuros declarantes. Al menos tres fuentes que estuvieron presentes en la reunión le dijeron a DyN que, efectivamente, Néstor Kirchner fue mencionado por el ex embajador como quien puso en marcha todo el operativo comercial con Venezuela, lo que no es extraño porque el presidente de la Nación es el responsable de las Relaciones Exteriores.
Pero hubo más en materia de contradicciones, ya que a De Vido lo apuraron en una declaración radial y dijo textualmente sobre Sadous que "si hablan del trabajo que tuvimos que hacer y que él no hizo porque estaba de cóctel en cóctel, de copetín en copetín, aceptamos lo de la embajada paralela". Todo un galimatías la palabra "aceptamos", que se enlaza con la presencia del embajador paralelo, Claudio Uberti, y con la valija de Guido Antonini Wilson, cuyos dólares, según el venezolano, venían para la campaña presidencial de 2007.
Tanta hojarasca política, que es la contracara de la hasta ahora sonrisa mundialista, para algunos no representa nada más ni nada menos que un modo de encubrir el aniversario menos querido para los Kirchner. No sea cosa que a alguno se le ocurra hablar del 28 de junio de hace un año.
Hugo E. Grimaldi
DyN