Mientras en nuestro país discutimos si la presidenta es bipolar, el precio del tomate, o de qué manera quitarle poder a los “multimedios”, un gigante crece y se desarrolla a pasos agigantados y multiplica su poder sobre la región con un proyecto claro: un país para todos en serio.
En nada se parece, el gigante sudamericano, a aquel lugar burocrático, inhóspito y claustrofóbico en donde una mosca podía modificar el destino de una persona y que imaginó el director inglés Terry Gilliam hace 26 años. Brasil es otra cosa. Por primera vez en su historia, sus clases populares comienzan a conocer el país, recorren su territorio, disfrutan de sus vacaciones viajando. Son más de 190 millones de personas. Una economía que crece a tasas elevadas pero que no se ha recalentado. Su moneda —el real— se valoriza mes a mes y el mercado central de Brasilia no necesita salir a comprar dólares para mantenerla estable. Los empresarios y comerciantes brasileños prefieren el real al dólar y se expresa en su cotización, 1,5 real equivale a un dólar.
El problema del narcotráfico y la inseguridad, persiste pero el Estado está presente combatiendo el flagelo de la pobreza. Lula se retiró con una meta cumplida, todos los brasileños tendrán garantizadas tres comidas diarias. Su sucesora está profundizando el modelo y tendrá una difícil tarea, pues es resistida por parte de la clase popular: desconfían de su carácter y observan que la inflación en alimentos comienza a sentirse luego de ocho años de bonanza económica.
Un operador de viajes argentino, que reside en Brasil desde mediados de los noventa, cuando el menemismo lo expulsó del país, me comenta: “Vos querés el bienestar para tu hija y tu familia. En la Argentina lo tenés pero vivís sufriendo sobre tu destino, sobre si mañana tendrás la seguridad del presente. Aquí no. Hay una idea. Un proyecto.” En la playa, un vendedor de camarones vende durante todo el año mercadería por 1000 reales —unos 2600 pesos—, pero en Brasil el kilo de carne —filet do sol algo así como el lomo— sale 17, lo que equivale a 37 pesos. Existen planes de vivienda a 50 años con tasas fijas por el cual un “clasemediero” puedo acceder a un penthhouse en las principales ciudades costeras del norte brasileño, como Natal en donde viven más de 1.200.000 personas por 120 mil reales que son 85 mil dólares.
“Para unir la costa norte, que es más pobre, con la sur, se tardaba hora y media de viaje. Ahora llegaás en 10 minutos gracias al puente”. El puente es una obra arquitectónica impactante que tiene un estilo similar a Zárate-Brazo Largo. Lo que sorprende es que la empresa que ganó la licitación tenía la obligación de finalizarlo en el plazo de quince años. Lo hizo en cinco.
El parque automotriz, asusta. Mientras que en la Argentina discutimos sobre políticas inmigratorias que imposibiliten el ingreso indiscriminado de personas desde el norte, Brasil está por arribar a la escalofriante suma de 200 millones de habitantes y abre nuevos mercados. Líderes en yacimientos petrolíferos, en la industria pesquera, hortalizas y frutas, se preparan para sorprender al mundo en tres años con “la copa do mundo do futbol”. Para el 2016, tirarán la casa por la ventana en las Olimpiadas.
En la Argentina se reinaugura con bombas y platillos un estadio cubierto que hace años estaba inutilizado, allí preparan el diseño de una villa olímpica, un mega hotel y un complejo en donde habitarán 100 mil turistas en la ciudad de Natal para el próximo mundial de Fútbol a realizarse en el 2014.
Las elecciones transcurrieron sin violencia, sin conflictos y sin fraude. El voto electrónico y la boleta única es una realidad. Los conflictos se resuelven de forma organizada y el movimiento de los “sin tierra” es analizado desde todo el mundo por su perseverancia, lucha y ejemplo. No se han desvirtuado ni corrompido como nuestros piquetes que nacieron vigorosamente a mediados de los noventa. Las ciudades están limpias, las autopistas impresionan, el consumo es estable y los gobernantes “son coimeros” como afirman prácticamente los propios brasileños pero apuestan por su país. Existe una burguesía industrial local poderosa aunque llegan capitales de todo el mundo para invertir de forma segura y estable en el país líder de América del Sur. Las mismas noticias llegan desde Chile. Uruguay, Paraguay y Perú buscan ese modelo: el de justicia social y desarrollo económico sin falsos discursos y sin despertar odios estériles en la sociedad.
La Argentina, continua viviendo en su propio mundo mientras otro ni siquiera lo mira de costado.
Luis Gasulla