Mientras aumentan peligrosamente los decibeles por la aceptación o el rechazo al matrimonio homosexual, situación que pone a los argentinos al borde de una nueva división y mientras los titulares de los bloques oficialistas en el Congreso, Miguel Pichetto y Agustín Rossi, ya no disimulan la perturbadora fatiga política que les genera a ellos y a su tropa la presión del diputado Néstor Kirchner, antes de viajar a China la presidenta de la Nación no dejó de hacer y decir cosas arriesgadas para su imagen pública, aunque nadie de su entorno saltó por los aires.
Salvo Carlos Menem, no se recuerdan casos de tanta exposición mediática de un primer mandatario, que lo dejen mal parado con tanta habitualidad ante diferentes estamentos de la sociedad.
Al respecto, hay varios ejemplos. Después de la bochornosa goleada ante Alemania y frente al mundo del fútbol, que en tiempos de mundiales se sobredimensiona, ¿quién permitió que Cristina Fernández chamuscara su imagen al decir públicamente que había invitado a Diego Maradona y a los jugadores de la Selección a la sede del gobierno, sin tener al menos media palabra abrochada sobre su presencia?
A un presidente nadie debería desairarlo públicamente, ni siquiera un personaje tan popular, de quien el titular de la AFA, Julio Grondona, dijo que es el "único en la Argentina que puede hacer lo que tenga ganas".
"Yo quiero que nuestra selección vaya a la Casa Rosada?, ayer los invité? creo que tienen todo el merecimiento para ir y yo los voy a estar esperando", se inmoló la Presidenta el lunes, sentándose a aguardar la visita que nunca se produjo, mientras los funcionarios del Gobierno se dedicaron a las corridas, durante cuatro días, a buscar el modo de llegar a Diego para convencerlo, inclusive con operaciones mediáticas de presión, en tanto los jugadores se iban para sus casas europeas o bien de vacaciones.
¿De cara a los trabajadores, quién dejó que la Presidenta desluciera su don de mando, tras el anuncio gubernamental del aumento de 20 por ciento del valor mínimo del salario que no paga el Impuesto a las Ganancias, sin asegurarse que el propio titular de la CGT, Hugo Moyano, no iba a tildar la medida de "claramente insuficiente" apenas ella se lo comunicara?.
Otras vacilaciones luego las aportó el propio ministro de Economía, Amado Boudou, quien habló de "costo anual" en materia de sacrificio de recaudación, mientras decía tímidamente que la suba no iba a ser retroactiva y que comenzaba a regir desde el 1 de julio, lo que a algunos les hace pensar que para instrumentarla se necesitará una Ley, ya que las retenciones se calculan anualmente y no por semestre.
En buen romance, como el anunciado incremento está por debajo de los ajustes logrados por los gremios y de la inflación y como con esta fórmula los trabajadores no van a tener reintegro alguno por lo pagado en el primer semestre, lo que está desnudando además las dificultades fiscales de la Administración, la medida es menos de la mitad de lo esperado por Moyano.
Con este panorama, los sindicatos reunidos el mismo jueves por la tarde en la CGT destilaron muchísimo veneno contra el Gobierno, lo que obligó a la Presidenta al día siguiente, en Tucumán, a reivindicar que se esté hablando de reintegros, mientras el mundo habla de crisis.
"¿En qué otro gobierno se estuvo discutiendo con la CGT acerca de que los trabajadores pagaran más o menos impuestos a las Ganancias?", se preguntó sin reparar que, para el mundo de trabajo, el salario no es una ganancia.
Por último, y en materia de derechos humanos, una causa que los Kirchner abrazaron públicamente desde que están en el poder, ¿quién asesoró a Cristina el día en que fue a San Miguel a inaugurar obras y posó junto al intendente Joaquín De la Torre, quien en 1989 firmó una Solicitada que reivindicó la dictadura militar?
La publicación del 20 de junio de ese año se titulaba "Reconocimiento y Solidaridad" y junto a De la Torre estaban las firmas de Jorge Videla, Emilio Massera y Ramón Camps. Mirando hacia la interna, este caso fue mucho más que un chamuscamiento y a todas luces resultó demasiada exposición para la política de prontuario que suele ejercitar el Gobierno.
Sin embargo, en el entorno presidencial nadie se ha inmutado, pese a que las formas y las letras de molde generalmente preocupan mucho más que las cuestiones de fondo.
Por supuesto, que no ha rodado ni una sola cabeza al respecto, aunque si de cabezas a cortar se habla, a quien tienen en la mira, pero más por apelar a su instinto de conservación que por negarse a profesar su fe kirchnerista, es al subsecretario de Integración Económica Americana y Mercosur, Eduardo Sigal.
Este funcionario de la Cancillería fue quien redactó un memorándum interno en el que se denunciaron las gestiones paralelas de un subordinado de Julio De Vido, su ex secretario privado José María Olazagasti, para sacar del juego de los negocios con Venezuela a dos empresas que le expresaron sus quejas, EMA Electromecánica e Hidro Gruber, algo que según el canciller Héctor Timerman, son cosas que "no se escriben, se hablan".
