La Argentina es “Cristilandia” y, como en todo país de fantasía, las cosas más insólitas pueden suceder; incluidas las que le atañen directamente a "ella".
Acerca de "ella" podría uno temerariamente afirmar que "la gente no la quiere", tomando la cotidiana e involuntaria compulsa de opiniones que se recoge de conversaciones con amigos, compañeros de trabajo, taxistas o vendedores de garrapiñadas toda vez que se menciona al gobierno.
Los (siempre en minoría) defensores a ultranza "del modelo" se deshacen en comparaciones con el 2001, y preguntan irónicamente si alguien desea regresar a aquello, como si hubiera sido la única instancia verificable del pasado reciente de nuestro país. Hablan con admiración de "ella: su presidenta" por una cuestión de fanática militancia verticalista. Son rápidamente rebatidos con los números de la realidad y el listado de trapisondas oficiales, esos que sus medios nunca les suministran.
En la provincias, los actos oficiales son poblados por asistentes bondiconvocados, ya que no auto convocados, y las manifestaciones de fervor popular brillan por su ausencia, siendo reemplazadas por una aburrida expresión de cansina obligatoriedad que trae paz al asistente cuando se produce la invariable salida lateral con brazo en alto.
Cabe preguntarse, cómo es posible que en un país que tradicionalmente ha sacudido gobiernos por impopulares medidas económicas, ahora repentinamente pareciera que otros factores inciden para la falta de aceptación masiva de "ella", que exhibe 50.000 millones de dólares en las reservas del Banco Central?: Se debe a que la gente no la quiere.
Y la gente no la quiere por la sencilla razón de que "ella" jamás se hizo querer. Y, lejos de eso, pareciera que hace lo imposible para que, efectivamente, no la quieran.
Su discurso soberbio, su jactancia, su menosprecio por los demás, su fallida pretensión de erudición en ciertos temas, y su constante presencia en las pantallas y radioemisoras la han convertido en un personaje fastidioso, incómodo, omnipresente hasta el cansancio..
Toda vez que dirige la palabra es sabido que a alguien va a atacar...que de alguien se va a burlar, que en algo va a autopublicitarse...y su palabra engolada recibe menos atención del público que el mismísimo reporte meteorológico.
Las mujeres no consiguen identificar en "ella" a una igual; es diferente y hace lo imposible por mostrarse todo lo diferente que puede, y eso no se perdona así nomás. Por momentos ni siquiera parece una mujer; no tiene gestos de mujer, no trasunta jamás una imagen maternal o bondadosa; es un "cuadro", así se define, es lo que siempre quiso ser, es lo que a ninguna mujer de familia y trabajo jamás le interesó ser.........
Sin dejar de ser intelectuales políticas, uno perfectamente puede imaginarse a Bachelet o Merkel haciendo una omelette de jamón y queso.....pero alguien se imagina a "ella" vestida de entrecasa y mechando un peceto, por ejemplo? Imposible, esas son cosas para mujeres comunes.
Es que se dedicó a ejercitar la impostación de la voz, el manejo del discurso, los silencios y las miradas estudiadas, la finalización de una frase con el rápido inicio de la siguiente para detenerse a medio camino, el maquillaje siempre excesivo y la sonrisa marketinera: Pero la gente además de una presidente busca a una MUJER...... y no la encuentra.
¿Cómo es posible que un mandatario pueda alternar subidas y bajadas de popularidad tan pronunciadas, del orden de los 20 puntos o más, ora por acción, ora por omisión? ¿Cómo puede ser que teniendo periodistas militantes, actores militantes, “puteadores militantes” y hasta encuestadores militantes como el inefable Artemio López estemos siempre en la duda de si "ella" llega al 30%, si lo supera o si no lo alcanza? ¿Cómo se explica que cualquiera dé por sentado que si no gana en primera vuelta irremediablemente pierde contra el segundo sea éste quien fuere?
¿Cómo se explica que teniendo a su merced el gigantesco e inédito aparato publicitario del oficialismo con programas de TV, periódicos reales, periódicos virtuales, múltiples encuestadoras contratadas, emisoras y programas de radio, la TV Pública convertida en un pasquín de unidad básica, todo este conglomerado de medios no reciba el consumo de más de un centenar de miles de personas en todo el territorio nacional?
Es simple: Porque la gente no la quiere.
Mucho se ha hablado de los presuntos cambios que "ella" podría hacer en su presidencia luego de la muerte de su esposo. Que el giro hacia el centro, que la radicalización (por la opuesta) refugiándose en los "jóvenes idealistas" de los setenta.... y varios etcéteras....
Podrá conseguir atravesar con mayor o menor fortuna su último año en el gobierno para el presente turno; podrá arribar a las elecciones con más o menos desahogo político, podrá decidir si se presenta a una reelección inclusive.....y hasta podrá llegar a ganar esa elección.....pero hay un cambio que jamás realizará, y es donde hasta ahora ningún analista político se ha detenido a hurgar: “Ella” jamás cambiará su naturaleza, jamás dejará de ser esa estrella fulgurante que siempre soñó ser, jamás dejará de ser una suerte de actriz en constante representación, jamás parecerá una señora de casi 58 años que gobierna una nación.
Juán Perón, Arturo Illia, Arturo Frondizi, Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y hasta el propio Néstor Kirchner de un modo u otro representaban con su manera de ser a alguna porción importante de la sociedad argentina. Piense en cualquiera de ellos y podrá identificar rasgos de personalidad, modismos y procederes de amigos, compañeros de trabajo, taxistas o vendedores de garrapiñadas... ahora piense en "ella" y trate de encontrar a alguna mujer que Ud. conozca y se le parezca en algo: Le resultará sumamente difícil.
Porque aún las actrices de carácter o las estrellas de la TV en algún momento aparecen dialogando coloquialmente fuera de escena, y se muestran naturales.
"Ella" es distinta a todas las mujeres, porque se esmeró profesionalmente en serlo......pero olvidó la faceta más importante: esa indispensable femineidad que la humanice.
No debe ser sencillo convivir con tal carencia.
Fabián Ferrante