El mercado de futuros, en el cual se lleva a cabo la compraventa de contratos o instrumentos, es aquel en el que se intercambian commodities u otros activos con una promesa de comercializar valores o bienes, en alguna fecha futura, a precios pactados previamente.
Si bien esta modalidad es considerada hoy la forma de negociación más perfecta dentro de los mercados organizados, no deja de ser otra de las tantas maneras de crear dinero de la nada, tal como ha sido explicado por esta cronista en varios y variados informes anteriores en este medio.
Pero este dinero creado de la nada significa mayor expansión monetaria que empuja la suba de los precios, es decir que constituye uno de los mecanismos generadores de inflación.
Y a propósito del mencionado mecanismo, en lo local, parece que algunos han vuelto a las andadas gracias a las constantes intervenciones del BCRA precisamente en el mercado de futuros, para mantener fijo el tipo de cambio y evitar que la moneda nacional se devalúe.
Dicho de otra forma, resulta imposible que la política del “lo atamos con alambre” no dé luz verde a la especulación. Así los ricos se siguen haciendo más ricos y los pobres terminan, tarde o temprano, más pobres.
En ese contexto, hay inversores que se desprenden de dólares y compran divisas a futuro a precio oficial.
Colocan entonces esos pesos a plazo fijo en un banco privado a la tasa más alta, dado que esas entidades están pagando un 10 % más en concepto de intereses que los bancos oficiales.
Este spread entre tasas es el más elevado de los últimos 36 meses, y tuvo lugar a raíz de los problemas de liquidez que afectaron al sistema financiero local. Por esta razón, el Central convalidó el incremento de tasas, para desalentar a los ahorristas que tuvieran intenciones de sacar el dinero fuera del país.
La mencionada falta de liquidez se profundizó porque la ANSES transfirió recursos del sector privado al público, empujando hacia arriba las tasas. En consecuencia, los bancos dejaron de prestar a tasas fijas.
Pero si se analiza la operatoria por la cual los inversores aumentan sus ganancias, es fácil deducir que la misma, impulsada de manera involuntaria por la política monetaria del propio modelo vigente, va a contramano de lo que pregonan sus ejecutores y militantes.
Es decir, el BCRA avala el aumento de las tasas de interés de la banca privada para que los inversores mantengan el dinero dentro del circuito local. Los inversores advierten entonces la forma de hacerse de ganancias extra.
Como esas ganancias nunca van al sistema para que se produzcan bienes y servicios sino que se destinan solo a incrementar los patrimonios de algunos pocos o sacarlas del país, terminan jugando en contra del modelo productivo que dicen haber instalado en 2003, al que tanto dicen defender y el que tanto quieren profundizar con este nuevo amplio triunfo de Cristina el próximo domingo.
Como conclusión final, solo cabría preguntarse ¿Otra vez se les escapó la tortuga?
Nidia G. Osimani