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FALUYA, EL INFIERNO COMPARTIDO

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LA RAMA DE OLIVO SE QUEDA SIN ARBOL
LA RAMA DE OLIVO SE QUEDA SIN ARBOL

    El mundo mediático, alucinante, totalitario, macabro y mentiroso, nos presenta al instante el infierno de Faluya, con unas luces verdes llenas de esperanza. La imágen me trae el recuerdo del verde de la aurora boreal en esta época del año, que se ha salido rabiosamente de su calendario, expulsa espumas, una nata espesa y se transforma en el averno que un duende verde abre con sus mágicas llaves rojas, mientras la ciudad se desploma como un gran cadáver asistido por las garras de la muerte. 
    Se sienten crecer en medio de las ruinas y el silencio, unos dientes de leche de un precario y hostil futuro. Todo para adivinar, menos la muerte. Y en ese ejercicio de doctos cuervos mediáticos y analistas iluminados por el pavoroso fuego enemigo, que duerme profundo en nosotros mismos, la disputa del aún inexistente cadáver de Yasser Arafat, adquiere prolegómenos bíblicos, mezclados con la intriga de Walt Disney.
    La Mosad, que le hubiese degollado orando frente al Muro de los Lamentos, dio a conocer hora, fecha y lugar de su sepelio, días antes que el muerto cumpliera su compromiso de morir y estuviera listo para esa fecha y ceremonia.
    El líder histórico de la aún hoy inconclusa Palestina, el “Rais”, erró por el mundo árabe casi tres décadas - Jordania, Líbano, Túnez e Irak - antes de regresar a Gaza, en 1994 e instalarse hace menos de tres años, en la Mukata al frente de la Autoridad Nacional de Palestina. Ese territorio vecino a Israel, se ha transformado en cementerio del pueblo palestino, ahora cercado por un muro en construcción de 660 kilómetros de extensión. (Una de las infamias del siglo XXI).
    Un paisaje envenenado para la muerte, y algunos creen que eso ocurrió con el “Rais”: un envenenamiento. Israel ha rechazado la idea que sea enterrado en Jerusalén, como fuera la voluntad de Arafat. (Toda esta discusión se ha producido en la larga agonía del líder palestino) ¿Es un muerto tan peligroso que podría resucitar a los tres días? ¿O un enemigo nunca muere?
    Hay cadáveres esperados por tantos años que jamás llegan a ser oportunos y cuando ya los tenemos a mano, en las de sus ansiados sepultureros, siguen vivos y coleando en el corazón de su pueblo. No se ajustan los clavos al cuerpo del muerto y sus heridas dejan de sangrar al ritmo de los golpes del viejo martillo romano.
    El Editor estuvo a la altura. Me dijo: Silvia, atrapa el misterio de las palabras, circunstancias, lo que hay detrás del cuero cabelludo, donde la médula concentra el origen y algo más. No es que estuviera inspirado: él es así o algo más. Su vicio no son los hechos, sino lo que los inspiraron. El argumento es el muerto, pero el deseo
anida en el corazón del crimen. Vomita en sus espejos la verdad íntima.
    Ninguna otra verdad se parece tanto, a veces, a una mentira bien organizada. Cualquier verdad se improvisa en estos tiempos, pero sigue pareciéndose a una mentirita piadosa, de aprendiz de mago, porque el truco se ve detrás de la manga, bajo el sombrero de copa.
Se nota el cansancio del conejo en sus orejas. En la indefinición de sus ojos que sólo buscan una madriguera en medio del espectáculo.
    Estoy escuchando atentamente al Editor, oyéndole sí, pero mi mente se ha trasladado al sitiado, desolado, ruinoso, edificio de la Autoridad Nacional Palestina, conocido con el nombre de la Mukata, ex prisión británica, donde Arafat pasó sus últimos treinta y cinco meses de vida.
    ¿Perseguido por Dios o el demonio?
    Arrinconado por su poderoso enemigo secular y abandonado por el mundo, el líder palestino se atrincheró en esa edificación que ha sido símbolo de sus luchas y resistencia. El mundo lo olvidó. Las Naciones Unidas archivó una resolución que abría el camino para un Estado palestino, rechazada por Israel y Estados Unidos.
    El paréntesis de absurdos se abrió tras bastidores, como un gran abanico de desesperanza, y el conflicto del Medio Oriente a partir de ese minuto, se hinchó como un globo que reventaría indefinidamente en las narices del mundo.
