El bloque de Diputados de Frente Para la Victoria hizo saber que intentará impulsar y aprobar un proyecto de ley a fin de modificar los billetes de cien pesos, en especial, la imagen del mismo, que cuenta con un dibujo del ex presidente General Julio Argentino Roca.
En principio propondría la imagen del ex presidente Hipólito Yrigoyen, con la agregación de la figura de Francisco Netri (abogado asesinado que defendió a los chacareros).
El diputado nacional Ulises Forte, por su parte, había presentado un proyecto de ley para que en los billetes de 100 pesos se sustituya las imágenes de Julio A. Roca y la denominada “Conquista del Desierto” por otras del doctor Francisco Netri y del "Grito de Alcorta".
Forte es de origen ruralista, y de cuna radical del norte del país, de la Formosa profunda.
El Grito de Alcorta fue, para quien no lo sabe o recuerda, la rebelión agraria de los pequeños y medianos arrendatarios rurales que sacudió el sur de la provincia argentina de Santa Fe y se extendió por toda la región pampeana, con centro en la ciudad de Alcorta. El grito de Alcorta marcó la irrupción de los chacareros en la política nacional del siglo XX, dando origen además a su organización gremial representativa, la Federación Agraria Argentina.
Ahora bien, el debate parece entablarse en tres puntos:
1) ¿Quien fue Roca?
2) ¿Es importante y significativo el simbolismo del billete?
3) ¿Arrastra ideología?
Soy Roca
Julio Roca nació en Tucumán en 1843, y murió en octubre del 914, año visagra de la política global y también nacional. Roca fue el factotum del Partido Autonomista Nacional, e incidió en la política local durante más de 30 años. Fue presidente de la República, 2 veces.
Participó de la Guerra de la Triple Alianza, ofensiva que él no declaró, en la cual los soldados argentinos que no querían pelear fueron encadenados en barcos al Paraguay. Miles de soldados que no podían luchar, murieron sin saber porqué. Nadie los recuerda, salvo que a su vuelta trajeron en su sangre la fiebre amarilla y produjeron la mayor epidemia que sufriera nuestro país en toda su historia, en especial en Buenos Aires.
Injustamente, Roca es criticado por sus acciones, y recordado por la empresa que emprendió primero hacia el sur, la conquista del desierto, la cual emprendió como ministro de Guerra.
Se critica a Roca un supuesto “etnocentrismo”. Es ello tan cierto como que el resto de la clase dirigente pensaba igual (argentina y extrajera). Muchos sostienen que “esa” acción era necesaria, pero, no la emprendieron, Roca, sí.
Detrás de la primera campaña contra aborígenes levantados (fueron muchas más, y por casi tres décadas, aún después de la muerte de Roca) nació el mito de que los pueblos indígenas nómades eran unos pobres desvalidos, y los mapuches habían sido “desplazados” de sus tierras. Ni una cosa, ni la otra.
Detrás de la excusa de la “conquista del desierto” estaba la verdadera intención de Roca, que consistía en unificar el territorio nacional y evitar los saqueos, robos, quemas de pueblos y tomas de cautivas que algunos indígenas (que portaban armas de fuego, muchas veces también enarbolaban la bandera chilena, y casaquillas de aquel país) impedían la posesión real y concreta de la pampa húmeda primero, y el resto de la Patagonia norte luego.
Otro de los intereses de Roca —y del resto de la generación del ´80— fue la constituir un ejército nacional, y quizá el mayor pecado (junto a Mitre, Sarmiento, etc.) fue haber perseguido hasta matar a Chacho Peñaloza y a otros caudillos menores que no cejaban su soberanía provincial y mantenían ejércitos provinciales.
Todo esto se hizo, indirectamente, con la campaña del desierto.
Hay que recordarle a los señores chacareros y estancieros que sus abuelos y bisabuelos pudieron colonizar Santa Fe, Córdoba, La Pampa, Buenos Aires y muchos otros territorios que solo contaban con el ineficiente “fortín”, y sin estas tierras sus antepasados nunca hubieran llegado a las marrones y dulces aguas del Plata. O, sin Roca, hubieran ido a Santiago de Chile, porque la Patagonia era habitada por mapuches y otros indios bajo la directiva y pago del ejército de Chile. Esto, una “Patagonia chilena” no pudo ser porque Roca, “El Zorro” sabía que los coterráneos emprenderían la consolidación de su territorio hacia el norte, y ambicionaban las guaneras y ribereñas aguas bolivianas y peruanas.
