Los cálculos de Miguel Bonasso cuando se decidió a escribir "Don Alfredo" perdieron de vista las vueltas del destino. Antimenemista hasta la barba, primero tuvo que soportar que Carlos Menem, Carlos Corach y Alberto Kohan recomendaran el best-seller como prueba de que "Yabrán no tuvo nada que ver con lo de Cabezas". Y esta semana terminó convertido -"sin quererlo ni haberlo pedido", explicó- en uno de los principales testigos de descargo del ex sargento Gregorio Ríos, el guardián yabranista acusado de instigador.
El exitoso periodista-escritor juró decir toda la verdad, se sentó y, antes de declarar el martes 11 aclaró: "Los datos del libro fueron chequeados con obsesión, pero cualquier ser humano comete errores". Más allá del incuestionado apego "a la ética ya la deontología del periodismo", que expuso en la audiencia, Bonasso fue citado por una defensa más interesada en destruir el expediente del caso Cabezas que en defender a nadie. Por eso, valdría la pena destacar algunos "errores humanos" deslizados en su testimonio.
* Como evidencia de que nunca se profundizó la "pista policial", dijo Bonasso: "El oficial Juan Salvá nunca fue investigado pese a que un testigo lo ubicó en la escena del crimen". Es cierto, en marzo de 1997, un testigo de identidad reservada indicó que Salvá había matado a Cabezas por orden del ex comisario Mario "Chorizo" Rodríguez y que, además, el fotógrafo había sido torturado y filmado en la cava. Aportó un casete con una voz que imploraba: "Por favor, no me mate señor". No era la voz de Cabezas. El testigo era trucho. Se ve que Bonasso no leyó los cuerpos 29, 30 y 31.
* Dijo que, según una pericia de la Policía Federal de hace diez días, se intentó distorsionar el número de serie de la cámara fotográfica de Cabezas mediante "prácticas de termofusión". En efecto, la cámara Nikon Nº 2412097 observa extrañas alteraciones en su numeración de fábrica. Sólo que no es ésa la cámara que llevaba Cabezas en el momento del crimen, sino la identificada con el Nº 2480509. La información del peritaje es clara. Bonasso la leyó mal.
* Por lo demás, insistió en poner a la "pista policial" en las antípodas de la "pista Yabrán", cuando en su propio libro señala que el magnate suicidado mantenía estrechos vínculos con todas las comisa-rías cercanas a sus domicilios. Gustavo Prellezo, por ejemplo, trabajaba en una de ellas. Su relación con Yabrán -y con el crimen- está probada.
¿Destacar estos tres errores implica afirmar que se investigó todo lo que se debía investigar y que todas los peritajes fueron ejemplares? Desde luego que no. Pero en sí mismos, esos puntos son insuficientes, cuando no fruto de insondables manipulaciones o simples mentiras. La verdad no se constata con sospechas o hipótesis: requiere pruebas con-cretas. Los análisis de Bonasso, aparte, indicarían que los "15 o 20 cuerpos" del expediente que afirma haber revisado en su investigación -sobre un total de 250- le resultaron pocos, precisamente, para valorar el cúmulo de pruebas que reúne. Al final, insistió en su teoría -el verdadero hallazgo de Don Alfredo- de que el crimen de Cabezas fue "una operación dentro de otra operación". Es decir, que los poderes norteamericanos que pretendían quedarse con los negocios de Yabrán, supieron del "apriete" al fotógrafo organizado por su gente y lo convirtieron -personal de la CIA mediante- en un asesinato. Su única fuente de esta "pista" en el libro es identificada con el cinematográfico alias de Garganta Tres. Se trataría de un "alto funcionario de Inteligencia". Al inicio del Capítulo 20, en la página 217, la presentó así: “-¿Qué es un país?-...Garganta Tres toma un marcador y dibuja en una hoja de bloc. Un país, aparentemente, es un círculo rojo con una pequeña puerta en la parte superior y otra en la parte inferior. Garganta Tres traza líneas que van y vienen de una puerta a la otra.-Un país es esto, una superficie donde las mercancías entran, circulan y salen. Quien controla las puertas y el movimiento interior es el dueño del país”.
En marzo de 1999, me encontré dos veces con Bonasso mientras él preparaba Don Alfredo. Yo había investigado bastante sobre Yabrán para Noticias, admiraba a Bonasso por Recuerdos de la muerte y El presidente que no fue, y me pareció noble aportarle los datos que pudiera. Lo primero que hice fue tomar una hoja, un marcador y preguntarle: "¿Qué es un país?". Me miró sin responder. Seguí dibujando el círculo con puertitas y calles interiores: "Un país es esto..." Hablamos de los intereses extranjeros enemistados con Yabrán. Y de la falta de una mínima prueba para sustentar esta hipótesis. Al final, me pidió sonriendo: "¿Me puedo llevar el papelito?"
Fue en El Galeón del Norte, el bar de Santa Fe y Gurruchaga, frente a la Comisaría 23ª. Meses más tarde me llegó un libro por correo privado. Tiene una dedicatoria: "Para Edi Zunino, con reconocimiento por tus generosos aportes. Un fuerte abrazo". Firma: Miguel Bonasso.