    Después de la obsesión por las armas de exterminio inexistentes en Irak, vino, hasta hora, el olvido por el Medio Oriente. Todo se dejó a la suerte de las partes en conflicto, cuya diferencia en poder bélico es de un elefante a una mosca a favor de Israel. Y aún así, las dos naciones primas hermanas, siguen desangrándose en un largo túnel sin fin, y cuyo odio se palpa en las piedras, arenas, en las más desoladas rutas del desierto.
    (El límite es la verdad, fue lo último que me dijo el Editor, y lo noté desautorizado en su propia alegría, entusiasmo, sin fe en el oficio, más cáustico que otras veces, pero
irrenunciable a sus desplantes de capitán que no admite el naufragio, aunque el mar esté apunto de tragarle hasta las uñas rosadas de su infancia o los cólicos de su abuelita)
    El día anterior, brillante: pon, lo mejor de ti, dijo un aire imperialmente tierno, (no sé si se puede, es una licencia literaria), en ese género bastardo, que manejas como una Gurú de Red Rocks (y de ahí viene parte del mito S.B.)
Arráncale las solapas desde adentro de la garganta, a ese género híbrido, iba profundizando a medida que nos internábamos en su pasillo laberíntico que le conducía a su pequeña oficina, donde nos confesaba hasta la suela de los zapatos.
    De aquí para afuera, nada, y su carcajada desmentía cualquier duda. No estamos para copiar la realidad, ni fotografiar la muerte. No quiero ver plumas sobre la sagrada imagen del ordenador y me clavó los ojos, como si esperara una respuesta en Plan B:
    Sí, señor.
    El pasillo se angostaba con las palabras. Parecía un sendero en Afganistán, con mapas y alfileres alrededor, en las paredes unas fotografías de la guerra, caricaturas, cosas esas que se instalan en su propia actualidad en los lugares donde se escribe sobre el mundo. La vigencia del papel aún. Caminaba casi en paralelo con sus espaldas, pero sus ideas iban a mil, marcha forzada, atropelladas, para caer en ese mañoso silencio expectante, con el que quería profundizar aún más sus sugerencias, verdaderas peticiones faraónicas.
    Y se perdía alzando las manos, en señal de adelante, vamos, es la hora, sin nosotros no habrá realidad en la verdad. No quiero ver grasa ni palomas en tus palabras, son tiempos de cuervos, pero mira de frente la realidad, son tus ojos los que están en juego. Impactante, impactante, me dije, sabe su papel. Y dejé caer The New York Time al piso, en señal de aprobación y de aprecio por la competencia.
    Me miró por última vez esa mañana, con más cautela, pero con un
cierto orgullo inconfesable, se sintió en sintonía con sus propias palabras y resultados. Fue cuando imaginé ver pasar el ataúd de Yasser Arafat, en una procesión por Jerusalén con el Number One y Sharon al frente en un cortejo de fin de fiesta en el Medio Oriente. Un millón de niños palestinos y judíos dibujaban la palabra peace/paz y tapaban la ignominiosa muralla de los lamentos del siglo XXI.
    Y el muro se iba desplomando como un castillo de naipes con los rostros de los dos forzados edecanes del catafalco de ”Rais”. Me salí de mi misma y me fui. Subí al vehículo y tomé siempre la dirección contraria, para ver si los acontecimientos cambiaban de curso. Una cábala. Sin duda la realidad trabajaba más de 24 horas al día, y no nos consultaba.
    Un tráfico espeso, de halcones, automóviles como carrozas, sarcófagos alegres, y sólo los cambios de luz rompían algo la monotonía de las calles. Todos caminaban para alguna dirección. Rostros apretados, miradas de asombro. Algo suspendidas las personas, a la espera del movimiento del titiritero de turno, caminan
con sus cartuchos, abrigos otoñales, la expresión sin tiempo. La ciudad se ahoga en sus vidrieras, los gestos que se desplazan por el cemento de sus calles, la ansiedad, la espera, el motor encendido hacia algún lugar y el juego de un temor que fluye en algunas estadísticas.
    Detrás de esa mujer gorda con sombrero, se derrumba mi pasado.
    No es la imagen, sino su desprecio por el futuro, su inocultable abandono del deseo primario de la vida. Flota.     Ella flota. Woody Allen, ella flota por Manhattan. Es una dona envuelta en polvo azucarado, pero su relleno, es el que desconocemos. Sus poemas avanzan a su manera. Su cuerpo le pide más. Ella flota en Otoño, la hoja que no volará. Dejo la luz y todo lo que tengo atrás. Alrededor, otras carrocerías, adivino las manos al volante.
