En la década del ’60, algunos varones, para lograr relaciones sexuales pedían una “prueba de amor”. Esto consistía en decirles a las chicas, “si te acostás conmigo, recién te creeré que me querés”, disminuyéndose, ellos mismos, al proponer una relación basada en el apriete y la obligación y no en el placer, cuestión que el alborotado, embalsamado por su egoísmo, jamás lo advertía.
Está claro que a más de haber sido una de tantas especies de avivadas criollas, esta trampa estaba fundada en una ideología mezclada de machismo con estupidez, embadurnada con incapacidad para lograr afecto por otros medios. Dicha conducta, ocultaba una época en dónde ni siquiera se planteaba la conquista amorosa, sino su necesario apareamiento devenido de una especie de “necesidad fisiológica” irrefrenable.
En aquellos tiempos se tenían como verdad también otros mitos que siempre por supuesto, beneficiaban al sexo masculino, tales como: “el varón no debía mirar el batido del huevo por que se cortaba la mayonesa” (esto lo excluía de tener que cocinar), o “que no se lo podía hacer desear comida por que se le rompía la hiel” (lo que demostraba que a él, nunca se le podía negar ni contradecir en nada), hasta la tremenda contingencia, que ninguna mujer debía provocar sin completarla, ya que: “al varón nunca se lo debe dejar así” (¿?)
Todas estas zonceras que de a poco se fueron quedando en el subconsciente colectivo de algunos, donde para ellos la mujer y todo lo que se deriva de ella debe ser sirviente de la inmediatez del dolor, del potencial estallido desafortunado, de vaya a saber qué parte del cuerpo del pobre hombre. Desgracias éstas, que ellas debían estar siempre dispuestas a impedir.
De ello tan sólo quedan reminiscencias, estimuladas, por personajes que quieren explicar a la gente, por qué los prostíbulos son necesarios. Aunque usted no lo crea, esto fue escrito en la República Argentina, en el año 2010.
"La prostitución no es la mejor manera de prevenir violaciones", le contestó el embajador.
Desde el punto de vista jurídico, muestran estos dichos, una incuestionable “apología del delito” toda vez que cualquier agresor sexual, más si es “petrolero”, o trabajador en alguna “industria”, podría pedir ser sobreseído sin culpa, por cuanto violó a una mujer, forzado, por no “tener un lugar dónde gastar su dinero”. Y a esta imbecilidad, que regocija a una especie en extinción de machos fanfarrones, las siguen publicitando en libros "zonzos" que nadie lee.
Por estas horas, diferentes organizaciones de DDHH realizan planteo jurídico para impedir la reapertura de las "casitas de tolerancia" en Santa Cruz, mientras piden que la Justicia investigue y realice más acciones contra la trata de personas.
Julio César Ruiz
Fundación Adoptar
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