Hace 18 años se daba el primer toque, el primer golpe a lo que sería luego el modelo de vaciamiento del estado argentino, el menemismo.
Con el tiempo pudo verse cómo no alcanzó con oponerse, de hecho la victoriosa Alianza en 1999 supo ganar, pero no supo o no pudo encontrar el rumbo diferente.
Luego de la gran hecatombe, casi los mismos burócratas del PJ primero se alzaban nuevamente en el poder en 2002, y luego se jugaban el país en una especie de interna abierta en 2003, camino del cual no se retrocedería hasta hoy.
El modelo de la infamia
El 31 de diciembre de 1990 Carlos Menem firmó el decreto 2.778 por el cual se transformó Yacimientos Petrolíferos Fiscales Sociedad del Estado, en YPF S.A.
Esta reforma era, desde la ingenuidad de sus motivos, totalmente innecesaria, ya se manejaba como una S.A. en las relaciones con los particulares, al punto que también competía con Exxon, Shell y otros grandes pulpos que no tocaban el suelo nacional (salvo por contratos de concesión). Precisamente el negocio del petróleo no es un mercado perfecto, sino el más imperfecto y estratégico al punto que las guerras modernas se justifican por él.
El proceso de venta de la petrolera estatal siguió con la Ley 24.145 sancionada el 24 de septiembre de 1992 y promulgada el 13 de octubre de 1992. Antes de ello, los directores de YPF ya sabían que el primer ajuste (como siempre) debían hacerlo los trabajadores, y así fue. Cientos de trabajadores fueron despedidos sin causa previa, otros congelados sin aumento para luego, ser despedidos con indemnizaciones tan misérrimas como sus devaluados sueldos, en los comienzos de la “diosificada” convertibilidad.
La idea de privatizar YPF, como el resto de las empresas —ya sea valor el llave, como, en el caso de YPF, a través del capital social disponible— iba perfectamente de la mano de los intereses espurios de los magnánimos representantes de las provincias y sus pueblos, senadores y diputados, desesperados por la promesa del líder indiscutible de entonces, quien había prometido a los feudales gobernadores y sus adláteres la transferencia a las provincias del dominio de los subsuelos, los yacimientos de los hidrocarburos (modelo menemista) y los yacimientos mineralíferos, junto con los anteriores, el modelo kirchnerista.
Cristina privatista
La hoy presidenta, Cristina Fernández Wilhelm, viuda de Kirchner, no tuvo el menor empacho en dejar muy bien en claro cuáles eran los intereses políticos de su marido gobernador. En la 11ª Sesión ordinaria del 17 de septiembre del año 1992, tomó la palabra en la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Cruz en el 19º período legislativo y expresó la “necesidad de sanción del proyecto de Ley nacional Ley de Federalización de los Hidrocarburos y de Privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
Del texto surge además: “Señor presidente: venimos a requerirle que, a través de una declaración, nuestra Honorable Legislatura se expida exigiendo a los diputados nacionales del Distrito que posibiliten el tratamiento del proyecto de Ley de la Nación que trata sobre la transferencia del dominio público de los Yacimientos de Hidrocarburos del Estado Nacional a las provincias en cuyos territorios se encuentre (trámite parlamentario 78-s-1992) en tanto se juega allí la perspectiva de futuro de nuestra provincia, ya que es aquella norma el marco adecuado para la resolución de las controversias que frente al Estado Nacional hemos tenido. Es que un conjunto de legisladores de la Cámara de Diputados de la Nación, cada uno con sus respectivas razones, vienen obstruyendo la posibilidad de que aquella Ley de Federalización de Hidrocarburos y de Privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales tenga siquiera su tratamiento en esa Cámara. Como se comprenderá, ninguna argucia reglamentaria debe estar puesta al servicio de retrasar las soluciones que nuestra Provincia necesita. Del dictado de esa ley depende hoy el envío de los 480.000.000 de US$ y el pago de nuestra parte en la licitación de las áreas ya concretada.”
Sabía Cristina que esos recursos serían los necesarios y suficientes para evitar la dependencia eterna de los gobernadores-feudos con el poder central (crisis de financiación recurrentes) y lograría el verdadero objetivo: la perpetuación de su casta al frente de la extra austras provincia, de poquísimos habitantes, muchos pingüinos, y de larguísimas noches invernales.
¿Quién era el gran capitán del modelo menemista?
El Ministro Dr. Dromi, de Obras Públicas, un garante del modelo-hiperprivatizador. ¿Quién es el asesor de lujo del Ministro de Planificación, Julio de Vido? Quién otro que el otrora ministro Dromi.
De Vido, por su parte, es sindicado por la Diputada Nacional, Dra. Elisa Carrió, como el cajero de siempre de Néstor y, a pesar que dicen ha caído hoy en desgracia, su nombre es indisoluble con la obra pública. Ni Cristina puede prescindir de sus servicios sin que el andamiaje empiece a crujir.
¿Quién figuraba como otro de los grande lobbystas por la privatización de YPF? El “Señor 5” actual, Héctor Icazuriaga, otro inamovible del modelo. Todos y cada uno de los kirchneristas de la era Menem estaban perfectamente al tanto de los beneficios públicos que se recibirían y que le permitían a extinto Kirchner eternizarse en el ejecutivo santacruceño.
