No es aquel ilustre guerrero púnico, terror de la república romana luego de la derrota de Cannas. Este hombre logró cruzar los Alpes italianos, sembrando el pánico en la ciudad eterna hasta que Publio Cornelio Escipión pudo doblegarlo en su propia tierra africana en la batalla de Zama.
Se trata, cuando no, del primer bastonero del oficialismo, el ministro del Interior Aníbal Fernández, quien anifestó que Raúl Castells “cuando empieza a ver que la gente lo acompaña, sus manifestaciones son netamente políticas y no tiene problemas en cortar (calles o rutas) y producir un lío que le genera un conflicto severo a la gente. La vocación de Castells no es trabajar. Tampoco se puede entrar alegremente a un casino, robarse once mil pesos e irse a la casa como si no hubiera pasado nada. No está bien, para eso hay un Código Penal”. El ex duhaldista devenido ministro de la cartera política de Néstor Kirchner, muy argentinamente se olvida que también existe un Código Penal del que zafó cuando, en noviembre de 1994, se llevó en el bolsillo al municipio de Quilmes. Acontecimiento que lo obligó a huir escondido en un baúl de un auto, pues los vecinos de dicha localidad lo querían linchar.
Pero no sólo por esto debería responder ante la justicia Aníbal Fernández. Desde sus andanzas en su terruño quilmeño, donde compartió un estudio jurídico con Meizner, número 2 de la AFA, los piquemontos del MTD-Evita que sembraron el pánico en Bernardo de Irigoyen y Carlos Calvo, el bombazo que estalló en Plaza de Mayo el 20 de diciembre de 2003, hasta los extraños sucesos de la Legislatura porteña del pasado 16 de julio.
Por supuesto, nunca admitió nada de estos hechos y fiel a su estilo frontal, señala la paja en el ojo ajeno. No contento con su afán de enfrentarse duramente a aquellos que no comulgan con el evangelio pingüinero, su ministerio está implicado en hostigamientos sistemáticos contra medios periodísticos independientes. Uno de ellos es
Un cuadrazo
En pantalla y ante los micrófonos, el segundo de los gemelos no reconocidos Fernández se desgañita por no mostrarse como violento. Cuestión que le debe costar un considerable esfuerzo, ya que en ocasiones se percibió como de sus ojos brotaban llamitas de indignación. Ante Luis Majul por poco pierde la paciencia, hastiado seguramente del viraje antioficialista del pícaro Turquito. Además, mucha gente lo mira con cierto temor, siendo considerado por algunos adversarios políticos como “un cuadrazo”. Pero no puede con su genio, y habitualmente tiende a irse de boca.
Para Elisa Carrió constituye un impresentable, un “chico inculto carente de modales”. Pero Aníbal Fernández esto no le importa, puesto que representa fielmente el papel del malo en el entorno kirchnerista y muestra además una vertiente intelectual. O sea, es un alto funcionario bifronte, que por un lado oficia de cancerbero y por el otro recopila discursos de Evita y lee a los clásicos. No es cuestión de auto encasillarse.
Los consejos del doctor Fernández
“Los piqueteros tienen que ir a laburar, esto es lo que hay que hacer, dejarse de embromar con estas cosas. Aunque no sea trabajo genuino como uno estaría buscando, podrían encontrar (empleo) en cooperativas, en huertas, en panaderías o en un montón de cosas”, puntualizó Aníbal Fernández el fin de semana pasado en Radio Mitre.
Poniéndose el sayo de consejero, se cuidó muy bien de mencionar que las “cooperativas, huertas, panaderías” muchas veces se ven obturadas pues el Ministerio de Desarrollo Social les niega o les retrasa partidas de alimentos y elementos indispensables para su funcionamiento, por el sólo hecho de no pertenecer al elenco de amigos del gobierno. Se le podría invitar a que realice una recorrida por estos emprendimientos, pero no por aquellos que pertenecen a los socios de Barrios de Pie o la Federación de Tierra y Vivienda, afín de que tome debida cuenta de semejante discriminación.
Tampoco menciona, no se pretende que se convierta en bonzo tampoco, que los mismos en ocasiones son saboteados por punteros o lúmpenes todo servicio; como Guillermo Villar de la villa 21-24. Cabe recordar que en caso de la Comisaría 24 de La Boca, no mencionó ni una pizca acerca de las conexiones del asesino Duarte, así como tampoco de la zona liberada que facilitó el crimen del Oso Cisneros.
Va para adelante cuando se siente molesto, pero ante ciertas cosas se le escapa la tortuga o tira la pelota afuera. No obstante, es todo un soldado de K, bien plantado ante las críticas y los denuestos e inasequible al desaliento. Como siempre tan obediente, pretende que el jefe del Ejecutivo lo premie con un bocado suculento. Desde la autoeyección de Gustavo Béliz intenta conseguir el regreso del área de Seguridad a la órbita de Interior, cuestión que dará mucho para pensar si se concreta puesto que controlará las policías, así como Prefectura y Gendarmería.
Jefe Gorgory de Springfield, volvé que te perdonamos.