    Todos hacemos lo mismo. En algún lugar alguien está con la pelotita y el palito en una cancha de Golf, esperando el hoyo de la fortuna. El estatus del vacío y su rostro de tortuga imperturbable cuando llegaba a casa a leer sus periódicos, y a echar todo su pequeño mundo inanimado en su día perfecto en la bolsa. Pasado, pisado.


Boquitas pintadas y el Poeta

    En este trayecto echo de menos al Poeta, su palabra en el sentimiento exacto de las vocales y consonantes. Ni una esdrújula demás.”Te tengo sobre el escritorio frente al ordenador. Eres una pequeña flor morada que aún alguien respira por Vos. La gracia es respirar juntos”. Tan simple. ”Estoy leyendo a Manuel Puig: Boquitas pintadas. ¿Lo has leído? Su portada es azul, como el color favorito nuestro.
    Cuatro rosas rojas sobre el pecho de un rostro tres cuartas partes con gruesos, llamativos labios rojos y el maquillaje de un payaso. Es un Folletín, según su autor y sí que lo es. Está en sus páginas Alfredo la Pera, cargado de su intensidad: “Se fue en silencio, sin un reproche, había en su alma tanta ansiedad” “Dan envidia a las estrellas, yo no sé vivir sin ellas”. “La golondrina un día su vuelo detendrá.” Frases así, sencillas, pero que tienen que ver con la vida.
    Tengo tu carta frente a mí, cosas así, personales, compartidas. He llegado por fin, y debo descansar para sumergirme en la Laptop y mapear los huesos, las costillas, las vísceras, y conservar la piel intacta de los hechos que la crónica hace suyos, transforma en una realidad cognoscitiva desde adentro de sus paredes. Enciendo la caja idiota que me mantiene en vilo y me habla desde la almohada del horror. Un café negro, mis puchos, el ventanal que me mira con cierto asombro, más del acostumbrado, como si me cobrara una larga ausencia. ¿Ojos que no te ven, corazón que no siente?
    Conservo frente al ordenador, el póster del Che Cristo crucificado en Bolivia, que me regaló el Poeta. Es una pintura de Guayasamín, en el colorido certero de la muerte, el trazo inequívoco para un héroe que no tuvo la necesidad de resucitar, porque no ha muerto. Hasta la victoria Siempre. Eso, me decía el Poeta, y repetía mi propia frase. Siento que el café se carga en su anonimato y traspasa el filtro cálidamente.
    Cae el líquido negro inocente, codiciado, en sus pozos, y que nos mantiene en este atroz escenario sin pausa hacia el más allá. Me siento para dejar hacer aún más la tarde, a pensar en Virginia
Wolff o en la Plath, en el reloj confuso de sus engranajes de hembras disociadas e integradas al mismo tiempo a su caja de Pandora. Lecturas, simples lecturas.
    Un abecedario no necesariamente nos ayuda a encontrar las palabras. Me quedo con la escena del gancho de ropa metálico sobre el patio verde del Poeta, esperando la lluvia, la que lava, limpia y permanece, en una brisa incierta, sin rumbo, pero que llega.
    Voy montado en la lluvia/ pero son tus aguas las que siento/ caderas dormidas en el hueso/ húmedo de la noche. Sigue el curso que yo te guío/ fondo de acuarela, la pintura de un maestro/ hondo pincel sobre la tela/ fondo toca fondo suave el color de tu lluvia. Se cuela el gris amarillento del Otoño por la ventana. La poesía se archiva en la memoria. Late, siempre late, mientras un oído escuche. Es de oliva su aceite, sólo déjala correr que volverá a ti repetida en el ventanal.
    ¿Cóncavo y convexo el cristal? Cuerpo de luna. El sol entrará en la mañana sin permiso todopoderoso, rojo en mi memoria, vivo, tibio en el ardiente presente. El cristal se humedece, vive los cambios de temperatura, registra el paisaje detrás de mis ojos. El invierno se inventará sus propias ruinas y la nieve persistirá en reafirmar su
silencio ante el paisaje. La boca del deseo es profunda. Se sienten los pasos de la noche.
    La oscuridad escalará hasta este ventanal. Cómoda sobre el reflejo de su propia noche, como un gato egipcio, faraónica en su larga soledad, cuerpo de fértil Nilo.
    ¿Con Arafat, se entierra Palestina o la causa gana nuevas batallas?
