48 horas antes de producirse el terremoto y posterior tsunami que azotó a Japón, un conocido astrólogo estadounidense llamado Richard Nolle había pronosticado que se avecinaban enormes catástrofes naturales como consecuencia de la llamada “súper luna”, hecho que se espera tenga lugar el próximo 19 de marzo.
Posteriormente, el Servicio Geológico de los EE. UU., aseguró que el desastre producido en Japón en nada se vincula con la posición temporal de la luna en relación a la tierra. Lo mismo aseveraron los científicos de la Universidad de Bristol, los que además calificaron a la teoría como de “un disparate”.
Hace poco, la NASA informó que al momento de producirse el desastre, nuestro satélite natural se hallaba más próximo a su punto más alejado del planeta.
Desde 1992, la luna no se acerca tanto a la tierra como hipotéticamente lo hará el próximo 19 de marzo, proximidad que se calcula en unos 360 mil km, por lo que se la podrá ver un 30 % más brillante y un 15 % más grande.
Existen además, teorías que sostienen la influencia del sol en las placas tectónicas, en tanto sus tormentas las dejarían vibrando de modo tal que su posterior desplazamiento sería inexorable.
Si bien las vibraciones terrestres son cotidianas en todas sus partes constitutivas, los sismógrafos han confirmado que los movimientos se han incrementado con el transcurso del tiempo hasta alcanzar en la actualidad entre 18.000 y 24.000 movimientos sísmicos anuales. Y su intensidad y recurrencia continúan la escala ascendente.
La tierra se conforma por capas concéntricas. Desde afuera hacia adentro se distinguen la corteza de unos 45 km cuyo extremo inferior se llama “discontinuidad de Mohorovic”, a la que sigue el manto de unos 2900 km de profundidad, llegando así al núcleo.
La parte superficial sólida del manto llamada “manto residual” y la corteza, constituyen la litósfera.
La litósfera se clasifica en oceánica de unos 65 km, oceánica dorsal de unos 7 km y la continental, de unos 120 km. Se presenta flotante sobre otra capa denominada astenósfera, y se divide en enormes fragmentos a los que se conoce como placas tectónicas.
Las placas tectónicas presentan movimientos deslizantes que pueden ser paralelos entre sí o por sus bordes, generando la subducción, esto es, superponiéndose una a la otra.
Si bien hasta el momento la causa concreta de estos movimientos no está confirmada y solo se han dado explicaciones relativas, hay científicos que opinan que se deben a las tormentas solares, en tanto éstas actuarían magnéticamente sobre el hierro constitutivo del centro de la tierra sacudiendo el magma y consecuentemente, las placas.
Los terremotos se producen cuando estas placas se deslizan súbitamente a causa de la fricción entre ellas.
Según los geólogos, la litosfera actualmente se encuentra inestable, y eso induce a pensar en inminentes terremotos ya que se los vincula con los períodos de máxima actividad solar como en la actualidad.
Con respecto al Proyecto HAARP, no son pocos los que creen que el mismo incide de manera directa o indirecta con los terremotos y otras catástrofes naturales.
En varios de sus experimentos se generan ondas de mucho poder, capaces de producir la suficiente energía como para hacer vibrar las placas tectónicas hasta lograr su desplazamiento. Esta frecuencia produciría una especie de prisma al impactar contra la tierra.
Si bien el HAARP en su versión oficial tiene como finalidad estudiar la ionósfera a efectos de intervenir en sus propiedades para perfeccionar la tecnología comunicacional, detección de misiles, entre otros objetivos, mediante un potente radiotransmisor, existen varios profesionales de diversas disciplinas que opinan que su función real es otra.
Recientemente, científicos rusos han calificado al programa como un arma potente capaz de modificar el clima a partir de su incidencia en el campo electromagnético. Ingenieros como David Naiditch lo consideran un imán capaz de generar catástrofes como inundaciones, terremotos, sequías y huracanes.
Para la escritora y periodista Sharon Weinberger, especializada en seguridad nacional, tecnología e inversiones del Pentágono en redes sociales y temas de energía nuclear, se refiere a HAARP como un “Moby-Dick”, haciendo alusión a una creación capaz de destruir enfurecido, todo cuanto se cruce a su paso.
Yendo ahora a las fuentes llamadas “conspiranoicas”, se destaca lo pronosticado hace unos años por Benjamín Fuldford, un supuesto investigador del que se dijo posteriormente habría recibido dinero proveniente del FBI para infundir miedo de manera masiva.
Dicho personaje habría denunciado que existía un plan por parte de los EE. UU. para apoderarse de la economía del Japón utilizando la tecnología del Proyecto HAARP para producir una catástrofe.
Asimismo, se habla también de una psicografía de 1939 en la que Solari Parravicini habría profetizado este terremoto en las que además hacía mención a una “bomba F”.
Las especulaciones han inducido a muchos a suponer que Parravicini se refería o bien a la ciudad en la cual se hallaban los reactores nucleares, esto es Fukushima, o que hacía alusión a la Fusión nuclear.
El Proyecto HAARP, en el que trabajan de manera conjunta la Fuerza Aérea, la Naval y parte de la comunidad científica de los EE UU, dispone de un extraordinario presupuesto sobre el que no se conocen demasiados detalles y que se habría incrementado —desde el año 2005 a la fecha— en más de 35 millones de dólares anuales.
Emprender el proyecto demandó más de 250 millones de dólares, algo que, a entender de los especialistas, sería un monto excesivo solo para estudiar la ionósfera.
Lo concreto es que a través de dispositivos especiales, se pueden emitir a la ionósfera ondas electromagnéticas de baja frecuencia de unos 3,6 millones de watts.
Comparativamente, puede decirse que la estación de radio AM más grande de los EE UU, con 180 antenas de casi 30 metros de altura, transmite 50 mil watts.
Por último, cabe señalar que hace pocas horas, sismólogos de varias partes del mundo llegaron a la conclusión de que la catástrofe de referencia no corresponde al megasismo esperado durante tantos años, similar al producido en 1923 en Kanto. Así lo aseveró el profesor de Geofísica de la Universidad del Noroeste en Evanston en Illinois, Seth Stein.
Entonces, ¿qué causó realmente el terremoto de Japón del último 12 de marzo?
Nidia G. Osimani