Uno le pide al Dios en el que cree, que nos mantenga unidos.
Que no volvamos a dispersar las voluntades, favoreciendo al demonio.
Que no abandonará jamás su lucha por llevarse nuestras almas.
O, en su defecto, por abolirlas, que es más o menos lo mismo.
Uno transita por la vida, tratando de cicatrizar, entre los buenos; tratando de que adviertan la proximidad del abismo, para alejarnos. Juntos.
Y es que este año será un año muy difícil, acaso como pocos.
Porque tendremos que soportar los embates más feroces. Y resistir, de pie. Porque este año, definitivamente, vendrán por nosotros.
Porque lo comenzamos, ya, en alerta naranja...porque la sola idea de un verano, distanciados, nos vuelve vulnerables.
Porque nos veremos obligados a solidarizarnos acaso como nunca antes. Incluso con algunos que no nos gusten mucho. No habrá lugar para el individualismo.
Habrá que caminar mucho un mismo camino.
Habrá que pensar mucho un mismo pensamiento.
Habrá que gritar mucho un mismo grito.
Y, sobre todo, porque tendremos que estar fuertes y despiertos, para decidir por el refugio más seguro. Razonando en defensa mutua.
Encontrando contundencia en el disenso, para alejar, bien lejos, lo que nos daña a todos.
Esos son nuestros deseos para un año complicado, donde hasta el mismísimo amor pierde un poco de su tradicional protagonismo, ante la siempre prioritaria supervivencia...aunque ya estemos un poco cansados, aunque nos falten fuerzas para resistir, aunque ya vengamos, muchos, muy golpeados….
Al cabo de La Década del Odio.
Fabián Ferrante
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