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El gobierno de los símbolos

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UN IMPACTO INMEDIATO, Y EXITOSO
UN IMPACTO INMEDIATO, Y EXITOSO

Lacan atribuía al lenguaje una estructura simbólica, pero insuficiente, para explicar la mente humana, o más precisamente el inconsciente.

 

El lenguaje es la estructura de comunicación más directa del inconsciente con su entorno exterior. Aun así, el incauto no es capaz de conocer la totalidad que se emprende de esta estructura del inconsciente, que se le atribuye al lenguaje. Este carácter simbólico comunicacional parece encajar, como si fuera un molde a medida, en la anatomía del kirchnerismo. La retórica, la utilización de términos paradigmáticos mediante la analogía entre el significante y el significado es un arma eficaz en el vínculo gobierno-pueblo.

Los simbólico no solo se traduce en la retorica de los discursos, también se hace presente en los hechos diarios. Conscientes del impacto inmediato que se obtiene mediante la simbología en la gente, el Gobierno ha aplicado esta práctica de manera sistemática a lo largo de los últimos años. En su afán por monopolizar la conquista de los derechos humanos bastó la inmensamente difundida imagen de Néstor Kirchner ordenando bajar el cuadro de Videla para que quede marcada como la foto que “cambió la historia de los derechos humanos en la Argentina”. La estatización de Aerolíneas Argentinas, era lo más próximo y lo que generaba mayor repercusión en su propuesta de identificación nacional. Una aerolínea con viajes transatlánticos tiene cierta relevancia a nivel internacional, dado la bilateralidad del servicio. Su estatización alude al concepto de propiedad del cual tanto hablaba Locke, cuando lo atribuía a la esencia humana e indispensable para su libertad. Adueñarse de un símbolo como Aerolíneas Argentinas era una obsoleta pero efectiva forma de desarrollar esta idea de patriotismo expansivo frente a los ojos del mundo, entre tantas pálidas del país en el exterior. Sabido esta, del enorme déficit diario que produce dicha estatización. Una aerolínea no es precisamente un servicio que vaya a afectar a los más pobres, pero es ciertamente un elemento indispensable en la transferencia del identitario patriótico en la sociedad argentina. Aquí está presente la sobrevaluación de lo simbólico por encima de lo somático.

También fuimos testigos, mediante varios canales de televisión, del caso de Barbarita, aquella chica de tan solo 7 años, que en medio de las crisis del 2001, lloraba de hambre. El 2001 es quizás, el símbolo de contraposición más importante para el Gobierno. El kirchnerismo plenamente consciente de esto, se ocupó de ayudar a Barbarita para que tenga todo lo que necesitase. Tal trato despertó el recelo de sus vecinos, que entendían esa ayuda como un trato desigual al señalar que todos, en aquella zona, padecían las mismas necesidades.

La desigualdad en los beneficios del gobierno, no corresponde a una casualidad, se trata del gen principal de una política volcada a los símbolos más impactantes a nivel social. La frivolidad de estadísticas cuestionadas difícilmente complete la transferencia del gran crecimiento económico. En cambio, la sensibilidad y empatía que generó el caso Barbarita, significaba para el gobierno una herramienta clave en su objetivo primero, que no es precisamente la ayuda social, sino la ayuda a su imagen social. El caso no podría ser más paradigmático, sino fuera porque Barbarita tiempo después entro nuevamente en una situación de necesidad y carencia. Aquí donde termina el relato, se evidencia la más profunda divergencia entre crecimiento y desarrollo estructural. El crecimiento real pero no sustentado y no aprovechado, en su temporalidad y superficialidad, obliga a Barbarita a caer nuevamente en la necesidad estructural a pesar de haber sido beneficiada por ser un símbolo más del kirchnerismo. El vacío incoherente de esta práctica, también explica el porqué de la desigualdad situacional, en ese momento, con sus vecinos, que en abundancia de carencias, expresaban grandilocuencia frente al trato individualista.

Esta simbología fundada desde la carencia real y en la abundancia de lo imaginario, también se vio representada en algunos actos estipulados en los cuales Cristina hablaba por teleconferencia con ciertas personas. Tal es el caso, del supuesto obrero que estaba a favor de la explotación minera en San Juan, que defendía a ultranza el negocio de la Barrick en dicho territorio. Se supo tiempo después, que se trataba de dirigente político del PJ kirchnerista de gran peso.

Otro caso emblemático, fue el de Salustriana, que intentaba, como cuando un actor se sale de su libreto, transmitirle a Cristina acerca de sus necesidades más sensibles. Cristina actriz principal del acto no se escapo ni un segundo del libreto, y creyendo que el reclamo de Salustriana se trataba de una veneración hacia ella, pintó, ella misma, la necesidad en un elogio a su persona. Más allá del narcisismo que expresa dicha actitud, conviene señalar que la simbología ordenada y definida como lenguaje, no pueda comprender una dilatación en su objetivo central. Cristina se anticipa a las respuestas que deberían ser, según ella, y según su percepción de la realidad lo que correspondería, lo racional. La disimilitud entre un relato y la realidad, desemboca en estas peculiaridades, expresiones desconcertantes y malinterpretaciones diversas. El vínculo del lenguaje simbólico con lo real ya no existe.

