¿Qué se esconde detrás del secuestro de Jorge Julio López? ¿Cómo es posible que luego del Juicio a las Juntas, cuando la democracia aun estaba en pañales, ningún testigo clave fue desaparecido? ¿Cómo no se previno esta situación mediante una activa política de protección de los testigos? ¿Por qué la familia demoró tantos días en realizar la denuncia correspondiente? ¿Cómo es que el mismo juez que fracasó en esta investigación fue premiado para ocuparse de "Papel Prensa"?

¡Atrapen al testigo!

Aquella noche no pude dormir. Las escasas ocasiones en las que logré entregarme al sueño, me levanté sobresaltado ante cualquier ruido extraño. Extraño sería una palabra que se reiteraría de ahí en más en mi vida. Paranoia.

Ya hacía ocho semanas que nos habíamos mudado con mi mujer y nuestra pequeña hija pero, nuevamente, las paredes parecían cobrar vida ante la oscuridad y el griterío de alguna pareja ocasional, caminando por la vereda lindante a nuestra ventana, sentía como que provenía desde las propias entrañas de la casa.

La mañana del 15 de septiembre del 2010 no fue una mañana cualquiera. El día anterior, un martes que habían anunciado y así lo había sido, fresco para la época del año tan próxima a la primavera, en lo personal fue agobiante. Casi 50 kilómetros recorrí para encontrarme con él. En la estación de Moreno, comenzó ese estado de ánimo tan particular. Mezcla de excitación como de temor ante lo inesperado, busqué una confitería llamada El Condor donde me encontraría con el hombre que decía haber visto con vida a Jorge Julio López.

- ¿Qué intereses tenés con todo esto? ¿Para qué te metes con algo que a nadie le importa?, me preguntó Jorge Scanio, mirándome de costado, casi resignado ante una nueva requisitoria periodística. Había pasado bastante tiempo desde la última vez en que el testigo clave había conversado con uno de los escasos periodistas realmente interesados en la verdad, Christian Sanz. 

- La verdad. Tan solo la verdad. No busco nada más.

- ¿Qué es la verdad? La verdad es lo que a todos les dejó de importar. O es lo que a nadie jamás le importó. Mira como estoy, cómo terminé. Tendría que haber agarrado… como lo hicieron todos.

- ¿Por qué no lo hiciste?, le pregunté inocentemente.

- Porque soy un boludo. Soy así.

Esta no es la historia de Jorge Julio López. No encuentra respuestas a su desaparición sino que plantea preguntas.

Esta es la historia del clásico “no te metás”. Se trata de cómo un momento, tan solo uno, puede marcar un antes y un después en la vida de las personas. De los que ya no están como Jorge Julio López, de los que indagan, tantean a oscuras una salida a tanta mentira como significó esta historia para mí y es la historia de los que están muertos en vida como Jorge Scanio (Ver artículo ¿A quién le importa Julio López?).

La ex diputada Nora Ginzburg (PRO) se sorprende ante el llamado de alguien que quiere indagar sobre lo prohibido, lo no-dicho, las mentiras verdaderas de la inmensa mayoría del sistema mediático argentino que compró la inmensa mayoría de la sociedad, con moño y todo. Es la historia de una voz disonante. De pedidos de informe, de proyectos de investigación paralela en un Congreso en donde la bancada del Frente Para la Victoria, el hoy PJ Federal y sus aliados miró para otro lado, votó en contra y se rió por lo bajo de otra loca dando vueltas.

Premiados por Fracasar

Durante el menemismo, los testigos claves desaparecían o se caían de un balcón. En los años kirchneristas, estar en el lugar y en el momento prohibido, nombrar aquello que jamás debería nombrarse, significa morir en vida. No es necesario un tiro en la cabeza para silenciar a una persona.

Hace falta mucho menos.

O hace falta mucho más.

La historia de los funcionarios implicados en la desaparición de Jorge Julio López, un 18 de septiembre del 2006, es la crónica de ascensos inesperados y de premios por fracasos rotundos. ¿Cómo se explica que el mismo juez Corazza hoy sea la persona encargada de investigar Papel Prensa? Ese mismo juez que, como dice la diputada Ginzburg “cuando la familia le imputó responsabilidad por no haber cuidado a los testigos, meses después se sintió violentado e incompetenente y se fue”.

Hoy la causa sobre la desaparición de Jorge Julio López deambula en la intrascendencia absoluta. Es un fierro caliente que nadie quiere agarrar.

Otro premiado por fracasar fue el ex subsecretario de Derechos Humanos durante aquellos días de desapariciones en democracia, Edgardo Binstock, Actualmente retomó la gestión como colaborador de Daniel Scioli en esa materia luego de ser coordinador de Políticas Territoriales del actual gobernador. Las respuestas del funcionario sobre el “caso López” resultan infantiles: “Fue algo que nos sorprendió a todos, no esperábamos una situación así en democracia. Recordemos que hubo una ola de amenazas e intentos de paralizar los juicios –cosa que no se logró— pues hubo estructuras de apoyo, seguimiento y control pero lamentablemente reaccionamos tarde porque ni nosotros ni la seguridad ni la familia, esperaba una situación así”.

