Ciertos físicos de partículas, creacionistas ellos, se atreven a aseverar al mundo entero que todo el universo, hasta sus confines, ha sido ¡creado a partir de la nada! Es decir, por la “libre voluntad de un dios creador”.
¿Consecuencias? Ni cortos ni perezosos, los religiosos se aferraron ligeramente a este supuesto “descubrimiento” por parte de dichos hombres de ciencia creacionistas, entre los cuales podemos ubicar a Paul Davies, físico, escritor y locutor británico, cuyos libros de su autoría he leído, y que, según mi óptica sólo cultiva una mera pseudociencia.
¿Qué “descubrieron” dichos hombres “duchos” en física de partículas? Nada menos que, de un punto aún menor que un átomo (es decir, prácticamente de la nada) emergió todo lo que vemos y palpamos a saber: nuestro planeta con su superficie generadora de vida, el sol, la luna otros planetas, las estrellas, las galaxias y… otras cosas que observan los astrónomos con sus telescopios terrestres y espaciales, como estrellas fugaces (meteoritos), cometas, cuásares, radiofuentes, etc.
Es decir que, primero “existió la nada” (aunque esto sea un contrasentido) o mejor dicho con mayor propiedad: en un principio no había nada material, sólo un solitario, o rodeado de ángeles: espíritu todopoderoso revoloteando no se sabe por donde; a quien ¡de pronto! se le ocurrió acompañarse de un mundo creado a partir de ¡la nada! con el fin de divertirse jugando a las escondidas y observando cómo sus criaturas (también creadas ipso facto por Él), generaban una historia; la historia de la humanidad con sus luchas, guerras, masacres, destrucción muchas veces en su propio nombre; sufrimientos por pestes, epidemias, pandemias, accidentes, etc.
Algunos cosmólogos y físicos nucleares andan por ahí elucubrando fantasías de esta clase, quizás para sorprender a sus colegas o impresionar a los lectores amantes de las estimulantes pseudociencias.
Si tomamos como ejemplo a algunos físicos nucleares en sus desvaríos, podemos leer cosas como estas: “El mundo, al parecer, puede ser construido mas o menos a partir de la nada estructurada. Fuerza y materia son manifestaciones del espacio y del tiempo… cuando el universo tenía mucho menos de un segundo de edad (el subrayado me pertenece)… En este primer y breve relámpago de existencia, la superfuerza reinó de forma suprema”.
Según estas ideas y palabras infantiles, todo, el espacio y el tiempo, ¡surgieron prácticamente de la nada!
Así se generaron “enormes cantidades de energía a partir de la nada”. (Todo esto según Paul Davies en su libro Superfuerza, Salvat, Barcelona, 1985, pág. 5).
Davies también dice (obra citada), pág. 5): “Hay una existencia, un elemento irreducible, sobrenatural o metafísico, que no pudo ser aprehendido por la investigación racional.”
También nos anoticia Davies que: “… las crípticas matemáticas, emparejadas con el fuerte aroma místico de la nueva física impregna el tema de una atracción casi religiosa, y el físico profesional hace de sumo sacerdote”. ¿Qué dicen a estas pamplinas, señores racionalistas que buscan la verdad?
En la página 31 de la obra citada, Davies escribió lo siguiente: “El extraño servilismo que obliga a las partículas dotadas de spin a adoptar el ángulo fijado por el experimentador, parece sugerir un dominio de la mente sobre la materia. (¡Bueno, bueno! ¡Aquí ya estamos macaneando del todo amigo Davies! Esto ya cae como por un embudo en una neta pseudociencia.
¿Qué dicen a este dislate, señores racionalistas? Seguramente coinciden conmigo en que el autor de esa frase apaña amorosamente a los señores parapsicólogos “y otras yerbas”, al darles la “razón”, pues más abajo dice que: “… la física cuántica exige una completa revalorización del concepto tradicional de realidad del papel de la conciencia en el universo físico. (Obra citada, pág. 31).
Más adelante, este físico pretende aleccionarnos diciendo que: “Las partículas cooperan telepáticamente (sí telepáticamente, aunque parezca mentira en un físico de partículas y cosmólogo) de un modo innatural”. ¿Es esta frase digna de un físico serio? Más bien me inclino a conceptuarlo como un pseudocientífico y… donde entramos de lleno en la parapsicología, es en la página 47 de la obra citada, en la cual el autor se explaya de esta manera: “Al efectuar una observación en física cuántica, algunos físicos insisten en que la causa del comportamiento de un sistema cuántico es la propia mente”. (Es decir que, ¡Oh maravilla! Nuestra mente privilegiada, ¡domina a la materia!).
Este autor que estoy cuestionando, también se descuelga con una frase que reza: “La naturaleza es hermosa”, cuando sabemos los que hemos entrado en años, que “nuestra madrecita” naturaleza puede ser en parte aterradora, desmoralizante: accidentes, desdichas, enfermedades graves, injusticias, muertes prematuras de bebés y niños de corta edad y otros acontecimientos absurdos.
¿Soy acaso un discípulo del filósofo del pesimismo, don Shopenhauer? No, no me he copiado de su pensamiento, lo siento todo en carne propia y en lo que veo a mí alrededor.
Así vemos como algunos físicos, escritores de fama, tenidos por auténticos prodigios, poseen también su “lado flaco” inventando pseudociencias, lo cual opaca su prestigio basado en el conocimiento científico y la seriedad, y esto es lamentable, pues para los racionalistas, estas personas pierden prestigio, y sus posiciones frente al mundo y la vida caen en saco roto, si no en lo ridículo.
Como corolario; ante todos los males que aquejan a los hombres y mujeres de buena voluntad, sólo me resta expresar el siguiente (lo más probable iluso) consejo: unirnos todos, los pobladores del Globo, a una causa común: basta de enconos por razones religiosas, políticas, racistas y… miríadas de otros motivos, muchos de ellos banales sino estúpidos. Unión de todos los pueblos del orbe en una patria única bautizada: Los Estados Unidos del Planeta Tierra, con un solo norte, un solo idioma, una misma meta a saber: paz, armonía, mejoramiento de la raza humana, sano progreso en solidaridad mundial para toda la humanidad, cosmopolitismo, es decir lograr una sola patria global, como lo propongo en varios de mis libros.
Ladislao Vadas