    Apago el switch y el café me trae frente al desquiciado televisor. La máquina parecesangrar por su propia herida. No tiene música y tropieza con su propia lengua. La CNN durmió las 10 noches de agonía debajo de la almohada del “Rais.” Eso nos quiso hacer saber, de alguna manera. Y la Mosad le velaba el sueño a la princesa de las tinieblas de la información.
    Y Faluya bajo el fuego aéreo. 20 doctores iraquíes víctimas en un hospital. Primer saldo de una victoria anticipada. La TV informa: el deceso del Presidente Arafat será anunciado hoy al término de las reuniones del comité central de Al-Fatah y del comité ejecutivo de la OLP que se desarrollarán en la Mukata", afirmó una fuente anónima. Y el “Rais” sigue respirando. Qué mala noticia esta que la muerte nunca llega.
    París no es una fiesta y ¿valdrá una misa? El cuerpo ya ha viajado lo más, de El Cairo a Túnez, por el mundo, y ahora tardíamente a París, la bella diplomática junto al Sena, desde la Mukata, el sitio de la muerte, la infraestructura de la nada y más encima de la muerte, derrumbada por cohetes y tanques israelíes. El Distrito, la Mukata, un pasaje en el paisaje real de la muerte.
    Ahí, Arafat, en las derruidas sombras del acosado territorio palestino, compartió por casi tres años, la muerte en vida con su pueblo. “El ilustre difunto”, le ha llamado el Vaticano. Un muerto más esperado por sus enemigos que la muerte misma.
    Abou Ammar, el nombre de guerra más odiado por los gobiernos de Israel. Algunos como Arafat vienen a este mundo a hacer su trabajo. Él, a darle un techo libre a su pueblo, un derecho de todos, me dijo una señora que no se sentía analista de nada.
    En su desolado Manhattan /yace Yasser Arafat, /bajo escombros, el hierro retorcido/el sol oscuro de Ramala pudre/ todo nuevo atardecer en noviembre./ París, una última misa,/esto ya es ruina antesala a la muerte./ Ramala no es Nueva York/ pero se parece a sus Torres derribadas /con sus ruinosas calles sin nombre./ La muerte recicla sus mejores trapos /ondea su bandera el terror /De la muerte vive la muerte /y a una misma infancia perdida/ acuden sus ojos sin luz./La noche pudiera ser ciega y no lo es /La luz nunca olvida a sus muertos/ Aquí yace Yasser Arafat /largo deceso le desean sus enemigos/ en su pequeña Manhattan./ El muerto atraviesa la noche /y revienta la espiga en su trigo.
    El deceso del Presidente Arafat será anunciado hoy al término de las reuniones del comité central de Al-Fatah y del comité ejecutivo de la OLP que se desarrollarán en la Mukata", afirmó la fuente anónima. El deceso no tiene retroceso pero este no se iniciaba y ya adquiría la forma real a través de los medios, con información filtrada desde Israel.
    Hasta el Number One, que se supone informado, se subió a un sarcófago inexistente. La viuda, en medio de todo, razón tuvo al advertir que mataban en vida a Yasser Araf. Francia, de punta apunta estuvo impecable en el manejo de la situación. La diplomacia es francesa. Aún nadie sabe oficialmente de que murió Arafat.
    Hace 30 años dijo en la Asamblea General de las naciones Unidas, la Mukata de las naciones rehenes del unilateralismo:
    “Vengo con el fusil de combatiente de la libertad en una mano y la rama de olivo en la otra. No dejen que la rama de olivo caiga de mi mano."
    La ONU dejó caer hasta los calzones. El carismático palestino con su cabeza cubierta por un kufieh, no abandonaría su eterna lucha en foros y dentro de su territorio, olvidado en estos meses casi por el mundo, y en medio de un baño de sangre que difícilmente podrá olvidar la conciencia planetaria.
    Se ha puesto de rodillas a la vida misma. Arafat deja el campo de batalla en medio de un charco de sangre y en ese escenario ahora es Irak el centro del Infierno. Faluya nos mira desde sus escombros -ni la muerte tiene ojos para verla- y pareciera pedirle perdón al mundo por no dejarla morir de un solo misil y para siempre. Hasta las velas sangran en los altares.
    Ciudad asediada, ciudad en ruina, ciudad sin piernas, ciudad sin manos, ciudad morgue, ciudad dead. Veo en el temblor de la persiana un mundo frágil.
