El mundo
es espléndido, no nos deja un
segundo sin historias, y suele repetirlas con sus matices,
luces, recurrentes claroscuros, aunque la memoria se sienta en navidad
o frente a un Western como en un gran telón blanco de nieve inmortal el
tiempo de otra época, asaltado por el olvido, o convertido en ruina,
se repite una y otra vez, por el caño roto, caen las mismas hojas del
calendario. Es un reloj de arena con el que juega el desierto. Un enano que le
da cuerda al Big Ben, pasa el tiempo por un cedazo. El café hirviendo me
observa con la mirada olvidada de un profeta. La noche se arma en silencio,
con un atardecer privilegiado por una temperatura que no se hace notar. La
guitarra, los pinceles, todo está arrinconado esta noche. Siento como un ojo
gris de anaconda me vigilara. Los papeles van
a la trituradora, el silencio se orilla, se junta con sus hermanos
menores en una esquina, espacios gemelos, hay noches más huérfanas que
otras. Esta es una que maneja pesadas alas propias. ¿Me salvarán mis puchos?
Recuerdo aquellas tardes infinitas, con tormentas, y después la nieve del
mundo sobre Colorado, y todo era
el paisaje con el Poeta, en el minuto exacto de la vida, dulce tiempo el de la
madera con su olor a pan de bosque. Una casa, otra, se levanta la vida,
niebla, nieve, tormenta, un sol rojo, detrás de todo está el hombre, un
mundo que se alimenta con sus propios espejos.
El Caballo Loco sigue en su galope desbocado en este
escenario mayor a una pradera, ese que nos hace soñar con ratas, porque
estamos rodeados de ellas, existen, caminan, por este seco granero que pisan
mis pies, que son los pasos agitados de la noche del mundo, con sus viejas
tormentas eléctricas fulgurantes
y yo no soy poeta, sino recojo los cadáveres, ordeno los huesos, recompongo
uno que otro conjunto de palabras, las ordeno, reciclo lo que aun la nieve no
despeja. El Poeta me preguntaba, a veces, si el mundo había amanecido mejor,
con menos reuma, artrosis, cojera, miopía, ceguera, y mi respuesta: es lo que
tenemos.
En verdad todo cambia para peor, incluidas las
intervenciones de cirugías mayor y menor, porque ninguna operación que no
vaya dirigida al corazón del hombre, funciona a largo plazo, ni a mediano.
Lugares remotos, como Afganistán, quedaron alfombrados de rabia, en un
tortuoso sendero de muerte, Irak es un territorio ingobernable, una tumba para
el soldado norteamericano, la más pesada carga tributaria de la historia para
el ciudadano común de Estados Unidos, foco gemelo de espanto al Medio
Oriente, y si nos descuidamos, arrastrará a Irán hacia un bolsón inagotable
de muertes, caos, terror y seguiremos volando en mil pedazos como ha ocurrido
hasta la fecha.
Lo único estable en el Planeta parecieran ser los Open de
Golf, son interminables prados verdes,
donde un palo y una bolita buscan su huequito, el agujero número 18, golpe
tras golpe, bajo los incansables pies de quienes a pesar que reciben cientos
de miles, millones de dólares en premio, agachan humildemente la cerviz,
inclinan su humanidad despreocupada, alegre, inútil, y se encomiendan a ese
golpe definitivo. Allí está contenida toda su imaginación, su razón de ser
en esta vida, en esa resistente pelotita, en esa boluda pelotita que se deja
impulsar hacia un destino vacío, bajo el pabellón de una banderita
altivamente huérfana de identidad.
En el Golf los huequitos no dejan de ser los mismo, como en
el Planeta, sus agujeros siguen tragando un negro hollín en la superficie
subterránea de los días. También en los hechos noticiosos existe la
recurrencia. La historia es porfiada, abre y cierra sus huecos. Un agujero mal
cerrado, de seguro permitirá a la rata volver a asomarse. Hay hechos,
personajes monigotes, tercamente porfiados, taimados. Su tortuoso pasado, la
acción de su mandato, es como recibir cada día la visita de los mongoles en
el Asia, bajo las cabalgaduras y azotes de Atila. No crece el pasto tras su
paso y se vulneran todos los espacios posibles de la convivencia humana. Hunos
y otros, en estos días que van
de la mano de Nostradamus, y en esta pequeña historia circular, retorna un
Augusto General, criminal impune, confeso orate, resguardado por su capa gris
de inmaculado pundonor castrense, honestidad sin par, hijo ilustre de
la transparencia.