Antes de concertar la entrevista, el funcionario Binstock, pregunta a este periodista si le preguntará sobre Scanio (el testigo clave que se entrevistó con él ese 2006). “Es un personaje, busca fama” dirá en off. Al encenderse el grabador refutará a Scanio con argumentos infantiles como que “ya había tenido contactos con otros organismos del gobierno nacional y, ese momento, habían llegado denuncias de personas que lo habían visto (a López) y trasladábamos las mismas a donde nos parecía más atinente hacerlo”. (…) “Hasta donde yo se, aunque leí que no fueron en el momento justo, creo que se le dio curso a lo de Scanio pero evidentemente no encontraron la respuesta que él plantea. Lo que nosotros hicimos fue, ir con un miembro de la policía y él quedó conectado ahí”.

¿Importa encontrar a López? ¿Saber qué fue del testigo contra el represor Miguel Etchecolatz? Según Binstock sí, y es por eso que “el gobernador Scioli se comprometió a aumentar la recompensa a dos millones de pesos buscando que alguien de un dato más y se profundizó la búsqueda en todos los celulares”. Esa es la respuesta oficial de Binstock. Más plata. ¿Cómo no tener en cuenta, en su momento, el testimonio de alguien que no quería dinero y que arriesgó su vida por la verdad?

Falsas verdades

El progresismo argentino, desde Aníbal Ibarra a Luis D´Elía pasando por el sector de clase media que adora a Daniel Filmus y a Tristán Bauer por sus gestiones en el Canal Encuentro a los miles de manifestantes que reclaman por la aceleración de los juicios contra los represores aseguran que la política de derechos humanos de este gobierno no tiene parangón en la historia. Hasta sus críticos más acérrimos defienden tal política como la relacionada con la Corte Suprema de Justicia.

¿Qué pasaría con ese talón de Aquiles del gobierno kirchnerista, como son los derechos humanos, si alguien demostrara que a Jorge Julio López lo secuestraron desde el propio gobierno?

El experimentado periodista Jorge Boimvaser afirma que “ningún policía se hubiese jugado por salvarle la vida a Miguel Etchecolatz.” ¿Tenía poder el represor para comandar un grupo de tareas desde la cárcel, en connivencia con la Policía Bonaerense para secuestrar a López? ¿Cómo es posible que el grueso de las organizaciones de Derechos Humanos, familiares y organizaciones políticas de izquierda este convencido de algo en lo que se basa en presunciones en una única pista: una foto de un allegado a Etchecolatz en una marcha cercano a Jorge Julio López?

Propensos a no cuestionar las verdades reveladas, somos los propios periodistas los que compramos los versos que el sistema político edifica para mantener el status quo. ¿Qué se esconde detrás de la cortina de humo? Hasta el propio Binstock reconoce que Etchecolatz hubiese sido juzgado sin el testimonio “importante pero no fundamental” de Jorge Julio López. ¿Entonces por qué el ensañamiento con él? ¿Por qué, como en la mafia, no aparecieron pruebas de su supuesta muerta como muestra de la impunidad de estos grupos residuales de la sociedad?

La diputada Ginzburg también conoce los rumores acerca de que “López, cuando estuvo detenido trabajó para esa gente (por grupos cercanos a la dictadura militar), pero, tenemos que entender que, cuando se comete un delito y hay una victima, la victima es victima aunque sea Frankenstein, y el delito es delito aunque lo cometa un santo. Sino miraremos las cosas con un solo ojo”.

El propio doctor Fernando Cano, secretario de derechos humanos de la provincia de Buenos Aires, le confesó a Ginzburg que, si a esta altura, sino apareció debe estar muerto y no quiso hacer hipótesis sobre quién habrá sido.

Boimvaser es terminante: “A López se lo llevó gente vinculada a algún área de los derechos humanos del gobierno nacional, oficial o extraoficial. Se les murió en una discusión sobre lo que dijo y no dijo en el juicio.”

Los medios instalan ciertas teorías como por ejemplo “estar secuestrado por un grupo de tareas” y lo defienden a muerte y nadie dice que se equivocó. Ser progresista, en un país realmente progresista, sería no temerle a la verdad. Como decían de Rodolfo Walsh: “La conciencia es su musa”.

Luis Gasulla

Los testimonios de Jorge Scanio, Edgardo Binstock, Nora Ginzburg, Jorge Boimvaser y abogados de Justicia Ya! y funcionarios del gobierno nacional, fueron entrevistados con este fin a lo largo de los meses de septiembre y octubre del 2010.

Algunas de esas notas fueron emitidas en el programa “Ahora es Nuestra la Ciudad” por Radio Cooperativa AM 770.