Parecería que existe una creencia clásica, de que hay una sola manera de investigar, analizar, interpretar y arribar a conclusiones en el marco científico.
Suele entenderse como “científicamente comprobable” algo que sometido a la metodología de la investigación arroja resultados en apariencia “irrefutablemente positivos” sin entrar a considerar qué factores subjetivos del observador o conjunto de observadores tales como una determinada orientación política, religiosa, cultural, etc., lo hacen llegar a esas conclusiones y no a otras.
El racionalista-positivista tiene su propio esquema mental bidimensional que a él le sirve y ha servido evidentemente para su supervivencia, aunque desde su perspectiva supone erradas, sin sustento científico y no pasibles de ser incluídas en el contexto de “esa cosa llamada ciencia” las investigaciones y correspondientes conclusiones de quienes consideran que hay más de una dimensión para observar e interpretar el mundo que nos circunda.
Los racionalistas-positivistas dicen que resulta “especulativo” lo que no cuente con certeza, por lo tanto no es científico.
Las preguntas serían entonces ¿Certeza para quién? ¿Quién, siendo “subjetivamente” humano, puede hablar de certezas pretendiendo circunscribir todo a un esquema que no es más que mental-individual? ¿Son iguales las perspectivas científicas “ciertas” que tendrían en sus respectivas épocas y contextos sociales un Leonardo Da vinci, un Copérnico, un Einstein, un Stephen Hawkins, un Favaloro, un Leloir, un Pasteur, sólo por citar sólo algunos?
La investigación cualitativa observa efectos y esos efectos, por ejemplo sociales, se caracterizan precisamente por su variabilidad conforme a lo que cada individuo o grupo de éstos interprete como “certezas”.
Parecería que el racionalista-positivista cree que ciertas investigaciones no tiene sustento científico porque escapan al modelo bidimensional al que ha adecuado su modo de vida habitual, y eso no es ni bueno ni malo, simplemente es, su modo de entender la realidad que en realidad es su realidad como la del otro, que considera la existencia de más de una dimensión en sus análisis.
La misma ciencia por ser tal, resulta amplia en sus concepciones, pasible de reconsiderar postulados, esto es, modificar paradigmas, hacer posible la transición del orden instituído al orden instituyente y puede ser funcional a una perspectiva ontológico-epistemológica, plural en sus interpretaciones, teniendo en cuenta la multiplicidad de hechos y objetos complejos asociados al objeto de estudio que casi siempre también presenta rasgos y comportamientos complejos.
La investigación cualitativa, en nada resulta ni menos científica ni menos cierta que la postura racionalista-positivista, sino que busca el conocimiento a través del análisis de significados elaborados por los diferentes actores del contexto y su feedback con el corpus analizado.
La postura racional-positivista es insuficiente al plantear fenómenos sociales, porque éstos no pueden ser explicados sólo mediante el método experimental cuantitativo. Un ejemplo que puede muy bien ilustrar lo que digo son los estudios exhaustivos que realizan las administraciones tributarias del mundo para calcular el nivel de evasión, las causas de esa evasión, el nivel de recursos esperables a recaudar, etc.
Estos estudios no se sustentan como erróneamente suele creerse en la aplicación de modelos matemáticos o estadísticas del método racional-positivista, sino que en su mayor porcentaje buscan resultados sobre la percepción de la sociedad en torno al poder político de turno, sobre la administración pública, sobre cómo ve el contribuyente la calidad de la atención, del servicio, la cultura tributaria, la idiosincrasia de la comunidad, la ideología política o religiosa dominante, etc. Y esta es una de las tantas pruebas de que la tendencia al paradigma cualitativo está cada vez más consolidada.
Lo mismo ha ocurrido en economía respecto de las teorías del consumidor o microeconomía. Muchos que se han quedado en el tiempo creen que los nuevos estudios microeconómicos se basan en la aplicación de fórmulas o teorías de economistas clásicos o actuales. No, los más importantes estudios se basan en la actualidad y desde hace varios años en la percepción de los consumidores, la publicidad, las tendencias conforme a creencias, etc.
El paradigma cualitativo admite la teoría sustentada en la praxis, pero a la vez entiende que lo que llamamos realidad se compone de símbolos, interpretaciones hechas por personas. El paradigma cualitativo entiende epistemológicamente el conocimiento como una acción inherente al ser humano que se construye y reconstruye cada día con nuevos elementos axiológicos y no sólo describe el objeto sino también el contexto que lo influencia, lo atraviesa en una realidad que se evidencia multifacética y holística, no estática y monofacética, por ende no puede haber simplemente un “monismo” metodológico como interpreta el racionalismo-científico.
Las investigaciones sobre ciertas temáticas a las que podemos sumar todos los fenómenos que tienen lugar en esta relativamente nueva forma de vida que nos impusieron y a la que “debemos” también llamar globalización y sobrevivir en ella a como dé lugar, merecen un análisis más complejo que el paradigma de la simplicidad racional-científico, merecen fundamentalmente el enfoque cualitativo, sobre todo porque el corpus analizado son los propios seres humanos que habitamos este planeta y sus circunstancias.
“El simulacro no encubre la verdad. Es la verdad la que encubre el hecho de que ella misma no existe. El simulacro es la verdad” decía Jean Baudrillard en su obra “simulacro y Simulaciones”, aludiendo a que generalmente lo que parece ser, no es, por tanto resultaría trivial suponer que la razón es el mejor instrumento para llegar a la verdad, o al menos: ¿cuál verdad?
En la entrada de la sede central de la CIA puede leerse “Conocerás la verdad y ella te hará libre”, y esto podría querer decir varias cosas, la primera que la verdad en ciertos temas nunca sale a la luz, al menos para el mundo, por la fortaleza de los intereses corporativos y la segunda que muchas cosas de este “mundo hipotéticamente real” están tan alejadas de lo racional que pretender medirlas con la razón es perder el tiempo de discusiones estériles. Todo seguramente tiene su explicación, pero los instrumentos de medición no son los mismos en todos los casos, es decir que ¿podríamos concluír que cada cosa podrá ser verdad en su plano, a su nivel?
La paradoja parecería ser inconcebible para el paradigma racional-positivista, pero perfectamente natural y lógica para la investigación cualitativa ya que parte de la consideración de la incompatibilidad entre las estructuras teóricas de libros y lo que nos pasa “aquí abajo”.
Nidia Osimani