Así Roca, tan criticado, no solo consigue llegar a Rio Colorado y Neuquén, sino que en 1881 se logra el famoso fallo de la Corona Británica otorgando casi un millón de kilómetros cuadrados (casi el 92% del territorio patagónico e insular patagónico) quedando Chile con una porción muy menor a la que se sentía dueño.
Respecto de las matanza” de indios, esto no es del todo cierto. Muchos originarios pelearon para Roca, y no en su contra. Para el “Modelo de los ´80” el indio era un impedimento para colonizar. No solo para Roca, sino para la totalidad del escaso plantel político burocrático con el que contaba nuestro desestructurado país.
Sarmiento no solo hablaba pestes del indio, sino también del gaucho, proponiendo regar las tierras patrias con su sangre.
La República Argentina era, en sí, casi toda, un desierto, con escasos millón y medio de habitantes, en un territorio de más de 1,7 millones de km2 (menos de 1 habitante por km2) que no podía domar.
Todos los intentos posteriores de poblar la pampa húmeda fueron fracasando por falta de estructura y del Estado, que recién empieza a modelarse con el ferrocarril. La irrupción del inmigrante y el proyecto demográfico de poblar un país vacío es, indiscutiblemente obra de Roca y de la generación del 80. Nicolás Avellaneda (presidente entonces) hizo pública su preocupación respecto a una invasión reivindicatoria de Chile, que había ganado la “guerra del pacífico” y contaba con un ejército grande y dispuesto a avanzar sobre la araucanía, o sea, el territorio al sur del río Bio-Bio.
Por último, habrá que recordar que Bulnes (presidente chileno) pretendía conquistar toda la Patagonia, y desde 1842 se había asentado en la Isla Grande de Tierra del Fuego (sobre Magallanes) y en 1853 se fundó Puerto Mont en honor al presidente del mismo nombre. Y no solo eso, el presidente chileno, Pérez, observó el mismo problema que Roca, cuando Orélie Antoine de Tounens (un aventurero) se hizo nombrar "Rey de la Araucania y de la Patagonia". Ocurrió esto en diciembre de 1861, mientras que se hizo nombrar por un gran grupo de caciques de Arauco adoptando el nombre de Orelie Antoine.
Podríamos proponer, a esta altura, cambiarle el nombre a la calle Bulnes, a la postre, un presidente que nos quería sacar la Patagonia.
En 1862 el aventurero fue tomado preso por las autoridades chilenas y remitido a Los Ángeles, siendo luego declarado loco. Sin embargo el encargado de negocios de Francia lo envió de vuelta a su país. Todas estas noticias preocupaban a Buenos Aires, y justificaban el salto cualitativo (duplicar, triplicar, multiplicar la población) que eran los objetivos, tanto de Roca como de los futuros presidentes conservadores que lo sucedieron.
En definitiva, la estrategia de Roca era armar un país que no contaba con un territorio establecido por límites concretos, que tampoco contaba con una población suficiente, y que pretendía hacer todo esto con extranjeros a los que se intentaba traer de Europa, al punto que se enviaban delegaciones de “reclutadores” de hombres y familias que quisieran poblar un país vació, desértico, y que solo dominaba su gobierno, en concreto, apenas un 30% del territorio actual.
En 1869 la República Argentina contaba con 1.877.490 habitantes.
Para el fallecimiento del General Roca, la República Argentina contaba con una población de 7.903.662. De cada cuatro extranjeros ingresados por el puerto de Buenos Aires entre 1870 y 1930, egresaron tres, parte por el “trabajo golondrina”; sí, en esa época, los trabajadores golondrinas venían a la próspera Argentina por sus buenos sueldos y posibilidades de arrendar tierras. Se puede decir que el proyecto agroexportador de aquellos años no fue un éxito total, el país luego creció mucho más lentamente desde lo demográfico.
En síntesis, respecto de Roca como figura, excede la cuestión de la Campaña del Desierto (la primera) y es un tema demasiado simplista encararlo de ese modo. Por ejemplo Luis María Drago fue su MINISTRO de Relaciones Exteriores de una Argentina con peso internacional, Osvaldo Magnasco, su Ministro de Instrucción Pública, y Emilio Civit, de Obras Públicas (que las hubo, y muchas) Joaquín V. González fue su ministro del Interior, proyectó las primeras leyes de trabajo que se debatieron en el Congreso.
