Los sueños son lo más
próximo a la realidad de lo que yo haya conocido. Los míos suceden. Tienen
esa exactitud de la realidad que nos sorprende a todos. No habrá día D
para GWB. Lo vi tan claro en el sueño, como un aviso de neón. Iluminado el
mensaje. Escuché con claridad un eco que terminaba así: Aleluya. Sólo la
espalda por última vez del Number One, una imagen de fin de capítulo
del próximo cortometraje de Michael Moore, bajo el sugestivo titulo: Fue lo
mejor que nos pudo dar desde su cielo infernal. Una sombra se tropieza y cae
el telón envuelto en un sol en llamas, rojo. Me desperté aplaudiendo. Sudada
completamente, con mi pijama rosado, el corazón más cerca de la ventana que
de la puerta del cuarto. La TV es la autora de estos sueños premonitorios.
Las palabras de GWB que tengo zumbando desde que me acosté.
No podía creer cuando escuché: “Este gobierno tiene que hacer real el sueño
de millones de iraquíes”. Cuando escuché semejante frase, tan pesada como
una lápida llena de carcajadas, no podía creer en la audacia del Number
One, pero después me repuse, y me dije, si todo ha sido un gran cuento
desde las armas de exterminio masivas a los vínculos de Saddam con Al Queda.
Respiré profundo como si estuviera en Colorado y dejé que
el inmenso río fluyera calmo, en la pausa de la noche, de los tiempos idos,
reclamé por la voz del poeta. Sentí una lluvia tropical cerrada en la noche,
lavando la infamia de estos años perdidos, de esta musculatura que no
corresponde a una gran Nación. Una capa negra de asfalto por noche, America,
America se me dobla en cruz, con ese montón de cuerpos desnudos apiñados en
el silencio y el horror, comparable a una
pequeña Torre Gemela. El país se inclina como la Torre de Pisa y queda
expuesto a que alguien le arranque la cabellera una de esta noche de insomnio
nacional.
No salgas de tu nota de la Casa Blanca S. B., me dijo mi
Editor, aunque te traten como un spam. Me vi con cara de virus, algo
insurrecta, condenada al desprecio de Bill Gates, uno se siente simplemente
basura, cuando se unen esos gigantes de Internet,
Microsoft, AOL, Yahoo y EarthLink, e imponen sus
reglas de Big Brother. Esta vez tienen razón, porque más de la mitad
de los correos enviados son indeseables, no solicitados por
los remitentes. AOL, el más grande de los proveedores mundiales de
Internet, ha revelado una cifra escalofríante: más del 80 por ciento de los
correos son spam. Un basurero de proporciones globales a nivel de una pequeña
PC, donde quiera que esta funcione. La idea es expulsar de la Red a quienes
envíen spam y limitar a 100 los correos por hora o a un máximo de 500 al día.
Hoy tenemos esa epidemia llamada Spammer. Esta gracia se la debemos a Gary
Thuerk, Gerente de Marketing de Digital Equipment Corp, quien en 1978 descubrió
este método publicitario instantáneo y global, el cual fue rechazado de
inmediato por algunas empresas como una violación de su derecho a la
privacidad. Los gigantes de
Internet, han anunciado que estudian distintas fórmulas para deshacerse o
limpiar el basurero en Internet.
El mundo es un Spam gigante, incontrolable, requiere algo más
que unas simples herramientas electrónicas para controlarlo, depurar sus
arterias saturadas de terror, como esas horas pico en una autopista de
Los Ángeles o en las avenidas del D.F. ¿A cuántos habría
que eliminar de la Red planetaria para mejorar las condiciones de otros
miles de millones marginados por quienes manejan los botones de la marcha de
un sistema que se suicida a diario en las grandes ciudades y provoca el
exterminio en lugares remotos o simplemente envía su feroz maquinaria de
guerra para aplastar a otros
supuestos Spam? Es un paréntesis nada más en medio del triángulo de
las bermudas en que puso a la Nación GWB, y en eso comparto los puntos de
vista, el ángulo de la realidad, de Michael Moore, sobre quien he venido
comentando todo este mes de junio, porque el Gordo demostró con Bowling
for Columbine, que ama a esta nación, sus principios, la ética de
quienes la fundaron hace más de dos siglos y él representa un alto, un gran
minuto de reflexión, de cambio de dirección, en un momento en que se ha
entrado a un callejón sin salida
y rodamos en la peligrosa autopista del fanatismo. Todas las palmas para el
Gordo Moore, no sólo la de oro en Cannes, por esta luz en el túnel y abrirle
los ojos al ciudadano común y corriente, que termina siendo el más engañado
en un torneo electoral amañado, desvirtuado, tramposo. Nada nos diferencia de
una despectiva República Banana, y me parece haber visto al
Gordo comiendo un banano a la salida de la Casa Blanca, como un símbolo de
nuestro gorilismo institucional, las macacadas de un régimen ciego, sin
pudor, ni olfato, simplemente torpe y mentiroso. Moore no ha engañado a
nadie, reunió pacientemente el material, lo confrontó, revisó y se lanzo a
documentar la realidad fílmica amparado en la verdad, una necesidad de
servicio, porque ha dicho con claridad recientemente: “No busco un
taquillazo sino que la historia de las íntimas relaciones de la familia Bush
y la de Arabia Saudí, así como con la de Bin Laden, salga a la luz. Hay
muchos jóvenes muriendo por los negocios que esta gente se traen entre
manos”.
