Durante el pasado sábado 23 de abril, se festejó la noche de la Ciudad en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Esa noche las puertas se abrieron gratuitamente para todos y todas a partir de las 21 horas y hasta la una de la madrugada con shows musicales, homenajes como el multitudinario a María Elena Walsh y demás espectáculos y ofertas literarias. A esa hora comenzó, como bien rezaba el volante, el acto de la cultura argentina en la Sala Jorge Luis Borges, donde, 48 horas antes, había dado su clase magistral el escritor peruano Vargas Llosa, un "mediocre que se adecuó a las circunstancias" según el director de la Biblioteca Nacional e integrante de Carta Abierta, Horacio González.
González, el dramaturgo Tito Cossa, Norberto Galasso, el actor Federico Luppi, Sara Rietti, la directora del Instituto de Cine (INCAA), Liliana Mazure, la cantante Teresa Parodi, el director de cine Adrián Caetano, Carlos Girotti y Luis Bruschtein entre muchos más, participaron de la "misa popular" que proponía disputar el futuro del país bajo la pregunta: "Procesos populares o neoliberalismo". La Sala Borges, ubicada al final del salón Ocre, estaba repleta. Familias enteras, docentes de 40 a 70 años con sus hijos y nietos, estudiantes de universidades públicas y privadas, hombres que aplaudían a los expositores como si fuesen una banda de rock, mujeres deseosas de sacarse una foto con el héroe González y un clima triunfal aunque también de resentimiento contra "la derecha" que los mantenía expectantes, resistiendo, como dicen.
Estaban entre "nosotros", los "ellos" la miraban de afuera. Esa noche, González "atendió" a los referentes de la oligarquía, a los conservadores como Vargas Llosa y a los políticos vernáculos que "reinventan a Hanna Arendt como la doctora descarriada". Y la gente —perdón el pueblo— lloró, disfrutó, aplaudió, cantó y celebró las ocurrencias de cada uno de los panelistas militantes.
Carta Abierta es uno de las mayores usinas de pensamiento de eso que se conoce como kirchnerismo, que más que una idea es una postura, más que una práctica es un discurso. Los otros son La Cámpora que, como forma de pensamiento es más débil y se mantiene preocupado por adoctrinar a sus militantes a ingresar en importantes cargos públicos y Diego Gvirtz como símbolo de los medios paraestatales y estatales con su creación 678 y demás programas satélites.
González habló de los poetas surrealistas, de la filosofía, de Cristina —por supuesto— y del maldito intelectual de derechas. ¿Se puede escindir el novelista del político? En la presentación de su libro, el día anterior, Kirchnerismo aclaró o nos confundió: "El kirchnerismo es una distancia y no una actualización del peronismo”. El sábado, cuando solo restaban unos minutos para que llegue el domingo de Pascua, dialogué a solas con el director de la Biblioteca más importante del país y reiteró sus conceptos y críticas al ganador del Nobel de Literatura. Sus seguidores y amigos de años, lo custodiaban.
A los amantes de la futurología, y de cara a octubre, ¿dónde encontraremos a la clase media argentina en el cuarto oscuro? En una ciudad tan cambiante como Buenos Aires en donde De la Rúa y Ermán González fueron Gardel, que dice ser progre pero en donde arrasó hace menos de cuatro años Mauricio Macri, ¿qué decidirá hacer con la Argentina de los próximos cuatro años? ¿Podemos continuar hablando de clase media como un todo? ¿Acaso los hombres y mujeres que abarrotaron esa misma sala que gozó con Carta Abierta, no lo hizo con Vargas Llosa dejando a cientos de personas afuera, a la intemperie, contentándose con ver al hombre en pantalla gigante?
Somos más, decía la Alianza, hoy el kirchnerismo lo repite pero le agrega un lema discriminador: "Somos mejores. Somos los únicos".
Luis Gasulla