Si bien existe consenso en cuanto a que la expansión económica nacional se debe al consumo privado, no es cierto que éste sea generado por las políticas acertadas del gobierno, sino que precisamente, se trata de lo contrario.
El incremento del consumo que computan las estadísticas oficiales no se sustenta en los aumentos salariales concedidos a ciertos sectores, la desincentivación de la inflación con acuerdos de precios, los proyectos para participar utilidades entre empresarios y trabajadores, la suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, subsidios, y otras medidas, sino que su explicación está en el comportamiento de otras variables.
Por un lado, puede apreciarse en la composición del excesivo gasto público una variación importante en detrimento de la obra pública y a favor del gasto social solventando organizaciones que prestan utilidad política al poder.
Asimismo, existe en lo inmediato poca expectativa de devaluación, lo que desincentiva en cierta medida la dolarización.
La inflación, por su parte promueve al desprendimiento de la moneda de curso legal, y al haber además una tasa de interés negativa en pesos, disminuye el ahorro en el sistema financiero local.
El trabajo privado y público en relación de dependencia se encuentra mayoritariamente regulado por convenio, totalizando entre ambos alrededor de un 50 % del ingreso de las familias. En esta modalidad laboral entonces, dada su poca capacidad de ahorro a causa de la inflación, esto es, la tasa de interés real negativa, es la que más incurre en las compras a crédito resultando un factor importante sobre la variable consumo.
Los sectores comercial y empresarial no solamente están golpeados por la inflación y la presión tributaria creciente, sino que además, se enfrentan con otros dos problemas importantes que son, la inseguridad que afecta por igual a todos y la cada vez menor predisposición del personal a prestar servicios por remuneraciones de mercado. Este último fenómeno paradójicamente lo impulsan las políticas gubernamentales.
En efecto, frente a la alternativa que tiene un asalariado de ganar un monto mensual que no le alcanza para nada, sometido a deducciones impositivas, cumpliendo un horario, recibiendo órdenes, y ser beneficiario de un plan social por un importe muy similar sin trabajar, opta naturalmente por lo segundo. Además, viveza criolla, no faltan aquellos que lo asesorarán para trabajar un tiempo en negro y luego iniciar convenientes acciones legales.
Si tomamos por ejemplo el sector pasivo, vemos que si bien el total de ingresos en ese concepto supera algo menos de un 15 % a los planes sociales, nadie podría tomarlos seriamente como un elemento significativamente incidente en el aumento del consumo, considerando además la inflación.
La asignación universal por hijo es otro programa al que se le atribuye un poder que no tiene ni por asomo en torno al consumo. Si bien ha ayudado a algunas familias a salir de la extrema pobreza, representa menos de un dos por ciento. Además de resultar un porcentaje muy bajo como para adjudicarle poder en el crecimiento mencionado, hay que considerar la inflación real registrada en los últimos meses y que quienes recibieron este beneficio fueron dados de baja de otros programas como el Plan Familias. Lo único que consumen básicamente las familias de tan bajos recursos son alimentos, en los que se ha manifestado con mayor ferocidad la pérdida del poder adquisitivo de la moneda.
Otro tanto ocurre asimismo con el plan “Argentina Trabaja” que no alcanza a beneficiar al 10% de los desocupados, representando en concepto de ingreso menos de un 5% para los hogares.
La medida gubernamental entonces, de incrementar el gasto público transfiriendo partidas de obras públicas al sostenimiento clientelar de fuerzas de choque, compra de voluntades y demás, no es la causante del incremento en el consumo ni de la expansión de la economía, la que por otra parte no se encuentra francamente en expansión.
Como se ve, nunca es todo oro lo que reluce. Cuando se observa con detenimiento el comportamiento de las diferentes variables macroeconómicas y se analizan las posibles causas del mismo, generalmente, se llega a conclusiones bastante poco asimilables al discurso oficial. O como diría con mucho criterio el periodista Christian Sanz, una vez más, “pan y circo….”
Nidia G. Osimani
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Estoy de acuerdo en que los planes sociales, plan descansar o como sea, no sirven para aumentar el consumo, ni para expander la economía, ni para sacar a los pobres de la pobreza, ni para nada más que los fines políticos de los caraduras que los menejan a su conveniencia. Han sido completamente barridos por la inflación, que además ha pulverizado las jubilaciones. Nunca vi una pareja de políticos tan destructivos como los K, que si bien no son muy distintos a los otros, han sabido destruir mas y mejor. Ni siquiera sabemos cual es el nivel de la inflación, porque ya rompieron el termómetro y va a costar mucho arreglarlo, como el resto de los desastres que han hecho en la economía. Llamar estadísticas oficiales a lo que publica el INDEK es dignificarlas con una categoría que no tiene. No son estadísticas, son números al voleo que no significan nada.