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Ernesto Sábato, el intelectual del oscurantismo

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LA HISTORIA QUE MUCHOS PREFIEREN CALLAR
LA HISTORIA QUE MUCHOS PREFIEREN CALLAR

Promover el oscurantismo es una elección personal que es antagónica al progresismo. El oscurantismo desprecia la ciencia, la justicia social, el librepensamiento, la distribución equitativa de la riqueza, la capacidad del individuo para tomar decisiones de modo independiente y, entre otros posicionamientos, apoya los movimientos políticos y sociales autoritarios.

 

La iglesia católica es el referente común del oscurantismo debido a que su influencia fue extremadamente preponderante en la Edad Media (la época “oscura”). Actualmente hay otras versiones de la ideología oscurantista, además de la iglesia.

En Argentina algunas de esas expresiones se manifiestan abiertamente en las organizaciones pro paramilitares que niegan el genocidio de la década de 1970 y que consideran que es injusto el juzgamiento de militares que asesinaron y torturaron en masa. Curiosamente son los mismos que piden la pena de muerte para el “pibe chorro”, para ellos cuanto más grave es el delito menor debe ser la pena. Otros, como Abel Posse, el fugaz ministro de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires designado por Maurizio Macri en 2009, también militan contra la sociedad desde la política y la función pública.

Estos personajes son un fiel reflejo del oscurantismo porque pretenden lo retardatario, anhelan "volver atrás" con las conquistas sociales o con los logros del conocimiento. En síntesis, quienes difunden el oscurantismo se oponen a todo lo que ilumina nuestra vida.

Raramente el oscurantismo es abordado abiertamente por intelectuales. Éste fue el caso de Ernesto Sábato, quién representó una retorcida manera de oponerse al bien común, inclusive respecto de los temas más sensibles de la sociedad.

Aunque a partir de la década de 1980 Sábato fue entronizado como un líder de los derechos humanos, por su protagonismo en la CONADEP y es considerado un referente de la cultura, la realidad es que se trataba de un lobo con piel de oveja. Como expresó Domingo Arcomano, Sábato logró que los argentinos aplicáramos como autómatas la memoria selectiva. Pocas veces en la historia podemos encontrar que un personaje siniestro sea considerado un ejemplo para la sociedad y que su figura sea valorada en función de valores antagónicos de los que siempre pregonó y practicó.

Ernesto Sábato apoyó las dictaduras militares de Argentina. En 1955 fue funcionario de la dictadura que se apoderó del poder asesinando opositores, la “Revolución Libertadora” del general Aramburu. Cuando fue derrocado el presidente Illia por el general Onganía, Sábato aplaudió diciendo:

“Debemos tener el coraje para comprender que han acabado, que habían acabado instituciones en las que nadie creía seriamente. ¿Vos crees en la Cámara de Diputados?” (Revista Gente 28-7-66).

Esta declaración no fue poca cosa viniendo de un intelectual reconocido, ya que la dictadura de Onganía fue particularmente feroz contra los escritores y científicos, dejando para la memoria de los argentinos la "noche de los bastones largos", un ataque a la Universidad de Buenos Aires. Nada dijo Sábato de esto, a pesar que tenía libre acceso a los diarios y micrófonos.

Más recientemente Sábato apoyó activamente la dictadura del general Jorge Videla. El acto que fue más público se trató de un almuerzo ocurrido el 19 de mayo de 1976 en la casa de gobierno tomada por asalto por Videla. Ese acontecimiento tuvo una cobertura mediática muy amplia y la intención que se supiera internacionalmente el apoyo de algunos intelectuales argentinos a una dictadura sangrienta. A la salida de ese acto político-mediático expresó:

“El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la modestia del presidente.” (La Voluntad. Tomo 3. Caparrós y Anguita) (Oportunismos y Responsabilidades. En: Rebeldía y Esperanza. O. Bayer) (La Nación, La Prensa y Clarín del día 20 de Mayo de 1976).

En algo tenía razón: Videla era de criterio amplio ya que secuestraba por igual a docentes, periodistas, sindicalistas, judíos, adolescentes, ancianos...

Como bien lo relata Osvaldo Bayer, más tarde el lobo se volvió a poner la piel de oveja e intentó justificar esa visita de apoyo al asesino serial como un reclamo de los colegas desaparecidos. Los otros comensales desmintieron esa versión de Sábato y, de hecho, relataron que el escritor propuso una comisión de censura para la televisión.

