El genio de Dostoievski es eterno. Hay en su novela Los hermanos Karamázov un
capítulo de singular actualidad, bajo el nombre que titulamos. Es un poema.
La
escena se desarrolla en Sevilla, en tiempos de la Inquisición y refiere la
supuesta Segunda Venida de Cristo. En esa época, a quince siglos de la muerte y
resurrección, éste adviene y realiza en ese pueblo agobiado otra vez milagros
similares. Resucita a una niñita cuya madre clama. Todos lo veneran y le
siguen. Eso ocurría a las puertas de la Catedral. Pero he que el Inquisidor
viene saliendo de allí y de inmediato lo advierte. Le mira y ordena a sus
soldados detener a Jesús. La gente temerosa deja actuar. Jesús es llevado a la
cárcel. Permanece solo. Al caer la noche, provisto de un farol, el cardenal
ingresa a la celda y le lanza el discurso que sigue, aquí resumido:
“Tú viniste la primera vez para liberar a los hombres,
enseñarles a ser fuertes y tomar el pan del cielo al pan de la tierra. Les señalaste
el camino del sacrificio de elegir por sí mismos el bien o el mal. Pero los
hombres, débiles y pequeños no estaban en condiciones de administrarse su
propio pan. Entonces aparecimos Nosotros, y elegimos a ‘él’, (al demonio.)
Porque él te tentó con una pregunta, en tres, y tú orgulloso como Dios que
eres no quisiste abandonarte.
Eras fuerte, Dios. Pero erraste, pues los hombres no son
dioses y son ‘sucios’ y les gusta pecar. Pusimos ante ellos la facultad de
absolverlos de los pecados, a sabiendas de que era un engaño, pero así dábamos,
en la servidumbre, la paz que los seres buscaban para seguir pecando. Les dimos
el entender que el pan y el pecado eran uno solo, que para gozarlos, había que
depender de un amo. Este amo somos nosotros, la autoridad, la tranquilidad de
consciencia. Con esto, los esclavizamos para siempre. Ya no pueden optar por la
libre determinación, porque les es más cómodo recibir el pan y la absolución
que los poderosos les damos, con nuestros ejércitos y esta otra fe,
contempladora.
Ellos no estaban preparados para ser libres, tú no supiste
aquello. A nosotros nos temen y por eso se nos inclinan y ven con sumo respeto.
Hacen todo lo que les ordenamos. Tú en cambio les ofreciste un camino de
sacrificios y responsabilidad individual, olvidando que no pueden auto
gobernarse. En eso radica todo. Y has de saber que mañana te quemaré. Y ellos
me aplaudirán y alabarán.
¿Qué
respondes? -Jesús guardó silencio y besó al Padre Seráfico-.
Entonces el Inquisidor le ordenó: ¡Vete y no vuelvas más!
No te necesitamos.
La
tierra es nuestra, tú vuelve al Cielo.” ‘Dixi’.
Mauricio Otero