Tiempo atrás, escribí un artículo tratando de discernir por qué se le perdona tanto al kirchnerismo. Nadie puede negar que la sociedad en su conjunto ha tenido una paciencia y tolerancia magnánima.
Desde casos de corrupción, hasta malversación de fondos públicos, enriquecimiento sospechosos, extraños negocios con Venezuela, expropiaciones por conveniencia, anuncios de planes y obras sin verificar en lo fáctico, candidaturas truchas, etc. Algunos ejemplos, sino la enumeración se haría en exceso densa.
Vamos a uno de los casos menos mencionados tal vez, pero más simple de ser graficado: los Kirchner, desde su asunción, se acostumbraron (y nos acostumbraron) a usar el avión presidencial como una suerte de remis personal. Como quién vive en el centro y tiene una casa quinta en el conurbano, disponían y disponen del Tango 01, para pasar los fines de semana en sus pagos. Está fresco aún, el peculiar traslado de Máximo Kirchner al Hospital Austral, en Pilar.
Ahora bien, cuando Carlos Menem en 1997, hizo construir una pista de aterrizaje en Anillaco, —que en definitiva sólo era un camino de asfalto raso— los medios en general le saltaron a la yugular. Jamás pasó al olvido ese hecho, y cooperó o sumó al proceso de demonización que siguió luego.
Lo cierto es que la construcción estuvo entre los casos paradigmáticos de la corrupción, en la última época del menemismo. Denunciada por la Alianza, hasta fue mencionada indirectamente en un informe del Fondo Monetario: “El presidente de un país que hace construir un aeropuerto en su pequeña ciudad natal también se involucra en un acto de corrupción, aunque no implique pagos de sobornos“, decía.
También la Justicia tomó cartas en el asunto, será que por aquel entonces había jueces sin precio y dispuestos a ejercer. Asimismo, cada viaje que el riojano realizaba en compañía de su hija Zulemita era otro escándalo más. Hoy, los hijos de la Presidente, disponen del avión a gusto y piaccere.
Con Fernando De La Rúa sucedió algo parecido con motivo de haber contratado a un jardinero para su quinta de Pilar, que cobraba sueldo del ex Concejo Deliberante.
El matrimonio Kirchner directamente se apropió de El Calafate de tal forma que ni siquiera cierran hoy, los datos de la declaración jurada de la Presidente. También lograron sacar leyes en debates expres, y con extraños cambios de opinión a último momento, y todo quedó, finalmente, diluido en la nada…
Posiblemente, y a fuerza de costumbre, la corrupción sea tomada como algo endémico, sin cura en este suelo. Pero es dable admitir que no fueron todos los jefes de Estado tratados con la misma vara.
Lo cierto, es que al actual gobierno se le disculpa lo imperdonable. Se le ha dejado hacer, hasta deshacer lo anteriormente hecho. Y a pesar de la manifestación ciudadana reciente, continúa otorgándosele “recreos”. ¿Cómo se explica si no, que Guillermo Moreno cite a un seminario de ética? Aunque quizás la pregunta correcta sea: ¿Por qué se le hace el juego asistiendo? Una manera de poner limite al atropello es no dejándose atropellar.
Por otra parte, resulta preocupante ver a ciertos analistas festejando el “cambio” de Cristina. Que durante una semana no haya hecho uso de la cadena nacional, no implica cambio alguno. Que haya “moderado” su oratoria tampoco. Hay optimismos sin sustento, y sin correlato con los hechos.
A la memoria me viene aquella maniquea “conferencia de prensa” donde la Presidente utilizó idéntica estrategia. la sociedad y el periodismo debe actuar hoy bajo el imperio del recuerdo sin distorsión, y de la memoria sin manipular. De allí mi constantes “celestes” en este análisis.
Que entre porotos de soja y biodiesel, la mandataria haya convocado al gobierno de la ciudad, a construir y “bajar un cambio” es un artilugio harto utilizado. Cada llamado al diálogo fue una burla y un cachetazo. “Dialogar” no figura en su vocabulario.
Como reza el dicho: “Si me mientes una vez, la culpa es tuya. Si me mientes dos veces, la culpa es mía“.
No se avizora, ni en el corto ni en el mediano plazo, ninguna transformación en el estilo kirchnerista. La concepción política de Cristina es la contienda perpetua, la batalla indefinida, la lucha de Némesis en la mitología griega, la guerra sin arte ni estética.
Lo cierto es que, a pesar del masivo reclamo, no hay otra respuesta que no sea ir por más y redoblar la apuesta. ¿Cuánto puede durar la moderación de la Presidente? No es tiempo de ingenuos. Mientras algunos están sentados esperando repartir las cartas, ellos están guardando un nuevo as en la manga.
Si la experiencia no enseña, el futuro será la reiteración de algún ya conocido error. La lógica del pueblo no es la lógica del gobierno. La unidad nacional es un anatema, y frases hechas como “repensar el país“, “debatir qué proyecto de país queremos“, “buscar consenso en la pluralidad” etc., es la mejor forma de perder el tiempo y la oportunidad. Sostener “mi límite es…” tal o cual personaje, a esta altura, es un disparate. Hay un solo límite infranqueable en la actualidad: la libertad.
Basta de slogan y lugares comunes que no aportan un ápice al escenario actual. Todos sabemos, en líneas generales, cual es la Argentina deseada para vivir, sin que ello represente un desafío cotidiano, un esquivar balas, entraderas, salideras, prohibiciones, persecución, amenazas, etc. Si el mercado tendrá más o menos Estado, después se verá. Hoy prima —o debería primar— la libertad.
La oposición no comprende que hasta sus diferencias quedarán obsoletas, si no hay una reacción. Y al decir “reacción” no hablamos de alianzas ni estrategias. Referimos a actuar antes que el agua nos tape. No es momento para negociar que banca le tocará a uno u otro, ni quién será candidato, senador o diputado.
Si Hermes Binner junta firmas por su lado, y el Pro se obsesiona por las internas de Rodríguez Larreta, Diego Santilli o Marcos Peña, y Elisa Carrió permanece en la creencia de que su fracaso implica dar un paso al costado, el 2015 se definirá directamente en las próximas legislativas de 2013. No será grato ni bienaventurado el resultado.
Y otra vez, a la Iglesia a llorar. Es así de simple. Y quizás por su simpleza no lo comprendan. ¿O acaso son otras formas de kirchnerismo, disimuladas apenas? Señores, si no demuestren lo contrario.
Gabriela Pousa
Economía para Todos