Sábato tenía acceso a publicar en los diarios de la dictadura, los mismos en que se informaba de “subversivos muertos en enfrentamientos” que todos sabíamos que se trataba de ejecuciones. En ésas páginas se refería al dictador como el “presidente”. Más tarde se defendería diciendo que Videla representaba el ala moderada de la dictadura, ¡moderada! ¿qué entendía Sábato por moderado?: desaparecer, asesinar, planificar un genocidio, torturar, robar viviendas y empresas, robar bebeés y mantenerlos con identidades falsas, hacer quebrar económicamente al país.

Si Sábato realmente hubiera sido un crítico de la dictadura habría aprovechado su acceso irrestricto a diarios y revistas. Sin embargo luego de su almuerzo con el dictador Videla dijo pocas palabras a la prensa y expresó que debería ser el mismo gobierno quién, a través de su Secretaría de Información Pública, informe sobre lo acontecido. Es decir, que Videla, Massera y Agosti den su versión de los hechos y Sábato las apoyaba como ciertas aún antes de ser publicadas. Esa versión fue publicada principalmente a través de los medios cómplices de la dictadura: Clarín, La Nación y La Prensa, los cuales diariamente daban noticias de muertes en enfrentamientos armados cuando en realidad se trataba de asesinatos de personas secuestradas. Estos medios eran socios de la dictadura y fueron beneficiados con el monopolio del papel de diario.

Uno de los textos memorables de Sábato en la época de la dictadura lo muestra desnudo en su ideología:

“La continuidad de Martínez de Hoz nadie cuestiona, pero a quien tampoco nadie respalda con mayor religiosidad que el Teniente General Videla. Exactamente eso: con un verdadero acto de fe hacia la gestión del ministro, lo que expresa, más que un acto político un apoyo virtualmente religioso.” E. Sábato en La Nación.

Sábato también podía salir y entrar del país con la libertad que muchos no teníamos. En la época de plomo visitó varios países de Europa en los cuales ocultó el genocidio y jamás denunció las desapariciones, ni siquiera la de sus colegas escritores o periodistas. Por el contrario, aprovechó para hacer propaganda al régimen dictatorial.

Osvaldo Bayer, en el exilio, relató cómo Sábato apoyó a la dictadura promocionando el mundial de fútbol de 1978 en varios medios, entre ellos se destaca una nota en la revista alemana Geo-Magazin, en la que describía a los argentinos como “del color de piel de los europeos” que “come como los italianos y viste como un inglés”. El intelectual argentino blanqueó los horrores de la dictadura al mismo tiempo que dejaba mal parados a los refugiados argentinos en Europa. Sábato era eficiente al momento de maquillar el genocidio: mató dos pájaros de un tiro.

Ya en democracia Sábato volvió a ocultar su verdadera personalidad, la que desplegó con impunidad en la dictadura. Fue convocado por el presidente Alfonsín para presidir la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). La conclusiones de la comisión quedaron recogidas en el llamado Informe Sábato o el “Nunca Mas. informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas”.

El prólogo del informe lo firmó el propio Sábato, entre otras cosas dice:

"... sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el período que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Únicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MAS en nuestra patria se repetirán los hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado..."

Es curioso cómo en un tiempo breve Sábato pasó de elogiar y apoyar a la dictadura a definirla como “el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación”. Es cierto y él fue un representante cultural de ese terrible drama. En la misma introducción aprovechó para incorporar la denominada "teoría de los dos demonios", que se puede sintetizar como la explicación intelectual del dicho popular “algo habrán hecho” donde se justifica el sistema de terror acusando a las víctimas que ya no se pueden defender.

También en democracia Sábato no dejó de apoyar a quienes acompañaron a lo peor de la dictadura militar, como cuando realizó una defensa pública del accionar del obispo Pío Laghi. Este obispo fue uno de los principales personajes que apoyaron la dictadura genocida en la línea del obispo Plaza y del cura von Wernich (hoy preso por delitos de lesa humanidad) y le brindaron "ayuda espiritual" a decir de Bayer: "en los momentos más crueles y cobardes de la represión" "bendiciendo las columnas del torturador general Bussi en Tucumán".

Pero Ernesto Sábato no fue un ser despreciable sólo por su apoyo a las dictaduras que le ofrecían almorzar con asesinos mientras desaparecían sus colegas y vecinos. Su producción intelectual en el campo del ensayo lo muestran como un líder del oscurantismo, y del cual se desprende su odio hacia la sociedad y el bien común.