    En la oscuridad que sopla la noche con su boca negra, la oscuridad crece, y la muerte se paga un tom collins. Salud, dicen los caballos, por este carruaje que nos lleva al fondo de un barranco lleno de cruces negras. La tierra expulsa a los muertos porque no hay espacio. Vuela el cuero cabelludo, la piel, los dientes de leche, las dentaduras postizas, las pelucas, los harapos de las noches desangradas, la ruina sobre la ruina y sus dos ruinas más, y entonces, la pequeña humanidad arrepentida sopla un puñado de polvo de huesos turbios por sobre el hombro de una esquina que sabe que no todo es redondo, ni cuadrado, negro o blanco.
    Un buen jinete no siempre galopa erguido, ni la noche le promete cobertura total. Una hamaca mira el cielo, en caso que sea necesario. Un buen libro siempre deja páginas en blanco. Un amor verdadero, es un pozo, sabe aguardar silencioso, y es fiel centinela de sus sueños. Quiero decir, que nadie olvida una buena causa. Pertenecer a una tierra y ser libres, lo es. No se puede seguir mirando por el rabo de un ojo y ser miope además.
    Los que olvidan su propia historia, terminan caminando al revés, y siempre en dirección al abismo. ¿Para qué desafiar la muerte con más muerte?
    Las noticias son un festín de contradicciones, como desde un principio, como siempre. Algunas cosas quedan en claro: siempre habrá más vivos para seguir matando.
    Una manera de terminar con esta guerra, es matando a todos los rebeldes, a sus descendientes directos y los que sigan descendiendo fatalmente en alguno de sus parentescos. Lo primero que debieran hacer las tropas, es conseguir el árbol genealógico de cada ciudad y arrancar de raíz el pasado mismo si fuera necesario.
    Seguidamente abonar con nuestras ideas. Levantar unos cuantos Mc Donalds, enseñarle a jugar baseball, poner una primera piedra para un Disney World, unas cuantas canchas de golf, el edificio de la bolsa, cuatro o cinco rascacielos, una constitución y a ver TV.
    Me imagino a los inspectores recogiendo en unos rollos los siete mil años de historia de Irak, la Mesopotamia, Babilonia, y sus alrededores.
    Enturbando el pasado, para que no vuelva a ser nunca más presente. Ningún imperio moderno puede permitir tanta antigüedad. La historia es una asignatura del pasado. Basta con el wekeend y el día por delante. Lo demás está en la TV. No seamos idiotas, la memoria falla, la historia es un vicio en el mundo moderno. La historia es cosa del pasado. La historia pasó de moda, y no llegará a su fin, porque a nadie le importa.
    Partió de París el extenuado cuerpo del “Rais”. Una de sus últimas esquinas de la vida, la ciudad luz. Patria de exilios, sitio de conjunciones, París, París que no se arrepiente de serlo, rindió honores al “Rais” y lo despidió con la Marcha fúnebre de Chopin, como a un Jefe de Estado. Símbolo de Palestina y de su eterna diáspora.
    Sigue viajando Arafat por el mundo después de muerto. Su cuerpo cruza el Nilo, y nuevos honores militares: funeral como estadista en Egipto. Cuatro décadas de su luchacontra enemigos muy superiores militarmente a sus fuerzas, llegan a su fin, sin su gran objetivo: el Estado Palestino. Su legado asoma como la punta del iceberg de una
victoria largamente esperada por su pueblo y un mundo que desea la paz para el MedioOriente, lugar de sacrificios, inmolaciones, muerte y santidad sin par.
    ¿En la muerte sólo la muerte gana? En Ramala las escavadoras demuelen las ruinas, reparan un paisaje saturado de dolor, y la Mukata le abre sus puertas para siempre al viejo inquilino. Fue de profesión ingeniero, un palestino irreductible. Escapó a la muerte una y otra vez. Muere en circunstancias no esclarecidas, en un mundo en guerra.
 Fue un mito en vida. El enemigo que Israel privilegió en su guerra. No conozco en la historia a un Jefe de Estado más acosado, limitado a la respiración de sus cuatro derrumbadas paredes de su hogar. Un símbolo de la tenacidad y de la ruina ética de los tiempos en que vivimos. Reyes, presidentes, ministros, altas autoridades del
mundo civil y militar, le rindieron honores y despidieron en Egipto.
    Ya está enterrado en la Mukata y su tumba fue cubierta con tierra de la mezquita de Al-Aksa, de Jerusalén, lugar donde quería ser enterrado.
    Israel sigue en estado de alerta...

 

Silvia Banfield

 

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