El que está sentado mantiene su silla. Los aparatos funcionaron excepto en Catamarca, dicen los analistas. O en la provincia de los Saadi su aparato fue más grande que el oficialismo. Es una posible lectura. Otra es que el ciudadano está asqueado, hastiado y harto de la prepotencia y la soberbia gobernante. Mauricio Macri arrasó en todas las columnas. No ganó en primera vuelta porque es más difícil, según la constitución porteña, ser jefe de Gobierno que presidente de todos los argentinos. Lo que la política desune, el electorado unió. Un voto de apoyo a una forma de entender la política (sea cierto o no, en las apariencias y en los discursos, Macri es más PRO que La Cámpora) y un voto freno al “vamos por todo”. También ganó el aparato pero otro aparato cayó estrepitosamente.
Si con la fenomenal campaña previa entre tres candidatos —Amado Boudou, Daniel Filmus y Carlos Tomada— con la presencia incesante en los medios gráficos, televisivos y afiches en vía pública, el candidato del gobierno nacional apenas alcanzó el 27,8% de los votos y la cara del legislador más famosa de la ciudad solo llegó al 50% de esos votos, está claro que el resultado es aleccionador. No lo entendió el gobierno nacional para cual “no hubo ganadores ni perdedores, hay balotaje” como afirmó el jefe de gabinete. Pino Solanas mantuvo un caudal importante de votos a pesar de la fuerte polarización y el resto de las listas pasaron vergüenza. Los líderes nacionales evitaron la cara de la derrota y se encolumnaron detrás de Mauricio Macri, excepto Elisa Carrio aunque de forma tibia. Si estaba tan claro que la elección se polarizaría, ¿para qué presentaron listas a Jefe de Gobierno? Detrás de las tres grandes fuerzas, solo la Coalición Cívica logró introducir un legislador. Ni Jorge Telerman con una fuerte presencia mediática pudo ingresar a la legislatura. Ni hablar de Javier Castrilli, Ricardo López Murphy, ni los candidatos de Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde.
El resultado no asegura la derrota de Cristina Fernández de cara octubre, como afirman esperanzados muchos analistas, pero sí confirma una tendencia. El panorama no es tan alentador como suponía el oficialismo. Cuatro pueden llegar a ser las derrotas continuas que le esperan al cristinismo. Hoy dependen más que nunca de la suerte de Daniel Scioli a quien han intentado vaciar de poder constantemente. Algunos mitos comienzan a caerse.
El domingo fue una jornada pacífica en donde el ciudadano votó sin mucho fervor. No se escucharon festejos. El votante de Macri no es fanático y la procesión va por dentro. El temor a una victoria del gobierno nacional, permitió a Macri sacar el porcentaje más alto en su historia, dato que en el bunker de campaña de Filmus evitaron mencionar como así tampoco la dura derrota.
Mi vecino, taxista de ley, escucha horrorizado las anécdotas que le relato de mi visita en Resistencia, provincia del Chaco. Feudos, sobreprecios, corrupción y esclavitud. “40 mil dólares en el casino, con esa plata me compro algo para vivir”, reflexiona. Sin embargo, el razonamiento de escandalizarse por la corrupción no lo traslada en el voto. “Vote a Filmus, hay que sacar a este vago”. Para el ciudadano de a pie, todos son chorros y el discurso “botón”, de denuncia, es mal visto y es sinónimo de la locura: “Esta loca la gorda, las denuncias nunca llegan a nada”.
Conclusión personal a menos de 120 días del día decisivo: si se polariza la elección de octubre, los grandes beneficiarios serán “los que saben y pueden agarrar el fierro caliente” (Duhalde) o “los moderados” (Alfonsín). Otras opciones la propia sociedad las borrará del mapa electoral.
Ir a un balotaje entre Macri y Filmus, es triste. En octubre elegir entre Cristina y Duhalde o Alfonsín también lo puede ser. La historia se repite y el voto contra alguien es más fuerte que todo.
Luis Gasulla
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