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Democracia hueca

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KIRCHNER Y LAS ENCUESTAS TRUCHAS
KIRCHNER Y LAS ENCUESTAS TRUCHAS

   Cicerón estaba podrido. Catilina, su principal adversario en el Senado romano, tenía la palabra y no la soltaba por nada. Revolviéndose incómodo en su sillón, pensaba cuántos sestercios había puesto para que los restantes senadores lo escucharan sin hesitar. Pues Catilina, si bien carecía de ciertos talentos, lo compensaba con una fortuna en metálico y eso abría muchas puertas en Roma (y no sólo en la ciudad de las siete colinas, por cierto).
    Cuando por fin tuvo la palabra, Cicerón pensó en ir directo al punto; haciendo hincapié en que el ambicioso ricachón le había horadado algo más que la paciencia. “Catilina, ¿hasta cuándo vas a abusar de nuestra paciencia?”, se preguntó, comenzando así  uno de los alegatos políticos más fascinantes de la historia.
   Mucho más acá en el tiempo, en tierra argentina, el primer mandatario Néstor Carlos Kirchner, aquejado quizá por el síndrome del 22 %, deja de lado el slogan de Sprite (“la imagen no es nada, la sed es todo”) y compra índices de popularidad a mercachifles maquilladores de la realidad. Este ríspido tema, el de las encuestas truchas, fue lanzado desde este sitio la semana pasada, investigado por Noticias en su edición del viernes 20 y dio pie para una denuncia penal contra el oficialismo, elaborada por el abogado Juan Carlos Iglesias.
    Embretado por el alza de la delincuencia (cada vez más profesional, dado su conexión con elementos policiales y de inteligencia), sugestionado por la presión cuerpo a cuerpo del FMI, nadando en el lodazal del absurdo luego de la bravata de los casetes (a las puertas del regreso de la causa AMIA a fojas cero); busca por todos los medios una bocanada de aire fresco para oxigenar sus contraídos pulmones. Por eso, recurre a los consabidos golpes de efecto para no caer de la portada de los matutinos. Como anunciar un inminente aumento de salarios y de jubilaciones, dibujar favorables índices macroeconómicos, otorgarle en bandeja de plata la crucial área de Seguridad al cuestionado e hipercuestionador Aníbal Fernández, convocar a una marcha réplica el miércoles próximo para opacar a la de Blumberg, o denostar a los desocupados alegando que estos no quieren laburar. Pero la realidad, que según Juan Domingo era “la única verdad”, se yergue detrás de toda esta sarta de bravatas y le apunta su dedo helado directamente a la frente del supremo Pingüino Neki.


Todo por los números

   El Turquito Luis Majul retornó al aire el domingo 22 de agosto, luego de un sugestivo faltazo una semana antes. El mismo día, sorprendió a moros y sarracenos un encendido elogio de Julio Blanck, en el matutino Clarín,  a los gemelos no reconocidos Fernández, tachándolos incluso de “guerreros”. ¿De dónde?. Mientras que Aníbal, como se puntualizó en este sitio, huyó escondido en el baúl de un auto, Alberto negó su pasado nazionalista en las huestes de Alberto Assef, hasta que Noticias lo mandó al frente con fotito y todo.
    Mirando de ojito a su competidor Hora Clave, Majul intentó pasar al frente con un reportaje al recientemente liberado Gabriel Gaita, desde su casa, mientras en el estudio lo escuchaba atentamente Luis Patti. Hosco y ceñudo como siempre, el ejecutor de Cambiasso y Pereyra Rossi largó una bomba que seguramente tendrá efectos colaterales. “Si el gobierno no controla a los delincuentes, la sociedad puede pedir un golpe de estado”. ¡Glup!. Ante semejante exabrupto, su admirador Majul no dijo ni pío.
    ¿A qué sociedad se refería el ex súper policía fuera de orden? ¿A la gente decente que añora el orden de la mano dura, y la paz de los cementerios de Blumberg & Susana Garnil? Y para no quedar fuera de este circo de demencia, el citado Aníbal Fernández busca saturar las calles capitalinas y bonaerenses de efectivos policiales. El sempiterno remedio, que nunca condujo a nada y menos a que disminuyan los índices delictivos.
    El oficialismo, la corporación mediática y la gente decente bailan frenéticamente al compás de la alienada danza de los números. Mientras tanto, llora Cicerón con una botella vacía de tinto a su lado, cuando en FM Tango el filósofo Discépolo canta eso de “que falta de respeto, que atropello a la razón”.

 

 Fernando Paolella

 

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