El mundo estuvo tan atento a sus horrores, que en la última
década cuando abandona el generalato activo, nos vamos enterando de la
fundación de una sucursal legítima del Infierno en Chile y, en ese olvido,
los muertos siguen hablando con los desaparecidos. De tanto desaparecer
cuerpos, lanzados al mar, cremados en los recintos militares como recién hoy
se confirma, aparecieron las cuentas mágicas, millonarias, del impoluto,
intocable, impune, inmortal General Augusto Pinochet Ugarte, el Tata. Un
militar que ejerció el poder durante 17 años sobre el largo cadáver de
Chile, que permitió elecciones luego de imponer un chaleco de salvavidas
blindado constitucionalmente, con el compromiso que el país viviera bajo los
efectos de una pastilla de amnesia, se burló de la justicia
internacional, española, inglesa y
chilena.
Regresó un memorable día a Chile después de 503 días
de retención en Londres, abandonó
una silla de ruedas, en medio de vítores de sus partidarios, y aconsejado por
sus abogados, se declaró loco olvidadizo, al margen del tiempo, de la
historia, un invidente de su pasado, se hizo representar por el olvido. Se
acomodó, acuarteló, atrincheró en una de sus casas, pasó inviernos en su
departamento blindado de Iquique, a 1700 kilómetros de Santiago, la capital,
siguió celebrando sus cumpleaños con selectos seguidores, amigos,
compinches, disfrutaba de las incandescencias de los cuerpos de sus enemigos
devorados por las llamas, de la fugacidad del tiempo, se mantenía en
naftalina como un salvador, prístino, recto, abanderado de la pulcritud
frente a los fondos públicos, la mano que mecía el ataúd de Chile, no
entraba a la caja de fondo de la Nación. En distintos países, de numerosas
personas, de todas las condiciones sociales, durante años, escuché el himno
a la consagración de los deberes públicos de un hombre honesto, honrado,
aunque criminal genocida.
En Londres se cayó del pedestal del horror, y ahora el
Wall Street Journal, lo baja del Olimpo de la pulcritud. Se han encontrado en
el banco Riggs de Estados Unidos, seis cuentas millonarias del integro soldado
de Chile. El Senado de Estados Unidos ha ordenado una detallada investigación
de las cuentas ocultas por Pinochet en el Riggs, un banco que atiende a
millonarios, políticos, diplomáticos y que no informó sobre ala existencia
de cuentas del ex presidente de facto de Chile. No sabemos la suma, sí que el
General es un trasgresor de las leyes tributarias, entre otras, y que él
estimó su fortuna personal distribuida en la banca internacional, entre 50 a
100 millones de dólares. En ese
documento suscrito por Pinochet ante el Riggs, de acuerdo con denuncias del
diputado chileno, Antonio Leal, el anciano dictador declaró al banco
norteamericano que tenía
ingresos anuales entre 300 y 500 mil dólares. El banco, en 1994 le ayudó a
crear empresas de papel en las Bahamas. El presidente de Chile, Ricardo Lagos,
hace unos días informó que su
salario era de 8.400 dólares mensuales. Pinochet se jubiló hace 14 años.
El General Pinochet, a sus 88 años, nunca tuvo las cuentas
claras y ha entrado en su laberinto. Más allá de las investigaciones que
realice la OCC en Estados Unidos y la justicia en Chile, es un puente de plata
para el gobierno de Chile de saldar esta enorme cuenta pendiente con la
historia y su pueblo. Lo del Riggs es
la última lápida al mito de la honestidad de un militar en América latina,
pero lo de los cuerpos cremados para desaparecer a los adversarios políticos,
es otro eslabón que nos conduce a la cadena del genocida. Son dos cuentas
pendientes para un mismo caso. Las cenizas de sus opositores que fueron al
viento de Chile, reclaman justicia.