Los casos de YPF y el infructuoso intento de recuperación de las Malvinas son otros tantos motivos de gran interés del gobierno en construir el identitario patriótico. La sobreabundancia de tributos a Néstor Kirchner, en innumerables calles, avenidas, escuelas, establecimientos públicos, etc. no escapa a esta lógica de la simbología. El pago total y anticipado al FMI significo no solamente el símbolo de la soberanía argentina contra la “opresión imperialista”, sino que habilito la aplicación de nuevas simbologías frutos de la independencia financiera. Todo esto, muy a pesar de haber tomado deuda a intereses más altos, y de haber pagado por adelantado lo que constituye un apuro innecesario en el orden económico, pero una urgencia en lo que a lo simbólico se refiere. Las usuales y enfáticas instigaciones (que pueden surgir de un reclamo legitimo) contra otros símbolos del exterior como los fondos buitres, Banco Mundial, Estados Unidos, son otros ejemplos más.

Me voy a atrever a usar una comparación que me parece que describe esta situación bastante precisa. El adolescente cuando es obligado a ordenar su cuarto, en la vaguedad que suele caracterizarlo y la urgencia impuesto por el plazo de sus padres, desemboca en un cuarto que a prima vista está perfectamente ordenado, limpio y presentable. Sin embargo, al abrir el ropero uno encuentra la ropa hecha un bollo, zapatillas escondidas en cualquier lugar, cajones desordenados y suciedad cuantiosa debajo de la alfombra. El adolescente vago pero no bobo, evitara a toda costa que sus padres examinen el interior de su cuarto. Imagínese si encima existe un dispositivo que percibe el nivel de desorden y suciedad en un ambiente. El chico no solamente detestará el dispositivo, sino que dirá que funciona mal. Frente a esto lo Padres querrán revisar el cuarto detalladamente, y obviamente se encontrarán con la negativa del joven, que verá en esa acción la disolución de su plan inicial que era mostrar el cuarto perfectamente ordenado.

Párrafo aparte merece la relación Gobierno con la prensa. El periodismo es el máximo exponente y fuente de los símbolos más deseados por un gobierno. La simbología del periodismo, que como ente simbólico no transmite, de manera natural y a la vista, la entera realidad, sino básicamente lo que ellos entienden como importante o de su interés. Esto explica, porque Néstor en su momento no dudo a la hora de establecer estrechas relaciones con Clarín como modo, quizás no de controlar, pero al menos de asegurarse que esta simbología periodística no se le venga en contra. Las circunstancias posteriores quebraron esta relación. La estrategia más conveniente era entonces transformar a la simbología convertida en opositora en una simbología de contraposición. Clarín paso a ser, promovido por el gobierno, en la concentración más cruel del poder mediático y corporativo. Así entonces, se cambio una simbología rebelde por una de absoluto control. Esta acción, y de esto no tengo dudas, fue exitosa en su objetivo. El gobierno formo al enemigo que más le convenía en lo simbólico, como otra de las tantas maniobras de construcción identitaria. De igual modo se propone debilitar la utilización simbólica del periodismo de Clarín, pero conscientes de la necesidad de existencia de éste al ser un cimiento de su construcción antagónica que converge a la identificación social.

La comunicación comprende el eje central en la transmisión del mensaje pragmático. La propaganda lo es, en su sentido más elocuente. El periodismo es una complementariedad a la comunicación oficial, y es aquí donde surge una necesidad de un periodismo oficial, cuasi propagandístico. La desigual distribución de la pauta oficial no hacen caso omiso a esta intención, ¿y cómo hacerlo?, si se trata justamente del pilar de la comunicación simbólica.

La manipulación de los índices estadísticos del INDEC, es una de las tantas que ya hemos nombrado y que contribuyen a la disociación de lo real con lo simbólico; el índice de inflación, los niveles de pobreza, de desocupación, de crecimiento, son todos factores que condicionan la imagen del gobierno y que por ende seria un pecado dejarlos dependientes a las vicisitudes de la realidad. Todas las apariciones públicas de la Presidenta o de algún funcionario solo pueden justificarse si son con motivo de una buena noticia, por el contrario lo conveniente es callar o disuadir la atención. El periodismo no oficial no es afectado por estas directivas por lo que naturalmente genera un rechazo mayor y una necesidad exhaustiva de desprestigio por medio de un slogan como “Clarín Miente”, entre otros.

La estigmatización de opositores y sus acciones son igualmente necesarias en la construcción antagonista mediante el imperio de los símbolos. Como toda simbolización de un sujeto debe corresponder su reducción a un calificativo identitario como puede ser “gorila”, “clarinista”, “golpista”, “oligarca”, “cipayo”, “facho” “anti pueblo”, son todos adjetivos válidos para esta construcción.