Néstor: ni privatista, ni estatista, simplemente: nestorista
Otro que no la vio de costado fue el mismísimo gobernador, entonces Néstor Carlos Kirchner, gran mandamás de la gavilla, en ejercicio de la gobernación de Santa Cruz, quien dispuso la utilización del avión de la Gobernación para que el Diputado santacruceño Rafael Flores, enyesado de una pierna, pudiera viajar y votar a favor de la ley que aprobó la privatización de YPF.
Costó juntar el famoso quórum para dar inicio a la sesión, lo que lograron finalmente con la presencia de Rafael Flores. Incluso los radicales, en su totalidad, no dieron quórum y bajaron al debate una vez que el presidente de la Cámara, Alberto Pierri, abrió la sesión.
Entre quienes dieron quórum, siendo participes necesarios para este saqueo al pueblo argentino, estaban además de Parrilli y Flores, Felipe Solá, Acevedo, Albamonte, Álvaro Alzogaray, Eduardo Amadeo, Eduardo Camaño, Oscar Lamberto, Lorenzo Pepe, Alberto Pierri, Miguel A. Toma, Varela Cid, Yoma, Maqueda, Carlos Ruckcauf, Natale, Matzkin. Nombres, para recordar.
Llegado su turno, el actual secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, —nada menos que miembro informante del Bloque Justicialista— no tuvo el menor empacho en manifestar: “No sentimos vergüenza por lo que somos, y tampoco venimos a pedir disculpas por lo que estamos haciendo.” Eran, a no dudarlo, las órdenes que tenía bien aprendidas del entonces matrimonio de gobierno cruceño, Néstor y Cristina, y su causa no podía ser otra. “Nos hacemos presentes en esta sesión con la firme convicción de que estamos dando los pasos que la sociedad argentina y el mundo nos están exigiendo para lograr la transformación de nuestro país.” Vaya si lo transformaron.
La noche del 24 de septiembre de 1992 Diputados aprobó el proyecto de ley. Una ley votada por dirigentes que seguían el mismo modelo, menemistas ayer, hoy kirchneristas.
Las consecuencias
Las consecuencias de la privatización de YPF, no solo ha sido la pérdida incalculable de soberanía, sino de recursos por miles y miles de millones de dólares, dado que YPF era la mayor empresa argentina de ese entonces.
También podrían señalarse:
Pérdida de la política nacional energética. El desperdicio de años sin exploración en perjuicio del país.
Las obligadas órdenes de compra y de provisiones de cientos de reparticiones públicas que antes se servían de YPF, y hoy transfieren recursos cuantiosos a grupos trasnacionales.
Todo el patrimonio de YPF en distintos países (Bolivia, Perú) fue a manos de Repsol, una empresa pésima y pequeña, que apareció de la mano de los capitales británicos, bajo el paraguas español para quedarse con la YPF de los argentinos.
La imposibilidad de fijar pisos de destilación, por ende, el abastecimiento, con lo cual hoy se giran no menos de U$S 10.000 millones al exterior por este desatino.
La imposibilidad de fijar tributos reales sobre producciones reales (y no dibujadas por las mismas empresas) otra sangría de recursos públicos, y van…
Millones de horas de trabajo que se contratan en el exterior, o se pagan mal a tercerizadas. 25.000 familias quedaron en la calle en menos de un año, con indemnizaciones malísimas.
Tercerización de gran parte de la producción, cuando YPF hacía gran tarea social en los lugares más recónditos del país (Tartagal, Tierra del Fuego, Mendoza, Neuquén Chubut, Santa Cruz, etc.)
Importación de crudo. El país llega al absurdo de exportar crudo barato e importar crudo y fuel oil costoso para quedar bien con el gran hermano Chávez.
Pérdida de la sinergia ypefiana. Pueblos enteros se levantaban a los costados de las baterías y plantas de YPF en los lugares más extremos de la patria.
Desintegración de los mercados regionales e imposibilidad de que hoy, con el mercosur, la Argentina juegue un rol más importante que de simple espectador en el tema petróleo y gas. La patética Enarsa no es una petrolera, sino, una oficina de negocios del kirchnerismo.
Corolario
La refundación de un modelo exportador de bienes primarios (trigo, soja, petróleo, minerales) que solamente busca cierta estabilidad monetaria o de otro tipo, del Estado y como único fin busca la perpetuación de la gavilla encaramada en el poder, encuentra muchas similitudes con los planes que Menem tenía en los malditos ´90, no tan malditos para Kirchner y sus secuaces.
Esta idea de perpetuación en el poder ya se ha dado de bruces, y ha postergado los verdaderos objetivos de nuestro país. Parece que no han terminado de entender el legado de los padres fundadores.
A estas gentes que gobiernan (y gobernaron entre 1989 y 1999), poco les importa que el legítimo ejercicio del poder del Estado deba ser el de resguardar la soberanía nacional, como también perseguir la felicidad de los argentinos y el futuro de sus hijos. Parece que, por sus acciones y consecuencias, poco les importa.
José Terenzio