Pronósticos y advertencias escuchados en el primer semestre, en medio de negociaciones y firmas de acuerdos salariales, están, aunque paulatinamente, cumpliéndose sin pausa. Se trata del reclamo de reapertura de paritarias o de suplementos salariales, ante el efecto demoledor de la inflación sobre los sueldos.

Varios dirigentes, muchos de ellos de peso importante en el universo gremial, advirtieron no hace mucho que si los precios fagocitaban los haberes iba a ser inevitable esa instancia actualizadora. Y así está ocurriendo. Con el elemento adicional y también previsible de las amenazas —o directamente la aplicación— de medidas de fuerza.

Los bancarios (envueltos en otras cuestiones de indudable peso político para su vida diaria, como la situación de su jefe, Juan Zanola, preso por el caso de la "mafia de los medicamentos"), Luz y Fuerza, colectiveros, recibidores de granos y Sanidad, entre otros, salieron con los tapones de punta a exigir más aumento de sueldo.

Las nuevas negociaciones están transcurriendo con suerte diversa, aunque varios de los gremios que se lanzaron otra vez al ruedo están alcanzando su objetivo.

Claro que siempre hay una sorpresa, y en este caso provino de alguien que despierta tanto amores como odios, que es ni más ni menos que el titular de la CGT y mandamás de los poderosos camioneros, Hugo Moyano.

El sindicalista más oficialista se despachó con conceptos que desorientaron a sus colegas, al sector político y —ni hablar— a los economistas.

De su boca brotó una frase que ya está grabada a fuego: la inflación "controlada" permite la "movilidad social".

Discusiones eternas, principios que parecían inalterables e interminables bibliotecas parecieron derrumbarse en los ínfimos minutos que duró la exposición de Moyano.

Como no hubo demasiadas aclaraciones posteriores, todos los que pensaban que sabían de economía, de política y hasta de sociología pensaron por un segundo que sus sacrificios, sus estudios y por qué no sus vidas, eran en vano.

Claro que enseguida, con apenas un sacudón de cabeza, se disiparon esas dudas existenciales y el solo hecho de recordar que Moyano justifica todo lo que hace el Gobierno fue suficiente para que la calma retornara a esos agitados espíritus.

La inflación sólo puede favorecer la movilidad social de quienes forman los precios y pueden trasladar a sus productos la elevación de los costos.

Aunque haya discusión de salarios y se pacten aumentos, la inflación jamás puede beneficiar a los trabajadores. Salvo que quien o quienes sostengan ese principio pertenezcan a ese universo de privilegiados.

Pero la intervención de Moyano no está circunscripta al sector sindical o, como en este caso, a esta particular incursión en la economía, sino que también sigue extendiéndose al ámbito político, donde continúa concitando de manera pareja adhesiones y rechazos.

Moyano ya está ungido como virtual titular del PJ bonaerense, con la bendición de su principal socio político, el ex presidente Néstor Kirchner.

Estar bajo el control del cacique gremial no les hace ninguna gracia a los dirigentes políticos bonaerenses, sobre todo a los intendentes del conurbano.

Pero los alcaldes se "bancan" la situación porque indudablemente necesitan los auxilios económicos del Gobierno nacional.

Sin embargo, ese celo de los jefes comunales le sirve también a Kirchner para mantener acotado a Moyano, quien, respetando la historia del gremialismo peronista, seguramente tiene lista la fórmula de juramento de lealtad a quien algún día pueda destronar al ex primer mandatario.

En el sector gremial, específicamente, Moyano ha logrado unir a sus enemigos: el gastronómico Luis Barrionuevo, mandamás de paralela CGT Azul y Blanca, y el dirigente de los trabajadores rurales Gerónimo "Momo" Venegas.

Ambos anunciaron su decisión de ir juntos con Eduardo Duhalde, quien, no obstante, ya era referente indiscutido de Venegas. Claro que ellos están unidos, además de la rivalidad con Moyano, por un antikirchnerismo explicitado reiteradamente.

De cualquier manera, sabido es que, más allá de los vaivenes políticos, los gremialistas tienen sus interesantes estructuras, reforzadas en los últimos años por la reactivación de la economía, lo cual les permite, como pasó históricamente, sobrevivir a las instancias coyunturales.

E inevitablemente hoy Moyano está en el centro de la vida gremial, también pletórica de vaivenes. Y el camionero, sabedor de los "peligros" que lo rodean, no se distrae un segundo.

Así, trascendió en los últimos días que pediría una compensación salarial para alguna rama de los camioneros, con lo cual está lanzando señales a varias puntas, alguna de ellos de fuerte significación política, como el advertir que la inflación hace mella también sobre los ingresos de sus afiliados. Aunque también contiene dudas sobre el "control" que a su gusto debería tener la inflación.

Pero así como podría percibirse alguna contradicción en sus mensajes, ese mismo sentimiento se apodera tanto de aliados y detractores.

Ahí sí coinciden en ponerse en guardia o diseñar y rediseñar sus tácticas y estrategias ante un Moyano que, como también ocurre en el ámbito estrictamente político, siempre les canta "presente" y se envalentona, aunque no sólo por virtudes propias, sino también por circunstancias ajenas.