Néstor Kirchner mantuvo una reunión reservada con Daniel Scioli en el VIP de los galpones levantados en La Boca, en el marco de un seminario sobre políticas públicas organizado por intendentes oficialistas, para anticiparle que iba a salir con todo a hablar sobre la inseguridad.

Minutos después, sorprendió a todos cuando le preguntó al gobernador quién le ataba las manos para combatir ese flagelo, tal como le habría dicho al esposo de Carolina Píparo, la mujer víctima de una brutal salidera bancaria.

El ex presidente debió colocar esta cuestión en su agenda de discursos, ante el reclamo social cada vez más intenso y porque ya no lo puede esquivar, tras siete años de comando del Poder Ejecutivo, tanto en su turno presidencial como el actual de su esposa, Cristina.

La otra gran cuestión es la inflación, que día a día desgasta el poder de compra de todos y que amenaza con una carrera sin fin entre precios y salarios.

Si el Gobierno no logra encarrilar los dos grandes problemas que aquejan a la sociedad se oscurecerá gran parte de su destino en las urnas.

Por eso es que de poco vale que cualquier dirigente se saque de encima la responsabilidad por los hechos de violencia o que, como hizo el ministro Amado Boudou, eche la culpa a los empresarios por los aumentos de precios si, al final, no hay políticas conjuntas y de largo plazo para combatirlas.

El ideal sería, sin dudas, el avance hacia un amplio acuerdo social, pero éste se ve realmente lejos si se tiene en cuenta el tono de confrontación permanente que envuelve a la política nativa.

Y es en ese marco de enfrentamientos que siempre aparecen sectores dispuestos a alentar la suba de precios o generar más inseguridad con tal de avivar el fuego de la discordia.

El 2011 se vislumbra poco prometedor por las luchas políticas que se vendrá en un marco de todo o nada. Por lo menos así está planteado por la estrategia del Gobierno y de opositores como Elisa Carrió, Mauricio Macri o Eduardo Duhalde, entre otros.

Bueno, se sabe que Kirchner no comulga exactamente la misma religión que Scioli y a veces sale a desafiarlo, pero, al mismo tiempo el gobernador es el que mejor mide en las encuestas provinciales.

Varios de esos relevamientos le dan entre 12 al 15 puntos por encima de su inmediato perseguidor: Francisco De Narváez.

Aunque con una intención de voto de 35 por ciento, es decir, lejos de cualquier garantía de triunfo.

Por su lado, Scioli ató su suerte a los Kirchner y sus allegados aseguran que así seguirá, a pesar de los interesados en romper esa alianza.

Como Duhalde o Mario Das Neves, que a veces elogian al gobernador bonaerense y otras le dicen que "no se deje basurear", con el objetivo de animarlo a romper lanzas con el titular del PJ.

La lectura que se hace en la provincia es que los factores de la inseguridad son demasiados y se pone un especial énfasis en el accionar de la Justicia.

Ponen sobre la mesa un caso emblemático: el denominado "hombre araña", de Bahía Blanca, el menor Nicolás Lagos Musotto, quien fue arrestado por la Policía tres veces en menos de 40 días como autor de 19 hechos de hurto calificado. Es decir que siempre pudo salir cada vez que fue puesto detrás de las rejas.

Pero la lucha contra este flagelo tiene trabas más amplias, como los fabulosos millones que mueve el negocio de la seguridad.

Y ni hablar del campo allanado que siempre necesita el narcotráfico para expandirse por todo el mundo y que, seguramente, busca que la Argentina deje de ser un lugar de tránsito de la droga.

De Narváez y Duhalde se encuentran en plena tarea de  operaciones en la provincia para capturar el capital político necesario en el territorio que define los partidos electorales.

Sin embargo, los dos se mantienen distanciados, ya que el empresario considera que poco puede cosechar al lado del ex presidente.

Ya anticipó que peleará por la gobernación, pues sabe que la Corte Suprema no lo habilitará para disputar la presidencial.

En ese tránsito ya prepara el diagrama para caminar la provincia, en varias oportunidades acompañado por Mauricio Macri.

El jefe de Gobierno porteño continúa con su sueño presidencial, pero día a día acumula problemas en la ciudad, con los estudiantes en rebelión por las cuestiones edilicias de las escuelas y los derrumbes de edificios.

Si se observan estos derrumbes cómo se pueden discutir las quejas estudiantiles por reclamos de mejoras en la infraestructura, más allá de otras cuestiones que siempre se mezclan en estos casos.

La militancia estudiantil fue históricamente una de las principales forjas de la dirigencia futura y el motor en contra del quedantismo político.

Hay que analizar, además, en qué tiempos y contexto fueron creciendo los chicos secundarios y universitarios que hoy protagonizan las tomas.

Según las edades, crecieron en un país de protestas en la calles, por la crisis de 2011, el corralito, los cacerolazos que terminaron por tumbar a Fernando de la Rúa y hasta, por qué no, la extensa protesta en la ciudad a favor del agro de 2008.

Es decir que los jóvenes de hoy saben más que nadie, porque así se lo mostraron las familias y los medios de comunicación, que las conquistas se consiguen con la militancia y sin violencia. Así el futuro se vislumbra con mayores luces que sombras para el país.

Daniel Casal
NA