Son innegables los excelentes índices económicos existentes en el país desde el año 2003. La economía desde la asunción del matrimonio Kirchner al gobierno, ha crecido en forma sostenida, con tasas similares al crecimiento de los países asiáticos, con un
Es sin duda alguna, el período de crecimiento más sostenido de la historia de nuestra Patria. Además casi todos los índices y parámetros de medición económica son ampliamente positivos: la balanza de pagos, la balanza comercial, la reducción de la deuda externa, el porcentaje del la deuda externa en el PBI, las reservas del BNA, etc.
Los números macroeconómicos son casi todos muy alentadores y la recuperación con la que empezó el año 2010 sigue afirmándose y ya llegó a los niveles previos a la crisis, a finales de 2008.
Podemos afirmar que la actividad económica argentina sigue firme, pese a que en los últimos años, aparecieron algunos indicios que se pueden considerar como un anuncio de gravísimos problemas en el futuro, pero que no son objeto de esta nota.
Esta bonanza económica no es fruto de la política de los Kirchner, sino de un escenario mundial con condiciones económicas internacionales realmente excepcionales para el país.
Este verdadero record de crecimiento, se debe más a factores totalmente ajenos a las medidas gubernamentales. Entre ellos, a una creciente y expansiva tendencia positiva de la economía mundial, al bajísimo nivel al que había alcanzado la economía argentina en la crisis del año 2001 (era difícil caer más abajo) y el posterior efecto rebote, a la depresión de los salarios y a la cada vez más creciente demanda de los productos tradicionales que exporta nuestro país, en particular de granos y cereales.
Pero lamentablemente, ese crecimiento sostenido fue demagógicamente dilapidado y despilfarrado y las urgentes y prioritarias medidas que el gobierno debería haber adoptado, ya muchos años atrás, en cuanto a inversión en infraestructura y reformas administrativas, fueron postergadas “sine die”.
El pésimo manejo de la administración económica, el uso de esa enorme cantidad de divisas que entraron en el país y que podrían haber desarrollado y modernizado la infraestructura productiva de nuestra Nación, fue utilizado en medidas con fines partidarios, decisiones populistas y demagógicas y carcomidos por la voraz e insaciable corrupción existente.
En otras palabras esa bonanza económica, ese crecimiento sostenido, no se tradujo en desarrollo.
Hemos crecido no por los Kirchner, sino pese a los Kirchner, pero en vez de desarrollarnos, hemos involucionado.
En vez de haber volcado los esfuerzos en invertir y en desarrollar al país, abriendo el círculo virtuoso de la economía con sus consiguientes beneficios, producción, empleo, comercio, consumo etc., acostumbró a los estratos de los niveles económicos más deprimidos, a vivir de la ayuda estatal y a la mayoría de la clase media la anestesió con el consumismo a largos plazos de pago.
Pero el peor drama que desarrollo la política gubernamental fue el fomentar con decenas de de miles de millones de pesos en subsidios, la cultura de no poner esfuerzo para obtener un rédito. En otras palabras, en recibir dinero, sin un esfuerzo personal como contraprestación.
Más claro aún, en recibir dinero sin trabajar.
Si bien no es lo que reflejan las estadísticas oficiales, se estima que en
Y de los ciudadanos que trabajan casi la mitad lo hace como trabajo no registrado. Lo mencionado en los párrafos anteriores trae aparejado otro problema que pocas veces es tratado por los medios.
Definitivamente, los subsidios mantenidos en el tiempo y las actuales políticas perpetúan la pobreza.
Esta política oficial de otorgar subsidios indiscriminados, está convirtiendo a gran parte de la ciudadanía, en una legión de desempleados dependientes del favor del poder de turno, sin capacidad para insertarse posteriormente en el mercado laboral, en un escenario cada vez más exigente y competitivo.
Concretamente se convierten en la clientela política cautiva del gobernante, quien los utiliza para sus propios fines políticos.
Pero este hecho trae aparejado otras consecuencias en el plano psíquico de los individuos, uno de los cuales es la afectación en la autoestima.
En forma muy sucinta, la autoestima es la percepción evaluativa que una persona tiene de si mismo. Constituye una necesidad psíquica del ser humano que comprende el aprecio que uno siente por uno mismo y el respeto y estimación que se recibe de otras personas.
Indudablemente, en las personas adultas, la posibilidad de trabajar, de poder satisfacer mediante el producto de su trabajo sus propias necesidades y las de su familia, es uno de los factores fundamentales que hace o influye en la autoestima.
Desde la perspectiva teológica,
Inclusive en
La autoestima está directamente relacionada con la dignidad. La persona que vive de las dádivas oficiales difícilmente pueda mantener su dignidad. El tener conciencia que debe esperar el favor de un tercero, en este caso del Estado, para subsistir y mantenerse a si mismo y a su familia, genera graves conflictos de conducta y lleva a la frustración con su nefastas consecuencias.
Las millonarias cifras de dinero que el kirchnerismo destina a los subsidios, no solo en subsidios personales, sino también a diferentes servicios y actividades, genera un gravísimo problema, encadenando a
Los que viven de los subsidios seguramente ingresarán en la “generación perdida” según los llaman algunos analistas. Son jóvenes que reciclan y multiplican la pobreza en que nacieron y criaron y que están condenados a permanecer en ella.
El actual manejo de la economía implementada desde el año
Es difícil imaginar lo que hubiéramos crecido, y en que nivel estaríamos actualmente, si no hubiera existido la maraña de trabas oficiales y semioficiales montada torpemente por el kirchnerismo, que freno esta situación tan favorable.
¿Será por el conocimiento inconsciente de esta situación, que nuestra sociedad vive crispada, malhumorada y con un pronunciado hartazgo del famoso modelo ¿¿?? de “acumulación de matriz diversificada con inclusión social”?
Alfredo Raúl Weinstabl