En sus declaraciones sobre su trabajo no ha dejado nada
para la imaginación, ni interpretación, se ha instalado con su voluminosa
figura en la historia real de Washington en el siglo XXI, ya venía con
el vuelo caótico, podrido, zombie, demencial del final de siglo. “Sólo
espero que Busch sea expulsado de la Casa Blanca”, fue su clara sentencia,
en unas declaraciones que dio recientemente en la Costa Azul. El
rey del taquillazo, Mel Gibson, un apasionado de
Nuestro Señor, reveló Moore, distribuyó
su primer exitoso documental, Bowling
for Columbine, pero en
Fahrenheit 9/11, el australiano director, quien le había hecho
algunos adelantos, se echó para atrás, luego que confesara que la Casa
Blanca, a su llegada de Roma le dijo que si me financiaba sería declarado non
grato. Las poderosas productoras
Disney y Miramax, también dejaron el camino
al incómodo Gordo Moore, hasta que New Line, comentó, se ha hecho cargo de
la mecha encendida al interior de
la Casa Blanca, cuando el Jr., como el Gordo le llama con tanta gracia al
Number One. Es la horrible temperatura de Fahrenheit 9/11 la que
está dominando el tambaleante escenario republicano, el rollo ya está en la
mente del defraudado ciudadano común y corriente y Jr. sabe que entró en
capilla ardiente hasta el 2 de noviembre, el día en que el people le dirá
good bye al hijo de Dios. Entonces el Gordo Moore caminará
distendido con sus ruinosas zapatillas, su gorra Made in Canada, sin
guardaespaldas, y esa absurda amenaza de muerte del establecimiento
conservador pasará a ser una
caricatura del intransigente, errático, endiosado personaje que enredó
a la nación en un ovillo más interminable que el de Penélope.
Ahora me callo cosas, pero anuncio que nada más
estrenarla, hablaré mucho y de varios asuntos que quizá a muchos incomoden,
El “Gordo infame”, quien socava el stablischment conservador de la mentira
y el engaño, sigue hablando y
dijo por ahí un comentarista nada de equivocado, que vienen más sorpresas.
El Gordo es un sabueso de la realidad americana, la lleva en la sangre,
olfatea, palpa, camina y unos pasos por Colorado o Wshington, Nueva York tal
vez, recorre con sus ojos azules las páginas de los periódicos y hace estos
hallazgos para el mármol de Bárbara Busch:
"¿Por qué hay que hablar de ataúdes y muertes, y de cuántos morirán
o de si ocurrirá? No lo encuentro relevante. Así que, ¿por qué debería yo
utilizar mi bella mente en estos temas y ver cómo mi hijo sufre?".
Son frases dichas, poco antes, dice Moore
que su hijo invadiera Irak. Si, agrega el Gordo, su sufriente hijo,
quien se hacía un costoso corte de cabello y jugaba golf con sus amigos
millonarios. Aquí estamos de acuerdo, en ese maldito juego de bobalicones
detrás el huequito con el palito y la pelotita.
Todas esas escenas están en Fahrenheit 9/11, como otro material inédito
que me han pasado periodistas de
varios continentes, emisoras de televisión (por ejemplo, la británica
Channel Four), freelancers y trabajadores que sacaron de sus
puestos de trabajo material grabado. Es un documental documentado, un
testimonio, más que un panfleto político como lo han tildado algunos de sus
detractores.
