Internet es más bien un espacio global, una herramienta para comunicar, un
sitio para transmitir ideas, experiencias, conocerse, dialogar, buscar
información, un lugar público innovador en cuanto a tecnologías de
comunicación expedita y disparador masificado.
En todo caso un sitio irremplazable en el mundo del
siglo XXI. El servicio de mensajería, quizás sea lo más revolucionario
creado en la Red. Es una pantalla gigante, la más grande vitrina mundial de
la comunicación instantánea.
Es un servicio compartido por más de mil millones de
personas al mismo tiempo, lo que transforma
a la Red en el
lugar de mayor repercusión en el campo de la difusión de la
sociedad humana en todos los tiempos.
Su inseguridad, el anonimato, plagio, ripio, exceso de
basura, pueden ser el talón de Aquiles de la Red, pero aún así vale la
pena el riesgo tomando algunas providencias.
Cada año surgen, se inventan nuevas herramientas,
posibilidades de comunicación, técnicas, y en ello la Red obtiene la nota
más alta. La Red se supera en el formato y posibilidades que favorezcan al
usuario. Se sabe herramienta, sitio, espacio, lugar de reunión, difusión,
enlace privilegiado, cruce. Es un camino que se bifurca. Es ubicua Internet.
Pero todo lo demás le corresponde al usuario: creatividad, contenidos
nuevos, arte, el lenguaje, la literatura y poesía.
Aquí la Red cojea. Es fácil abrir un sitio, lo difícil
no sólo es mantenerlo, sino con creatividad. Son más de 50 mil los sitios
en los cinco continentes y es imposible visitarlos todos, aunque sea en una
ronda estilo Papá Noel, Viejo Pascuero, Santa Clauss.
Requiere de tiempo, conocimiento, creatividad, trabajo
sistemático, mucha pasión, originalidad y esfuerzo mantener un sitio de
calidad.
Es un espacio nuevo, sin límites, como dice el Clarín
de Argentina, pero eso no es suficiente para hacer, crear literatura, y en
Internet no se ve nada promisorio al respecto, porque la velocidad es la
madre de las improvisaciones como el exhibicionismo, el yoismo, la
excentricidad verbal, el deseo de notoriedad y entonces fluye la banalidad
verbal que se mira el propio ombligo.
La red es democrática,
resiste todo, se suben arriba de ella con camiones llenos de ripio, en vez
de palabras nuevas. Es red, no cedazo, por ahí se filtra todo sin filtro y
sale en bruto cuanta brutalidad se le ocurre al internauta, habido muchas
veces de hacer historia.
Se
escriben todos los géneros, con reglas distintas, sin copyright, mercado ni
dinero, advierte Clarín, no sin razón,
poniendo el dedo en la yaga, sobre la incertidumbre de los textos en la Red,
el riesgo al plagio, la aventura frente a lo desconocido. Es un laboratorio
de múltiples
posibilidades improvisaciones. En la Red, sin embargo no se ven
a los grandes escritores, a no ser que escriban para un periódico de
vasta circulación.
La mejor propuesta de la Red son los diarios on line
del mundo, una manera rápida, efectiva
de comunicarse, y también aquellos sitios de literatura clásica. A los
miles de Portales improvisados, les queda muy difícil competir con esta
propuesta de lectura diaria.
Dice Clarín en su segunda edición del 2005, bajo la
firma de Socorro Estrada:
“Párrafos
cortos, acción frecuente, hipertextos, agilidad narrativa, sustitución de
descripciones por fotos, resúmenes, fichas de personajes. La creación
literaria en Internet tiene, es verdad, ciertas reglas. Pero no son más que
nuevos desafíos para que una creciente cantidad de autores de los más
diversos géneros —poesía, ciencia ficción, novela negra, entre muchos
otros—, haya comenzado a producir en este soporte”.
Tal
vez sea cierto todo esto para un público juvenil, de poca lectura, pero no
hay nada nuevo bajo el sol de
la literatura en Internet. Muchos no exigen copyright porque no es
literatura, ni Arte, son palabras más bien ocasionales, relatos íntimos
que carecen de trascendencia para el Arte. No es censurable, por la libertad
que existe en la Red, pero tampoco debemos entusiasmarnos mucho, porque no
es un avance para la literatura.
Se lee más
Clarín y El País de España, en Internet, que lo que se
vende en papel, por el lector global. Estos periódicos influyen más, como The
New York Time, Le Monde, Wall Street Journal,
La Nación de Argentina, El Tiempo de Colombia, y
otros, que cualquier sitio de Internet. Tienen tradición, conocimiento,
circulan, e investigan, algo que los portales no pueden hacer.
La creatividad, credibilidad y sus contenidos, son
los líderes en la comunicación e información. Tarde o temprano
terminan imponiéndose. Dado las limitaciones
y posibilidades al mismo tiempo de un Portal, éste requiere de
olfato, capacidad de movilizar información sensible con un punto de vista
original, novedoso, y un gran sentido de oportunidad. La improvisación del
lego se da contra los dientes de la monotonía y no sólo no suma lectores,
sino que no influye en la Opinión Pública.
La
red tiene grandes desafíos de seguridad y contenidos. Mucho dependerá de
quienes dirigen Portales, como hacen su trabajo, que metas tienen. Si
aprovechan realmente este espacio público universal para crear o chapucear.
La Red debe ser más solidaria. Sumar el talento. Dejar el complejo de
estrella de quienes en verdad no alumbran ni un centímetro cuadrado. La
viveza del oportunista y del mediocre, deben ser desenmascaradas. Sin
embargo, hay que seguir buscando la aguja en el pajar de la Red.
Rolando Gabrielli