Es necesario señalar, con respecto a la Tierra, nuestro querido, (para muchos malquerido) planeta, las amenazas que se ciernen sobre el transitorio equilibrio de los procesos universales, con el añadido de los peligros de gran magnitud que acechan a todo nuestro sistema solar entero.
Nuestro sistema solar se halla navegando en un espacio lateral de nuestra galaxia Vía Láctea, entre sus brazos espirales. Hay espacio suficiente para su veloz desplazamiento (la velocidad del Sol es de 200 kilómetros por segundo). Sin embargo, se ha calculado que nuestra estrella más cercana (el Sol) que nos da la lumbre y la vida, ha entrado y salido muchas veces de los brazos espirales. Dentro de estos brazos, es posible que encuentre a su paso una mayor densidad de materia cósmica. ¿Qué puede ocurrir si nuestro Sol se lleva por delante masas de nubes de materia interestelar?
Puede incrementar su propia masa por adición gravitatoria de partículas, lo cual significaría un desequilibrio que afectaría a todo el sistema solar. Incluso se formarían nuevos planetas con el material hallado al paso. Además la Tierra entraría en un periodo de glaciación tan intenso que su atmósfera e hidrosfera se transformarían en un bloque de hielo que imposibilitaría la continuidad de la vida.
Esto sucedería porque el Sol se vería opacado por la densa nebulosa gaseosa o nubes de polvo interestelares.
Hoy se habla de cuásares, ventanas negras y antimateria, cosas que se desconocían o apenas se sospechaban no hace mucho tiempo.
Puede que los cuerpos de antimateria del espacio capaces de colisionar con la materia para aniquilarla, sean improbables. Puede que las ventanas negras (pozos o agujeros negros), sean tan sólo hipotéticos, pero lo cierto es que la astronomía se ha encontrado de pronto, ante hechos inquietantes que han borrado totalmente la imagen de paz, armonía y orden del universo de galaxias, y si nuestro sistema solar se halla aún incólume a pesar de todo, es por mera casualidad, ya que pudo haberse formado en alguna zona peligrosa de la Vía Láctea o haber aparecido en otra galaxia de comportamiento violento.
Ciertamente, estamos aprovechando (hablando en tiempo cósmico) un momento de relativa calma de la vida de nuestro sistema solar. No siempre ha sido así en el pasado, ni lo será en el futuro.
Existe cierta garantía de estabilidad por un lapso cósmico breve, dada la ubicación del sistema en la galaxia según cálculos astronómicos de hoy día, pero no sabemos aún con seguridad a qué peligros estamos expuestos.
La mansedumbre de nuestro Sol es relativa; no sabemos a ciencia cierta si algún agujero negro del espacio exterior podría incursionar en nuestra área para succionarnos violentamente y comprimir toda el masa solar y planetaria a volumen casi nulo, para entonces hacernos desaparecer de escena; ni sabemos si en el centro de nuestra galaxia alguna vez se podría desencadenar una violenta catástrofe que nos tocaría de lleno. Catástrofe quizás ya producida, con efectos nocivos que estarían por llegarnos, pues muchos violentos eventos se hacen perceptibles sólo al cabo de miles de años de haber ocurrido. Por ejemplo, la distancia que existe desde el Sol hasta el centro galáctico es de 30.000 años luz, esa es precisamente la cantidad de años necesarios para que el efecto de alguna titánica explosión originada en el centro galáctico, nos alcance.
Aún una “miniventana negra”, podría causar estragos en las órbitas planetarias a su paso, o chocar con el Sol y quedar atrapada en su centro por la gravitación solar, haciendo que nuestro astro se hundiera en ella para desaparecer.
Supongamos también que un “trozo” de antimateria proveniente de algún grupo galáctico compuesto por ella misma, incursionara en nuestro sistema solar. La aniquilación sería mutua. El Sol y su cohorte de cuerpos esferoides quedarían reducidos a la nada.
Un estrella supernova que estallara en las proximidades de nuestro Sol, también podría arrasar todo nuestro sistema planetario.
Las posibilidades de estos eventos son puramente especulativas, pero, ¿acaso existe seguridad alguna de que no puedan transformarse en nefastas realidades?
Nada garantiza nada. Las colisiones de los astros son posibles, los enlaces entre los soles también, los estallidos de estrellas se pueden observar mediante los telescopios, al igual que la desaparición de materia y el “canibalismo galáctico”. Lo que parece ser eterno, puede tornarse efímero; el accidente es el común denominador en el universo de galaxias, porque éste posee naturaleza dinámica y descontrol.
Si todo estuviese controlado por alguna “potencia celeste” como la que imaginan los seudocientíficos denominados teólogos, entonces nuestro sistema solar sería inmune a los embates anticósmicos (eventos desordenados), pero basados en los hechos que observa el astrónomo, que ocurren en todos los rincones del universo, nos es posible calcular que también pueden ocurrir en nuestras cercanías.
Con más razón, desde cuando nuestro Sol, al arrastrar su cohorte de pequeños cuerpos esféricos, puede penetrar en zonas peligrosas como el centro galáctico en donde existe una gran agitación y densidad de estrellas. Allí los planetas podrían ser incluso arrebatados por otros soles, y desintegrarse así el sistema.
Todo esto nos está indicando, lamentablemente, que nos hallamos totalmente desprotegidos, y que ningún dios nos puede garantizar inmunidad alguna en nuestra galaxia plena de peligros, como los “locos” aerolitos, cometas y otros cuerpos y radiaciones que nos pueden hacer papilla en cualquier momento, porque los dioses, terminantemente ¡no existen!
Y más aún, la moderna cosmología, nos está indicando a las claras que nos hallamos totalmente desprotegidos en el concierto universal, sin garantía alguna por parte de cierta “Providencia” que “nos quiere bien”, según se dice inocentemente en el ámbito de la pseudociencia denominada teología con pretensiones de cultivar una ciencia teológica que, a todas luces, a los ojos de los cosmólogos y de la razón, se trata tan sólo de una pseudociencia más de las numerosas que abundan por ahí navegando en aras de la fantasía.
Ladislao Vadas