Sería ridículo por su parte —salvo que estemos en una especie de “revolución cultural K” al estilo de Mao Tse Dong— cambiarle el nombre a todas las escuelas e institutos que cuentan con la designación de estos personajes que revolucionaron la Argentina de fines del siglo XIX.
Nótese, por ejemplo, que en 1880 el país no había conquistado la Patagonia, en 1881 se firmó un acuerdo con Chile, en 1902 otro tratado en donde el país trasandino nos reconoce la Patagonia, y en 1905 se termina el cable de telégrafos que cruza Magallanes, desde Tierra del Fuego, hasta Buenos Aires. De las tolderías a las telecomunicaciones, en solo 22 años.
Desafío al lector que encuentre en estos años de pseudo democracia avances del país de tamaño orden, territoriales, jurídicos, técnicos, demográficos, productivos. Salvo que sea plantar mucha soja, lo desconozco.
Lamentablemente, de ridículos se visten nuestros representantes en el Congreso Nacional. La Presidenta podría presentar el nuevo billete, modificado, en Tecnópolis, para completar el cuadro ridículo en los cuales nuestra clase dirigente se desenvuelve.
Los símbolos políticos y los billetes
Dentro de la cosmetología política a la que nos tienen acostumbrados nuestros dirigentes, renace el debate de los símbolos políticos, y la imagen de los billetes.
En una época, todos, llevaban la imagen de San Martín, para evitar estas diferencias. Ello en todas las extrañas denominaciones que existieron.
Ahora bien, sería muy bueno recordarle a la militancia K y a sus “diputados militantes” (tan progres algunos, tan radicales cash otros) que en el gobierno del General Perón, 1946 a 1955, existió un billete que no representaba justamente a Yrigoyen, el sobrino acusado de traidor por su tío Leandro Nicéforo Alem, sino que tenía la imagen de la justicia, sin venda en los ojos, como representación de la verdadera equidad.
Me niego a creer que hoy pueda pasar algo así, aunque por ejemplo, un billete podría editarse con el rostro del juez Norberto Oyarbide, un juez muy representativo del accionar político de los gobiernos kirchneristas, si los hay. No sabemos si sería tolerado, aunque sí es seguro que sería harto representativo de este gobierno.
Corolario
Si bien es válido cambiar o no una denominación, una pieza de circulación como la de $100, y algunos pueden considerar un simbolismo ello, parece que se sigue intentando la reescritura de la historia, una especie de “revisionismo trucho K”, abjurando hasta de las mismas ideas del revisionismo histórico que pretenden o dicen sustentar.
Así en el “relato” del bicentenario se saltó de la Primera Junta Patria (solo Mariano Moreno la formaba, aparentemente) a Belgrano, y a San Martin, al pasar. Evita… y mamá Hebe… una mirada estrábica de la historia, realmente.
Hoy, Roca aparece acusado en un billete, creemos, injustamente. Análisis lineales, no sirven, hay que ver el contexto, ponerse en los zapatos de, en síntesis, hacer un análisis hermenéutico de la historia. Con el diario del lunes, es muy fácil.
Por otra parte, se quiere homenajear justamente al Dr. Francisco Netri, un inmigrante nacido en 1973 en Alban, Lucania, Italia.
Que en el Grito de Alcorta no hubiera, Netri, defendido a nadie si no se hubieran conquistado las tierras, y se lo hubiera invitado a poblar la Argentina, lo mismo que a sus representados y defendidos, y para que, sus representados años después, hicieran la protesta con un final tan trágico.
Hasta Netri no hubiera, quizás, pisado nunca la Argentina sin las ansiadas “tierras” que los contadini Italianos del sur tanto necesitaban.
Netri ejercía la abogacía, aprendida en el Instituto Sarli, Potenza, en Argentina, un país que se lo permitía, dado su liberalismo. Su muerte, una demostración de que el sistema tenía sus contradicciones, un modelo agroexportador que no lograría todos sus fines (como hoy, con el patético retro-colonialismo indochino).
Mas importante sería, por su parte, que los diputados presten atención al valor de dicho billete, más que a sus dibujos. Dicho poder de compra, según evaluaciones clandestinas de economistas temerosos de la censura de información que impone el todopoderoso secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, tendría un valor de compra inferior a los $19 pesos de 2001, o sea, la inflación real de la pesificación asimétrica sería mayor al 500%.
En definitiva, nos interesa este último párrafo, más que la cuestión de los dibujitos de Roca, Netri, o quien sea.
La única verdad, es la realidad, como decía cierto General.
José Terenzio