En el año 2004 comenzaron a llegar al sitio de Defendamos Buenos Aires numerosas denuncias que hablaban de una verdadera organización criminal detrás de lo que, en ese momento y desde los más altos sitiales del poder, se denominaban como "los pibes que buscan ganarse una moneda".

 Personajes siniestros que surgían de la nada en la previa de partidos de la Selección Nacional, recitales y clásicos de River -Boca en los alrededores del Monumental de Nuñez. En aquel entonces, se exigía para estacionar 40 pesos. Al día de hoy y, por efecto de la inflación y de la propia impunidad d, cobraron hace días —ya con River en la B Nacional— hasta 220 pesos en la previa de River-Brown.

En 2004, la mafia de los trapitos comenzó a expandirse, primero a la zona de Palermo Soho, luego a Flores y Liniers y, finalmente, tomó vastos barrios en forma completa, como Puerto Madero, donde hoy resulta imposible dejar el coche sin tener a un miembro de la mafia junto al vehículo exigiendo el diezmo.

En esta lucha que llevamos desde que los desenmascaramos, llamándolos "mafia de los trapitos", debimos luchar contra legisladores como Juan Cabandié, un elemento de La Cámpora que pretendía legalizar a la mafia con la normativa de la ordenanza 36.261 del año 1980, del exintendente Osvaldo Cacciatora de la dictadura establecida para los jubilados y discapacitados que, en número de 500, venden tarjetas de estacionamiento por períodos de dos horas.

Es menester destacar que al día de hoy se ve gente joven y sin discapacidad alguna vendiendo tarjetas y que los 500 jubilados originales son muchos más, todo por el arte de la magia color amarillo de Mauricio Macri y su líder legislativo, Cristian Ritondo, que devolvió favores ampliando indiscriminadamente la concesión de tarjeteros.

También hubo que pelear con la todavía Defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Alicia Pierini, quien en una editorial de su sitio Noticias Urbanas, habló de una “guerra santa contra los trapitos”, llamándonos "mediáticos", "gritones" é incluso "intolerantes que juntan firmas", lo que da idea del tipo de democracia al que aspira defender doña Alicia Pierini, pues si hay un gesto republicano digno de aplauso es el acto de juntar firmas para liderar una propuesta.

Hubo medios K que hasta tildaron a quien escribe de "disléxico" por no llamarlo idiota y, por supuesto, los insignes bloggers K a sueldo nos bautizaron como “fachos”, “gorilas”, “cipayos”, “vendepatrias” y un novísimo "picaneros", explicando que usábamos, haciendo hincapié en quien escribe, la picana eléctrica en los 70 para torturar, año en que tenía dos cumpleaños en mi haber.

En medio de todo, existe un grave problema que traspasó nuestras fronteras y llegó a medios de México, Colombia, España, Francia y Estados Unidos. Cómo es posible que bandas organizadas exijan dinero por estacionar en la vía pública. Cómo puede ser qué esas mismas bandas amenacen a los frentistas obligándolos a retirar los coches de la puerta de su casa, tanto en días de partidos de futbol como en recitales aduciendo que "Hoy esta es zona de cancha y el estacionamiento lo manejamos nosotros". Obviamente la Policía Federal, la Policía Metropolitana y las conocidas mafias de punteros políticos de Macri y del kirchnerismo, más la anuencia judicial, completan un combo peligroso y próspero. En casi toda la Ciudad de Buenos Aires, donde está presente esta mafia habrá dos opciones. Pagar por estacionar ó llevarse el coche lejos.

Para luchar contra este flagelo se presentó un Proyecto de Ley de Participación Ciudadana que exige 4.000 firmas para ser tratado en el recinto legislativo. En la primera presentación juntamos 30.000 firmas. En la segunda, durante el año 2011, juntamos 40.000. En ambos casos hablamos de delincuentes que cometen una falta contravencional grave al exigir dinero por estacionar en la vía pública y eventualmente los delitos penales de extorsión, amenazas y coacción. Para combatirlo creamos un sistema de denuncia inmediato e incluso en las casos de flagrancia, las fuerzas policiales tendrían la obligación de actuar, evitando que el vecino tenga que correr el riesgo de denunciar é impulsar la causa contra el “trapito”.

 Por último cambiamos el ridículo de 200 a 400 pesos de multa actual por 30 días de prisión efectiva en cárceles contravencionales que tiene la Ciudad de Buenos Aires en las calles Humbold y en Viamonte, totalizando más de 60 celdas, que al día de hoy sirven para guardar globos de color amarillo. Ante semejante declaración de sentido común y de aplicación de la Ley muchos se preguntarán cómo es qué todavía hay una mafia de trapitos. Simple: ninguno de los proyectos fue tratado. Los legisladores los dejaron perder en un cajón, pasó el año legislativo y voilá, los delincuentes que aprietan y ganan plata fácilmente volvieron a ganar.

¿Cómo están las cosas hoy? Podría decirse que hay luces y sombras. La gente de toda la República Argentina habla de la mafia de los “trapitos”. Cuando toca a Defendamos Buenos Aires viajar a alguna ciudad del interior del país, es tema obligado de la prensa y de la gente en la calle preguntar por esa mafia porteña que ya está en otras ciudades del interior. Todos han entendido que se trata de una organización perfectamente establecida en sus roles, donde algunos miran, otros cobran, otros aprietan y por último otros negocian con policías, fiscales, punteros y políticos en funciones. Las sombras vienen por el lado de la persecución judicial, policial y legal.

En la Justicia dicen que faltan leyes, la Policía Federal dice que es jurisdicción de la Metropolitana. Ésta última, que no tiene suficientes hombres y, por último, aquel que se digna a tomar una denuncia lo hace de tal modo que todo termina en la nada. La mafia lo sabe y por eso es cada vez más numerosa y más próspera. Cobran más y en forma más eficiente. En los últimos recitales pudo verse cómo se comunicaban con handys e incluso algunos que nos reconocen nos saludan, sabiendo que somos los únicos que podemos causarles problemas.

Es una lucha en solitario que debe convertirse en colectiva, porque la debemos ganar. Porque sino un día de estos, la mafia de los “trapitos”, ese invento argentino para el mundo, va a cobrarnos por asomar la cara por la puerta de casa.