Seguramente los argentinos, y muy en particular los porteños, estamos vacunados casi inmunizados contra la charlatanería del oficialismo en referencia a informaciones, comentarios y expresiones públicas de los funcionarios del Gobierno, muchos mendaces, inexactos, tendenciosos o sencillamente falsos o engañosos.
En realidad ya habría que sorprenderse, ya que esta característica del kirchnerismo lleva casi ocho años y hace que por acostumbramiento no se reaccione como correspondería.
En su soberbia, los funcionarios subestiman y menosprecian a los ciudadanos.
Hay un apotegma que dice que la mejor forma de liderar es mediante el ejemplo. Esto constituye una verdad irrebatible.
En una organización verticalista como lamentablemente es la del actual gobierno, el mal ejemplo, el pésimo ejemplo en el más alto cargo, sea seguido por los niveles más bajos.
En el más alto cargo, la presidente, Cristina F. de Kirchner, a lo largo de toda su gestión se caracterizó por sus numerosos soliloquios en los cuales abundó de innumerables inexactitudes, algunos pocos errores de buena fe, pero la mayoría buscando manipular, engañar y tergiversar la realidad existente y su particular enfoque de algunos aspectos que le interesaba destacar.
En aras de la brevedad de esta nota no es necesario detallar la extensa lista de mentirillas, equivocaciones y burdas mentiras, algunas verdaderamente cómicas o ridículas, que la presidente expresó sin tapujos.
Desde el famoso cuento chino de la gigantesca inversión del país asiático en la época del gobierno de su esposo, el famoso tren bala, los planes “…para todos”, el pan a $2.50 el kilo, las virtudes de la carne de pollo, el efecto afrodisíaco de la carne de cerdo y así muchísimos ejemplos más, entre ellos los valores absolutamente tergiversados de los parámetros socio económicos del país.
La última barbaridad que expresó fue cuando mencionó “…Hace 10 años estábamos lanzando piedras y hoy lanzamos satélites…”. Simplemente recordemos que en la década del 90 la presión internacional nos obligó a desmantelar un excelente sistema balístico, probablemente único en el mundo, denominado “proyecto Cóndor”. Subestima u olvida el elevado nivel tecnológico de nuestros científicos desde ya hace muchísimos años.
Todo ello demuestra cómo subestima y trata a los habitantes como si no tuviesen dos dedos de frente para analizar la información que recibimos.
La derrota en los comicios de la Ciudad de Bs. AS. hace que muchos funcionarios oficialistas digan lo primero que les viene en mente si medir las consecuencias.
Un funcionario que tiene perfecta sintonía con la presidente, no por concordar con ella, sino por el deseo de complacerla, es el jefe de Gabinete Aníbal Fernández.
Entre sus numerosas tareas está la de constituirse como uno de los principales voceros de Cristina.
Recordemos que este personaje que alguien tildó de “perrito faldero”, uno de los tantos que hay en este Gobierno, se caracteriza por su sumisión, y complacencia para satisfacer los menores deseos de la presidente.
El lunes pasado, en su incontinencia obsecuente, Fernández expresó algunos conceptos absolutamente fuera de lugar y verdaderamente ofensivos para los porteños.
Agredió a Mauricio Macri como ya es una constante cuando habla de él, a algunos medios periodísticos porque “se pusieron del lado” y le dieron “protección”, ya que “taparon una gestión que es espantosa” y porque es “un candidato procesado por escuchas ilegales”.
Pero el verdadero exabrupto ofensivo cuando se dio cuando expresó que "…no me llama la atención que la Ciudad se parezca" al jefe del PRO, en razón de que "nunca vi a nadie que le importara tan poco un gobierno" como al habitante de la Capital.
También agregó que “los pueblos tienen los gobiernos que se le parecen", al parafrasear al dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht.
La primera parte de su exabrupto es una clara ofensa directa a los porteños.
La segunda parte, si bien se puede no estar de acuerdo, los argentinos no tenemos el gobierno que merecemos en virtud que el gobierno desde el 2003 nos fue birlado y escamoteado, mediante maniobras de dudosa legitimidad y cercanas al delito.
Llama la atención que este empleado, que por su incapacidad e inoperancia, constituye un verdadero y pesado lastre para el Gobierno, aún no haya sido silenciado como lo fue el canciller o directamente echado por la presidente por la permanente torpeza evidenciada en la mayoría de sus expresiones y actos de gobierno.
Alfredo Raúl Weinstabl