Sábato es el neo-ludita argentino o el Schopenhauer criollo, tiene una larga militancia contra la ciencia y la razón, a pesar de su doctorado en física. Su pensamiento romántico lo expone en el ensayo La Resistencia, que supuestamente se configura como una defensa del ser humano y de la vida. Sin embargo se trata de un alegato contra la ciencia, la técnica, la razón y la solidaridad, y se encamina a favor del oscurantismo y del individualismo. Una de las grandes preocupaciones que plantea en este libro son los medios de comunicación y particularmente la televisión a la que el autor le otorga la causa de todos los problemas y que designa como “...el opio de los pueblos”:

“En todos los cafés hay, o un televisor o una radio a todo volumen. Si todos nos quejáramos como yo las cosas comenzarían a cambiar.” (pp. 15). Ni los desamparados, ni los sin techo, los hambrientos, pobres o explotados, el problema para Sábato era la TV.

No deja de cuestionar a la medicina “occidental” tildando de mito a la separación entre alma y cuerpo para tratar las enfermedades, a las cuales considera una moda que cambia según las ganas de los médicos, los cuales usarían la tecnología como un ritual:

“La medicina es una de las áreas donde puede verse una contraola que golpea esta trágica creencia en la abstracción.” ”Pero durante mucho tiempo subsistió en ellos (los médicos) el fetichismo por las máquinas, la razón y la materia, y se enorgullecían de los grandes triunfos de su ciencia, por el solo hecho de haber reemplazado el auge de la viruela por el del cáncer.” (pp. 24).

“Al fin de cuentas es más probable que una diarrea sea producida por el pavor de un conflicto personal que por no sé qué microbio de esos que están en boga.” (La Robotización del Hombre y Otras Páginas, 1981, pp. 16)

Con curiosas coincidencias con el anarcoprivitivismo Sábato pretende rescatar la sabiduría antigua, contraponiendo los valores pasados a los actuales:

“La vida de los hombres se centraba en valores espirituales hoy casi en desuso como la dignidad, el desinterés, el estoicismo del ser humano frente a la adversidad.” (La Resistencia, pp. 47).

A pesar de esta exaltación de lo antiguo se contradice cuando afirma que “La historia es el más grande conjunto de aberraciones, guerras, persecuciones, torturas e injusticias...” (pp. 129).

Al mismo tiempo argumenta contra la solidaridad y sostiene que la lucha por resolver los problemas no deben surgir de las acciones del Hombre sino de Dios o de fuerzas esotéricas:

“Otra frase de entonces, en la que nunca reparé como en este tiempo, era aquella de “Dios proveerá”.” “Tanto para la fortuna como para la desgracia, lo importante no provenía de ellos. También los valores surgían de textos sagrados, eran mandatos divinos.” “Cuántas veces les he aconsejado a quienes acuden a mí, en su angustia y su desaliento, que se inclinen al arte y se dejen tomar por las fuerzas invisibles que operan en nosotros.” (pp. 113).

Pero, su mayor esfuerzo lo hace al copiar a Nietzsche y a Schopenhauer para plantear como un valor negativo a los ideales del progreso (ciencia, razón, secularización) aunque proponiendo contraposiciones falsas: la ciencia vs. la vida, el arte y el mito. Sin embargo oculta que el arte o el mito no son disciplinas para adquirir conocimiento. Todo esto para denunciar que en nuestra sociedad la razón, la ciencia y la técnica están sobre valoradas, lo cual sería un condicionante del supuesto detrimento de lo subjetivo, los sentimientos, los afectos y las pasiones.

En un reportaje televisivo Sábato afirmó que:

“La inteligencia no sirve para nada. Sirve para demostrar teoremas, para fabricar un telescopio, para hacer cosas, incluso cosas así muy gigantescas como esos aparatos que usan los americanos ahora que mandaron un cohete a no sé donde para no sé qué.” “La ciencia y la técnica han servido para arruinar el planeta. Si este país, y en general nuestra civilización, se van a salvar, no va a ser por la ciencia, que lo único que ha hecho hasta ahora es destruir el planeta”. (Aldao. El Ojo Ecéptico 9/10)

Mientras que retoma esta idea en La Resistencia:

“Aquella ciencia que iba a dar solución a todos los problemas físicos y metafísicos del Hombre contribuyó a facilitar la concentración de los Estados gigantescos, a multiplicar la destrucción y la muerte con sus hongos atómicos y sus nubes apocalípticas.” (pp. 98). “Esta crisis no es la crisis del sistema capitalista, como muchos imaginan: es la crisis de toda una concepción del mundo y de la vida basada en la idolatría de la técnica y de la explotación del Hombre.” (pp. 99).

