¿Quién no se ha sorprendido por ver botellas de agua atadas a un ocasional árbol callejero? ¿Para qué sirve? En teoría, es para evitar que los perros orinen y hagan sus excrementos.
Supuestamente, su mera presencia disuade a los canes de usar ese segmento de vereda como baño. Sin embargo, la teoría no tiene ningún sustento científico.
Oportunamente, el Instituto de Zoonosis Luis Pasteur emitió un comunicado que fue publicado por diario Página/12 y donde no sólo descartó de plano la utilidad del método, sino que lo considera una amenaza en lo que respecta a la proliferación de mosquitos Aedes-aegypti, transmisores del dengue. Y le pide a la gente que de una vez elimine las botellas. Visto el éxito que tienen, no será fácil.
“Esta práctica de colocar botellas con agua en veredas, jardines y canteros de toda la ciudad de Buenos Aires no impide que los animales defequen u orinen –sostiene el comunicado del Luis Pasteur–. Los perros o gatos responden a una atracción olfativa y no visual como se pretende hacer creer.” Pero para las autoridades de ese instituto –que depende del gobierno de la ciudad– no es simplemente una cuestión de falta de eficacia: “resulta una amenaza para la salud de todos los que habitamos la ciudad –agregan–, ya que en pocos días más comenzará el período de los mosquitos Aedes-aegypti, transmisores del dengue, que colocan sus huevos en recipientes que tengan agua”. Por eso recomiendan “eliminar en el menor plazo posible todas las botellas de árboles, veredas, jardines y canteros e invitar a todos los vecinos a hacerlo para la prevención del dengue”.
El problema es que la teoría es un verdadero boom: ha corrido velozmente de boca en boca, regando de agua embotellada la mayoría de los barrios porteños. Es cierto que los adherentes son prolijos: las botellas están en general limpias, tapadas y a menudo atadas a los árboles con piolín o alambre.
Igualmente cierto es que no existe la más mínima base científica para darle crédito. Claudio Gerzovich Lis, director del Servicio de Comportamiento Canino y Felino de la Facultad de Veterinaria (UBA), optó por la experimentación. “Tanto me preguntaron por las botellas que, aunque no creo que tenga ninguna base científica, decidí hacer la comprobación. Llevé perros hasta un lugar con botellas y no hubo nada que indicara que daba algún resultado.”
–¿Hicieron pis igual?- preguntó Página/12.
–Claro. Lo interesante para mí es el fenómeno social: la necesidad que tiene la gente de creer en algo, de recurrir a una solución mágica. A mí me gustaría que alguien me explique cómo se puede difundir algo así tan rápido.
No hace falta agregar nada: más claro, echarle agua... sin botella, claro.
Diego Goldberg