Fahrenheit 9/11
nació de un incidente que le
ocurrió a Moore y a su mujer en
el aeropuerto LAX, de Los Angeles. Dejemos que el Gordo nos cuente estos
inicios, aunque antes de F 9/11, fundó un periódico local, "Flint
Voice", “en el que daba caña a todo lo que se movía”. Sigue el
rollo del aeropuerto: “Estábamos mi mujer [Kathleen Glynn, también
productora de sus películas] y yo, esperando
volar a Nueva York, cuando se anunció el comienzo de la guerra y la
cancelación de todos los vuelos. Estábamos puteados, pero me ofrecieron
dinero para cancelar nuestros asientos y los metí en esta película. Días
después, me enteré que la familia Bush estaba usando el espacio aéreo y
aviones privados, para proteger a sus amigos de la familia saudí, incluso
parientes de Bin Laden y de Sadam Hussein. ¡Aviones y espacio aéreo para
ellos! Y se sabe que parientes de Osama Bin Laden viven estupendamente en mi
país bajo la protección de la familia Bush”. “Yo
no sé qué decir ya. Sólo espero que ese embaucador y fraudulento presidente
sea expulsado de la Casa Blanca. Al Gore no regresará, pero espero que John
Kerry le vindique. Quiero que mi país demuestre que ya nunca más será
posible robar unas elecciones, crear guerras en tiempos de paz y prosperidad y
matar a jóvenes, mujeres y niños para ganar dinero. Hago estas películas
para dar información y potenciar la democracia. Quiero que mis conciudadanos
vean, reflexionen y tengan sus propias ideas. Y luego voten en conciencia.”
Es el mensaje de Moore a la Nación, quien subraya tras cada una de sus
declaraciones, que encienden más palabras contra la política del Number One
y su arribo a la Casa Blanca.
Creo firmemente que es una película patriótica, norteamericana y
honesta. Me considero el primer patriota de los Estados Unidos de América. Y
no puedo por ello soportar la idea de invadir un país que no nos ha atacado y
sólo para preservar los negocios secretamente ilegales de varias familias.
Sin olvidar a los jóvenes, sobre todo hispanos y afromaericanos de familias
trabajadoras, incluido el mártir Nick Berg, a los que el patriotismo les
lleva a creer las arengas en el nombre de Dios del gobernador Bush, las
falsedades de Condoleeza Rice, el tubito de las falsas armas de destrucción
masiva, el bochorno de Colin Powell... eso sí, tiempo después, la sordera
ante los derechos sancionados desde Ginebra y La Haya... ¡en fin! Los que me
acusan de antipatriota votaron a Bush y saben que se robó la presidencia. Si
le digo lo que pienso, es antipatriótico vitorear a un presidente que no lo
es y que manda a jóvenes a una guerra en la que sólo defiende los intereses
comerciales de su millonaria familia. Ninguna familia merece que nadie muera y
eso incluye a los Bush.”
Yo
caliento café, acomodo mis puchos, y siento una brisa veraniega, a pesar de
que son tiempos odiosamente calientes y que me recuerdan aquellos incendios
memorables de Colorado. Una vez se lo conté al poeta y me prometió una
novela. Sé que ese relato viene en camino, lo siento venir al mirar por este
gran ventanal la pequeña realidad inanimada de la noche, donde los recuerdos
y el futuro se hermanan en una rara complicidad. La primera bocanada arma un círculo
personal en el aire y pienso en la artillería que descargaron contra el Gordo
Moore, y él, impertérrito, un americano de los de antes, su historia ya está
en la pantalla haciendo historia. Ni
John Wayne ni Gary Cooper, el Gordo Zola tomándole el pulso a la nación vía
Number One. El Gordo Zola, bien dicho por
Los
Angeles Times,
Kenneth Turan, “el filme es una obra clave en la historia del cine político
que demanda ser vista". Turan escribe: "Como Emile Zola, cuya
celebrada carta abierta atacó al gobierno francés por ser culpable de
intolerables injusticias, Michael Moore ha lanzado un ataque salvaje e
inteligente a una administración que, él siente, ha traicionado lo mejor de
América y causado un gran daño al mundo".