Con este discurso, netamente romántico, Sábato insiste en proponer causas falsas del origen de grandes problemas contemporáneos haciendo una exaltación de la ignorancia (“... a no sé donde para no sé qué.”) al mismo tiempo que distorsiona el concepto de ciencia, que es limitado y provisorio por definición, y a sus objetos de estudio que jamás incluyeron a la metafísica.

Reproduciendo las ideas de Heidegger, Sábato afirma que:

“La revalorización del mito, la vindicación de las cultura llamadas primitivas, el reconocimiento de los elementos a-lógicos son todos indicios de la forma en que se ha de superar esta crisis, la más grande, profunda y peligrosa que jamás haya enfrentado la raza humana.” (se refiere a la ciencia y a la técnica) (La Robotización del Hombre y Otras Páginas).

En un esfuerzo ingenuo Sábato asocia a lo que llama “civilización occidental” con guerras, dictaduras, enajenación del hombre, neurosis colectiva e histeria generalizada. En esto coincide con I. Berlin, y también con O. Spengler cuando usa el término “abstracción” como sinónimo de ciencia y cuando afirma que “Asistimos a una quiebra total de la cultura occidental. El mundo cruje y amenaza con derrumbarse.” (La Resistencia pp. 97).

Esta hostilidad de Sábato por la sociedad en la que vivía lo llevó a criticar con fundamentos falsos las características resaltantes de nuestra cultura. Las oposiciones falaces de su propuesta son: lo abstracto (ciencia) contra lo concreto (arte), la ciencia contra la religión y el mito, la razón contra la intuición, lo global contra lo local, el presente contra el pasado. En estas contraposiciones desprecia la diversidad del ser humano, y desconoce componentes naturales como la razón, la lógica o la capacidad de abstracción como propias de la cultura humana. En realidad todas estas propiedades de las personas coexisten sin conflicto con el arte, las sensaciones o el afecto porque no son opuestos sino parte de nuestra condición de ser humano. De hecho encubre que su longevidad es consecuencia de los avances tecnológicos y científicos del Siglo 20 (el ensayo “La Resistencia” lo escribió con más de 80 años).

Lamento no tener más ganas ni espacio para referirme a su obra literaria de ficción pero eso, estimado lector, seguramente lo encontrará en las demás necrológicas que exaltarán a Sábato.

 

Carlos Quintana
El Marplatense Escéptico

 

ALDAO C. 1994. Sábato y la imagen pública de la ciencia. El Ojo Ecéptico 9/10.

ARCOMANO D. 2008. Antes de que muera: Ernesto Sábato.

BAYER O. 1985. Pequeño recordatorio para un país sin memoria. Conferencia en la Universidad de Maryland. Rebeldía y Esperanza. Documentos Página 12 (2009).

BAYER O. 2009. Polémica Bayer-Sábato. Entredichos. Documentos Página 12.

CAPARRÓS M. , E. ANGUITA. 2007. La Voluntad. Ed. Planeta.

MONTERO H. Sábato, el escritor y sus demonios. Sudestada Nº 27 .

QUINTANA C., 201o. Señor Pata de Cabra. Crítica a la Sinrazón Pura. Libros del Espinillo.

Wikipedia: Sábato.

 
 

26 comentarios Dejá tu comentario

  1. Es una crítica resentida como tantas otras. Acá les dejo una que vale la pena, y contradice todas estas verdades sacadas de contexto bien al estilo de hoy en la televisión. UN MAMARRACHO! este artículo es serio http://ajr1958.blogspot.com.ar/2011/05/sinuosidades-de-ernesto-sabato-juan.html

  2. Imbecilidades escritas por un verdadero imbécil... lo bueno es que entre tanta confusión que refleja al hablar de las ideas de Sabato, por oposición las ideas de Sabato toman más fuerza, frente a tanta catarata de paparruchadas. Quintana Carlos, vuelva a nacer, y quizás pueda empezar a aprehender un poquito mejor la realidad más allá de su tecnocracia de burócrata dedicado a la escritura.

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