John Kerry ha lanzado una firme campaña a favor del voto
latino en Estados Unidos: la primera mayoría con 35 millones de personas, una
fuerza económica creciente y pujante. Ese es el socio interno para llegar
ala Casa Blanca, pero Kerry sabe, que el subcontinente de 500 millones
es el gran desafío del Río Grande a la Patagonia. Para hacer las cosas bien
con la abandonada región latinoamericana,
resolver el caso de Pinochet adquiere máxima. No más aventuras
golpistas, no más intromisiones innecesarias, no más economía de un solo
lado, no más socios subordinados, no más patrio trasero, no más obsesión
militar sin crecimiento, desarrollo, y un no rotundo a la corrupción.
John Kerry y el equipo que lo impulsa hacia la Casa Blanca,
tienen una oportunidad única de iniciar una nueva relación con sus vecinos
del Sur, una asociación que cree empleos, comercio y seguridad, una alianza
real para el progreso compartido, una visión global que no globalice la
miseria ni la desesperanza. Ya no se trata de discursos, ni de una nueva retórica,
sino de planes concretos, no de una política de un solo ojo, como la que
lleva adelante el Polifemo Number One. Kerry ha propuesto invertir 2.500
millones de dólares en cinco años en América latina, para favorecer la
pequeña industria, entre otras cosas. Ya no hay recetas, lo importante es una
relación más equilibrada, un comercio más justo para los productos
latinoamericanos, y que se resuelva
el tema de los inmigrantes dentro de Estados Unidos, como espera hacerlo J.K.
Se necesitan inversiones adecuadas, oportunidad para la gente, un Deal con el
futuro y que sea compartido.
Para hacer propuestas concretas y cumplir con América
latina, debe haber transparencia dentro de Estados Unidos. La nación no puede
ser arrastrada por ninguna fuerza oscura, fáctica, por poderosa que sea, por
los intereses que sobreponga a nombre y por sobre la nación. Debe ser del máximo
interés de los John-John, en su próxima gestión, la transparencia pública,
la libertad de expresión, la seguridad internacional concertada en las
Naciones Unidas, superar definitivamente la política del Patio Trasero.
Michael Moore, y ahora el cantante británico Elton John,
han puesto el dedo en la llaga en la Norteamérica de hoy, y no podemos ver ni
el documental o escuchar las palabras del inglés, como avestruces. Sus
acusaciones en la BBC de Londres, que vivimos tiempos macartistas, sin
libertad de expresión para
aquellos artistas que se pronuncian sobre Irak en Estados Unidos, no pueden
ser ignoradas por los políticos y hombres públicos de Washington y en todos
los Estados. Busch fue libremente electo, y la ciudadanía o los artistas,
requieren de casa libertad para expresar sus opiniones, sostuvo correctamente
Elton Jhon.
Pareciera que a los golfistas no les preocupara lo que
sucede en el mundo. Van de Open en Open por el mundo, ayer Granan Bretaña,
hoy Escocia, y mañana en cualquier parte del mundo, donde exista un terreno
con 18 huequitos. Ningún pronóstico acertó en el abierto de Escocia, a las
orillas del mar. Sin huequitos demasiado pequeños para esconder el escalofrío
mundial. Son unas 20 colillas de cigarros, dos más que los huequitos
oficiales, los que me han costado estas notas, que parecen un parte de morgue,
el registro de un tiempo descrito por un coleccionista de calaveras, y en el
arte de la palabra, no hay nada escrito. Mi ventana no hace preguntas. En el
viejo tiempo acuñado por los sueños, recuerdo a un hijo, frente a mi ventana
de Colorado, saltando en esas lonas gigantes que impulsan la niñez una y otra
vez a creer en si misma, o a gastar energías simplemente. Así rebota el
mundo, como la bola terráquea del globo que Chaplin solía jugar como el Gran
Dictador.
Silvia Banfield