”Es
un auténtico e indispensable documento de su tiempo —afirma A.O. Scott, en The
New York Times—. Vale la pena que se vea, se debata y discuta, más allá
de las opiniones políticas de cada uno. Los instintos populistas de Moore
nunca han estado tan brillantes, y lo mejor es cuando abandona el show y
escucha lo que la gente tiene para decir."
Y
el heredero de la heredera del Ketchup, J. Kerry, va
por los palos, según los términos hípicos, y acaba de lanzar una
prometedora, abierta oferta a los latinos, el 13 por ciento de la población
en Estados Unidos, y son la balanza en cualquier elección presidencial. Dos
mil millones de dólares diario son los negocios de Estas Unidos con México,
argumentó Kerry, para argumentar a favor de su propuesta sobre la necesidad
de que Estados Unidos y la nación azteca sean una sola frontera. No más
divisiones con México. Órele. Sólo en California son 14 millones
los hijos de Pancho Villa y del emblemático, díscolo, irreductible
Emilio Zapata. Kerry, acusó a Busch de conducir
una política monotemática hacia América latina. ¿La visión de un simio en
un subcontinente que según la CEPAL fracasó en su modelo de crecimiento y
desarrollo? Las monadas de George no sólo son
con relación a las cosas que ocurren en el pantano al Sur del río
Grande, una película de terror que Hollywood se niega a filmar sin extras.
Kerry ha propuesto la llamada
Comunidad de las Américas. Se habló en Washington del siglo de las
Las Américas, pero han prevalecido los dos siglos de Norteamérica. La
semántica pierde a los dos candidatos, frente a la realidad. Uno dice que no
es necesario saber castellano para hacer
políticas en favor de los latinos. Y el otro dice que él hace más
por los latinos porque sabe algo de castellano. ¡Híjole! Sobre el
espinoso tema de la inmigración, sobre todo para México, Kerry dio
nuevas señales, muy distintas a Busch:
dijo que buscará la manera de que los inmigrantes sin documentos puedan
obtener su ciudadanía, una clara diferencia con Bush que ha dicho que les
quiere entregar únicamente una visa de trabajo temporal.
Todos ya son temas de campaña. Ambos tendrán que hacer mucho más si quieren
una integración real con América latina, más equitativa, justa,
próspera y que le de garantía y estabilidad ambas partes. De ir tan
lejos, no sabemos que ocurre en América latina, desde la inanición
de casi toda Centroamérica, tierra baldía, azotada por la
indiferencia, a un México
convulso, inmanejable, pasando por el Istmo
de Panamá, tierra de nadie, república que viaja en su propia vereda
tropical llena de escándalos, Colombia, un paso más adentro del infierno
cada día en estos últimos 50 años de guerra civil, y el resto de Sudamérica,
Bolivia-país inviable- y la mayoría de ellos envueltos en un proceso de
involución de alto riesgo para las fronteras del nuevo orden que no se
acomoda más que un desorden continuo. Chile, una estrella solitaria ene este
cielo brumos de las Américas, pero con un sistema exitoso altamente clasista,
injusto, un modelo para dos países, lo que no constituye garantía de nada.
El Gordo Moore debiera rodar su película, el rollo de su vida, con los
latinos en Estados Unidos y también recorrer América latina, aproximarla en
su realidad y contexto a los líderes de Estados Unidos y, sobre todo, al
pueblo norteamericano que la ignora y porque
no la conoce, la teme, no sabe de
que se trata y que dormimos en un mismo hemisferio. Hay que superar la
frontera electoral interna y saber que los latinos significan algo más, y
sobre todo Latinoamérica que anda en los 500 millones de habitantes y tiene
recursos estratégicos vitales para Estados Unidos y la humanidad. El oxigeno
viene del Amazona, para empezar a conversar.
De
los 271 votos, que un candidato necesita para poder ganar en el Colegio
electoral y así acceder a la Casa Blanca, 208 provienen de los Estados que más
población hispana tienen, incluyendo California, Florida, Illinois, New
Jersey, New York y Texas. Esa información es algo más que un dato, pero América
latina es una región que puede transformarse en una pesadilla si no es
atendida correctamente, con visión de futuro, ahora. El futuro no está en la
Florida, Arizona o nevada, sino al Sur del Río Bravo.
He conseguido café colombiano para una noche que me trae insomne con un sueño,
donde vi arder la Casa Blanca,
pero quedaba intacta la mansión emblemática de los presidentes y solo salía
El Number One con un letrero chamuscado, donde se leía claramente: Que
pase el siguiente!!!!!