El caso de la reciente estatización del predio de la Sociedad Rural es otra muestra más, de esta necesidad sistemática por controlar lo trivial en el sentido de impacto orgánico, pero de gran influencia en la construcción imaginaria en la sociedad argentina. Estas prácticas suponen un profundo esfuerzo en instalar el imaginario colectivo deseado, pero también infieren una vaguedad o más aún, una irresponsabilidad del gobierno, al no ocuparse de los temas de real importancia, y con lo real me refiero, a aquello que no es lo simbólico, sino por el contrario lo que afecta realmente la calidad de vida de las personas.

Si debemos analizar minuciosamente lo dialectico en los discursos kirchneristas encontraríamos un sinfín de términos paradigmáticos como la utilización de palabras como “nacional y popular” “democracia” “2001” “Sociedad Rural” “Campo” “Macri” “neoliberalismo” “Menem” “peronismo” “libertad” y “pluralidad”. Estas palabras al no tener una comprensión concreta y definida, y al ser tan plausibles a la interpretación subjetiva, solo pueden ser efectivas si son utilizadas por su connotación en la sociedad, y que puede ser negativa o positiva.

La cantidad de ejemplos son incalculables pero prefiero culminar el artículo aquí para no redundar en lo que, creo yo, está bastante claro. Lo real, que apenas subsiste en un segundo plano encandilado por la simbología imperiosa y predominante en el imaginario colectivo, ya no tendría sentido de ser. Lo imaginario de lo simbólico remplazaría el efecto de lo real, y con una mayor llegada a la consciencia de la sociedad. El tema es que si bien se puede apuntalar a lo artificial y crear de eso un nuevo concepto de realidad, también es cierto que lo real no deja de existir nunca, por el contrario emerge de manera intermitente y a veces explota desencadenando consecuencias no deseadas.

La simbolización no es más que un reduccionismo artificial de algo irreductible que es lo real, tan irreductible, creo yo, como es el sujeto lacaniano. La incongruencia de querer reducir lo irreductible desemboca en el conflicto y la sospecha permanente, y la obligatoriedad de sostener el artificio hasta un plazo indefinido y supone, según mi punto de vista, una práctica que se entiende como un método de construcción de poder, pero que es absurda en la implementación de un proyecto real de país.

 El antagonismo que muchos teóricos kirchneristas justifican como construcción de una identidad, es uno de los fenómenos más sedientes de simbología que existen debido a la necesidad de reducir las partes a una concepción uniforme e inequívoca. Aquí entra en juego el populismo, que no es otra cosa que la simbología en su máxima expresión. El populismo implica una persuasión retórica y repetición de axiomas con connotación colectiva. Mediante ello, se constituye, efectivamente, un rasgo de identificación entre los liderados, formando así un movimiento suficientemente homogéneo para constituir un soporte indispensable en lo que al poder social se refiere.

Asimismo, y como ya mencioné, es necesario evitar transmitir noticias, decisiones, expresiones que escapen a la lógica populista de identificación. De igual modo es necesaria la repetición enfática de las buenas. Uno de los filósofos K, Ricardo Forster, aludía a que el excesivo uso de la cadena nacional es necesario en la comunicación de un gobierno populista. Y en eso estoy absolutamente de acuerdo. Cristina abunda en actos por temas de escaso interés social como puede ser la apertura de una empresa de fabricación de celulares, pero que alimentan la lógica populista simbólica por el cual se construye lo imaginario. La repetición de estos actos consolida esta transferencia que contribuye a la identificación entre los liderados y los liderados en potencia.

 

Juan Martín Arambarri
info@periodicotribuna.com.ar

 

4 comentarios Dejá tu comentario

  1. Es interesante notar como en el ambito de la semiotica, algunos autores indican que: los simbolos transmiten ideas en las culturas pre alfabeticas y o lisa y llanamente analfabetas. De cualquier forma el simbolo es una representacion perceptible de una realidad (esto es no es la realidad misma) asociada esta representacion a una convencion socialmente asociada. Debe notarse que el autor no menciona a los signos (otra entidad semiotica) que en cambio expresa una relacion entre el designado, el designante y la representacion. Por ejemplo rojo señal de peligro para el conductor. El problema es que los signos pueden ser inmediatamnente comprendido por los seres humanos, los simbolos no. Estos no tienen un significado concreto. Los simbolos son manipulables. Por eso el cristinismo emplea simbolos. Con los simbolos se puede lavar el cerebro, porque en ultimo termino el simbolo es como la respuesta soplada en un examen donde el cerebro del alumno brilla por su ausencia. l

  2. Excelente aporte Juan Martín, yo sin ser lacaniano, hace tiempo que trato de explicarme el KKsmo. y me doy cuenta como se ha posesionado de un lenguaje falso, apegado a los símbolos y valores nacionales metidos sentimentalmente adentro de uno desde al Escuela, para tapar el autoritarismo, la corrupción y la ambición insaciable de Poder y dinero. O sea que que tienen un lenguaje de izquierda nacional para tapar una política de derecha a ultranza. Por eso tiene engañada a tanta gente que solo se queda en las palabras y las "intenciones" y no pueden ver los hechos concretos. Y en esto hay que poner el acento en el análisis e incluso enseñarle al periodismo que generalmente se queda en las palabras en las entrevistas, sin confrontarlos a los hechos concretos. Saludos. raulcima@gmail.com

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