El Censo 2010, de a poco, está dejando ver una Argentina real donde se dilapidó casi una década de precios inmejorables para nuestros productos a nivel internacional.
Tuvimos los mejores términos de intercambio en 200 años de historia, superando situaciones únicas como la primera y segunda guerra mundial y la crisis del petróleo tras la guerra del Yom Kippur en 1973.
Desperdiciamos la gran chance de utilizar una gigantesca masa de dinero para generar infraestructura e inclusión.
Repasemos sólo cinco indicadores que surgen de la consulta masiva del año pasado (son espantosos, a pesar del maquillaje que seguramente debe haber operado el Indec sobre los mismos).
1) El 60% de los hogares argentinos aún no tiene una computadora. Si se lo compara con los números de 2001, se nota un crecimiento muy poco significativo, ya que: diez años atrás, el 20,5 por ciento de los hogares tenían un ordenador.
Los países desarrollados tienen una inclusión digital cercana al 90 por ciento de su población.
2) En la Argentina, las viviendas suman casi 14 millones, pero 500 mil de estas unidades habitacionales son ranchos o casillas.
El Censo Poblacional oficial del año pasado ya reconocía un déficit de 3,8 millones de casas, medio millón de unidades más que en el 2001.
Una regresión más pero, en este caso, sumado a que quién debía construir la gran mayoría de las viviendas sociales era nada menos que el ladrón de Sergio Shocklender.
3) En nuestro país, más de 4,5 millones de personas dependen de una garrafa para cocinar o calentarse.
Sólo el 56 por ciento de los compatriotas tiene gas de red.
En una década, en lugar de tener menos familias dependiendo de una garrafa de combustible licuado, tenemos un 20 por ciento más de pobladores sin gas natural que en el 2001 (estamos hablando de 800 mil personas más).
Según el Indec, en la ciudad de Buenos Aires sólo 71 mil familias usan gas licuado (el siete por ciento de los porteños), pero en provincias como Formosa, Chacho, Corrientes y Misiones, a las que nunca se les cumplió el sueño del Gasoducto del NEA, la carencia llega al cien por ciento de la sociedad.
Cruzando la General Paz, las cosas también se complican, ya que un millón de familias (una de cada tres viviendas) debe pagar entre 150 y 200 pesos mensuales en concepto de garrafas ya que nunca les llegó la cañería correspondiente.
4) Uno de los datos más dramáticos es el de las casas con servicios de cloacas que en el 2001 sumaban el 48 por ciento y, luego de casi una década de crecimiento, apenas llegan hoy al 53 por ciento.
¿Cómo es posible que ciudades enteras como José C Paz, donde gobierna el impresentable Mario Ishii, no tengan ni un uno por ciento de casas con servicio de cloacas?
5) Más de cinco millones de personas se enfrentan cada día a problemas para conseguir agua potable.
Estas dificultades para acceder al suministro de red se deben a que el Estado no logra garantizar la cobertura total al 100% de la población.
De acuerdo al censo 2010, 1.134.555 hogares consumen agua con bomba de motor; 23.307, con bomba manual; 109.811, sacan del pozo sin un dispositivo específico; 28.407, por sisterna; y 27.066 consumen agua de lluvia o de cursos de agua naturales. En total, el 16% de las casas de nuestro país no tiene agua de red.
Por último, aunque no aparezca en el Censo 2010, basta agregar que la Argentina necesitará varios años para integrar el territorio con una red moderna de caminos que una todas las provincias.
En total, hacen falta construir 1.300 kilómetros de autopistas por año, cuando sólo se construyen 26 kilómetros en promedio, según un estudio de la Fundación Metas Siglo XXI (FM), que promueve la construcción de una Red Federal de Autopistas.
“A este ritmo, necesitamos 440 años para integrar el territorio con una red que una todas las provincias”, dijo Osvaldo Ottaviano, director de FM.
Se llega al ridículo que una provincia como San Luis, que tiene un presupuesto cien veces menor que el Estado Nacional, haya construido en la última década más trayectos de autovías que la Argentina (820 km en tierras puntanas contra poco más de 600 km de los Kirchner).
Y, ¿dónde está el dinero?
Según IDESA (Instituto para el Desarrollo Social Argentino), en el año 2010 se llegó a un nuevo récord de $115 mil millones de subsidios a cargo del Estado Nacional.
El 60% de ellos (unos setenta mil millones de pesos) no fueron asignados directamente a personas sino que se administraron a través de intermediarios (empresas públicas, privadas u ONG).
Con este mecanismo se eluden controles, porque cuando los fondos públicos se otorgan a intermediarios para que éstos realicen las contrataciones y seleccionen las personas, no sólo se potencian los riesgos de “capitalismo de amigos”, sino que se generan también oportunidades irresistibles de corrupción.
El intermediario, operando al amparo del derecho privado, no está sujeto a las reglas que regulan la administración pública, pudiendo eludir así los débiles controles del Estado.
El modelo fue inventado por Néstor Kirchner en mayo del año 2003, y ya se consume casi el 20 por ciento de los ingresos del Estado Nacional.
En lugar de subsidios a empresas de transporte o de energía se debería fortalecer el salario de los trabajadores.
En lugar de aceptar la intermediación de cooperativas de trabajo, otorgar bonos para capacitación y empleo.
En definitiva, en lugar de usar a los pobres para encubrir el destino de los fondos públicos, hay que establecer mecanismos para que los subsidios lleguen de manera directa y transparente a las familias sin recursos.
Resumiendo: el problema ya no es sólo lo que se han robado los K en estos ocho años y medio. Lo preocupante es que la gente ni siquiera se da cuenta y la oposición política es miope o, directamente, cómplice.
¿Usted qué cree?
Yo cada día estoy más convencido de lo segundo.
Marcelo López Masia