En medio del maremágnum del caso Venezuela, que le otorga notoriamente la iniciativa, la oposición se ha cansado durante las últimas semanas de ganar batallas legislativas, lo que hizo que el ex presidente Kirchner pusiera en capilla esencialmente a Rossi y Pichetto, al culparlos de que diputados y senadores han bajado la guardia.
En verdad, a ambos jefes de bloque cada vez les cuesta más convencer racionalmente a los propios sobre las bondades del modelo, salvo al núcleo duro de legisladores K que no pasan de una veintena.
Se observa con bastante claridad que el oficialismo queda cada vez más raleado en las votaciones en el recinto y los cuestionamientos de diputados y senadores a la metodología de la confrontación son cada vez más fuertes.
Además, según cuenta un senador que supo ser oficialista a ultranza y que ahora navega lentamente hacia el peronismo federal, quizás con alguna parada en un bloque propio, por estos días se ha comenzado a invertir la situación, ya que ahora no es el Gobierno el que amenaza con no darle fondos a las provincias para conseguir votos, sino que son los gobernadores (y sus diputados y senadores) quienes dan su apoyo, pero sólo contra la concesión de esa ayuda. El giro no es un mero detalle, ya que trastoca decididamente la matriz kirchnerista.
Según el legislador, en medio de esta seudo rebelión, no es extraño que Kirchner haya abrazado la causa del matrimonio homosexual y sus derivaciones sobre el instituto de la adopción para ver "si puede mojar el pancito" en alguna Ley, después de tantos contrastes.
Lo más singular es que en esta pelea el ex presidente tiene enfrente nada menos que al cardenal Jorge Bergoglio, a quien ha vapuleado muchas veces desde los epítetos, ya que la Iglesia es una denunciadora implacable de las situaciones de pobreza y marginalidad que el modelo no logra erradicar, aunque se falseen las estadísticas.
Esta situación, que debería llevar desde lo legal a la necesaria integración de minorías que se sienten discriminadas, no sólo ha calado de modo bien transversal entre los senadores que dirimirán la media sanción favorable de la Cámara Baja, sino que el tema ya se ha extendido a la discusión cotidiana. Como suele suceder en estas cuestiones de arraigo y tradición bien profunda, las posiciones han comenzado a volverse extremas y ya predomina el blanco o el negro.
En la semana, el proyecto que llegó de Diputados fue rechazado por un dictamen de mayoría de la Comisión de Legislación General del Senado, lo que no significó nada más que eso, porque igualmente deberá tratarse en el recinto el jueves.
Más allá del contraste político, la referencia a tomar en cuenta es la carácter de la votación y lo que significarán el "sí" o el "no" que expresen los legisladores cuando se trate el proyecto.
En primer lugar, a la hora de votar los senadores presentes deberán contestar por "sí", si desean rechazarlo, y si gana el "no", entonces se deberá tratar un segundo dictamen firmado en minoría que aconsejaba aceptar sin cambios la media sanción. Para esta segunda votación, el "sí" significará aprobación.
Además, la mayoría de senadores de esa Comisión presentó un nuevo proyecto de Unión Civil que impide la adopción, que no todos creen que pueda tratarse en el recinto.
Efectivamente, el punto de la adopción es el más controvertido de la norma, ya que no se trata únicamente de dos personas de un mismo sexo las que podrían adoptar en común, sino que podrían hacerlo travestis, bisexuales, hermafroditas, transexuales, andróginos, etcétera, lo que le pone los pelos de punta a quienes no quieren saber nada con esta parte de la nueva legislación que tiene que ver con los menores y su crianza.
En cuanto a la dureza de los calificativos que se propinan los dos bandos en pugna, los defensores del matrimonio gay no los han ahorrado contra los que piensan distinto. Más allá del mote de "oscurantista" que usó Kirchner contra Bergoglio y de las consignas ultramontanas de algunos curas y feligreses, un obispo le dijo a DyN: "¿qué pretendían, que nos quedáramos callados?".
Por supuesto, que en esa línea Bergoglio ha mandado a la Iglesia a oponerse de plano al concepto de familia que expresa el proyecto de ley, que no tiene al varón y a la mujer como contrayentes y padres.
Del otro lado, está bien claro que las minorías excluidas quieren dejar de serlo a toda costa, aún discriminando ellos a quienes piensan diferente, lo que no parece aceptable en una sociedad democrática. Aquí, los cultores de la tolerancia se han pasado al bando de los intolerantes.
Para los que propician la nueva legislación, aquellos que se oponen al matrimonio gay y al proyecto de adopción y no piensan como ellos son de derecha o simplemente fascistas, un insulto fácil que, en primer lugar, los coloca en situación de fascismo a ellos mismos, ya que no considera para nada que lo que puede ocurrir es que aún la sociedad no está lo suficientemente madura para aceptar estos tan profundos cambios culturales y que habrá que esperar una mejor oportunidad.
Mientras tanto, en viaje hacia China y alejada de un tema muy crítico al que le dio su aval político, pero en el que prefiere no meterse demasiado, la Presidenta debe estar pensando cómo hacer para venderle carne a ese país sin que Guillermo Moreno cierre las exportaciones para proteger, tal como ella lo pidió tantas veces, la "mesa de los argentinos".
Igualmente, Cristina ya está curtida y aguanta a pie firme cada vez que sus colaboradores la dejan en evidencia.
Hugo Grimaldi
DyN