Como era previsible, luego de las elecciones presidenciales del pasado domingo los analistas de Wall Street formularon sus estimaciones acerca de la economía argentina.
Pese al crecimiento proyectado por el Ejecutivo Nacional para el Presupuesto 2012, el consenso del mencionado distrito financiero espera un crecimiento económico inferior para el país, una baja competitividad como consecuencia del freno que se le impone localmente a la divisa norteamericana y un alto indicador de precios al consumidor.
Para los gurúes de las finanzas mundiales, la Argentina corre serios riesgos de tener que acudir a los mercados externos para cubrir su faltante de dólares.
Ellos, siguen sosteniendo que el crecimiento local de los últimos años se explica por la demanda externa y la influencia de la economía brasilera, pero que nada tuvo que ver en él la administración de Cristina Kirchner ni el talento musical del Lic. Amado Boudou.
En lo que coinciden los consultores es en que si bien la demanda interna ha crecido fuertemente, no se observa el mismo nivel en la oferta. En función de lo cual concluyen que el modelo no se puede sostener por más tiempo en estas condiciones.
Tal como ha trascendido en las últimas horas, el Gobierno Nacional abordaría con urgencia la agenda económica. Sin embargo, la clave para tantos pronósticos adversos provenientes de todo el que observe desde afuera del partido gobernante, es que, independientemente de quien sea designado al frente del Ministerio de Economía, lo muy capaz que sea y lo muy capacitado que se encuentre, no podrá hacer absolutamente nada que no haya sido ordenado por la Presidenta y su reducido núcleo de consultores.
Aunque quizás podría abrirse ahora un interrogante luego de las declaraciones de Cristina Fernández cuando sostuvo “estoy en otra etapa de mi vida”
¿Contemplará semejante revelación la posibilidad de comenzar a designar en su gabinete a funcionarios de manera objetiva, elegidos por sus antecedentes profesionales, académicos, laborales y personales, en vez de hacerlo como hasta ahora, por su fundamentalismo u obsecuencia para con ella?
Nidia G. Osimani