Todas las luces rojas se fueron encendiendo sin levantar grandes polvaredas en la política porteña, se trata de una unificación electoral.
No todo es Metrobus en la 9 de Julio, “talibanismo arbóreo”, o cruzadas bajo el signo de la bisicenda. También —aunque no parezca— hay noticias políticas de cara a las elecciones en el distrito, tanto nacionales como distritales.
El primer golpe lo dio el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, al dejar traslucir que se votaría todo junto; esto es, Senadores, Diputados nacionales, Legisladores locales y Comuneros.
El hecho de un oficialismo nacional en el distrito, esmerilado hasta la extinción, sin candidatos “cabeza de lista” y con una performance que rondaría el 10% escaso de los votos —a colectar mayormente en la zona sur o zonas más marginales o clientelistas de la gran orbe— hizo nacer la idea de que moviliza una elección distrital muy diferente a la que se hubiera producido si los comicios se produjeran desdoblados, como lo es habitualmente.
La legislación exige elecciones por separado cuando lo que los porteños eligen es Jefe de Gobierno precisamente para no producir el efecto “arrastre” de la sábana de los candidatos nacionales, por sobre los locales impulsados por sus nomenclaturas, pero nada dice de las elecciones de “medio turno”.
Las especulaciones, desde la órbita del oficialismo de la ciudad es sencilla: el primer beneficio es evitar una doble batalla, dado que los escenarios de operaciones son la esencia del accionar K, una duplicación de peleas en donde el oficialismo nacional está preparado para volcar todos los recursos imaginables (y más), y de paso, nacionalizar la campaña.
La boleta tendría varios cuerpos, y la discusión primordial siempre es el senador y los diputados del distrito, arrastrando la lista de legisladores, siempre menos conocidos, pero no tan menos apetecibles bancas. No solo eso, le serviría para evitar sus huestes locales, bastante mermadas, y cada día más dependientes de los sindicatos de taxistas y porteros, estos últimos, hoy más dedicado a hacer negocio con medios de comunicación, TV, radios y diarios).
Todo puede pasar
Redunda explicar que
En la Ciudad ganó el cordobés De la Rúa (era imbatible) y el provinciano Alfonsín (también imbatible), pero también hicieron historia un fiscal, como Aníbal Ibarra y una profesora de Francés devenida por desgracias personales en luchadora de los DDHH, como Graciela Fernández Meijide.
No todo fue progresía, también supo ganar el menemismo con una lista insólita cuyo frente se denominaba “de la estabilidad”, con Erman González, un riojano que no conocía dónde quedaban los barrios o las estaciones de subte, en el que reconocía nunca haber viajado, ya en campaña electoral. También supo ganar “Chacho” Álvarez, conquistándole el elegante y circunspecto Olivera,
También intentó suerte Duhalde, no le fue bien, De Narváez, Das Neves, y muchos otros, además de ONG´s que se constituyeron en partido, y todo tipo de expresiones locales que probaron suerte en un distrito que es vidriera nacional.
Seducción intelectual
Quien no haya leído el “pequeño manual de Lilita ilustrado”, es decir, quien haya conocido la cocina política de exdiputada radical, le resultará chocante, pero no extraña.
Ya en agosto de 2010 hubo otro acercamiento serio, siempre desbaratado por la proximidad de los radicales a Carrió, lo que aleja a los de Solanas. Esta vez parece más firme: Binner tiene un acuerdo con el exministro alfonsinista Rodolfo Terragno, lo que enciende luces rojas en el pensamiento de Carrió y sus cercanos allegados. Podría arrastrar Terragno muchos votos radicales tradicionales de los barrios, en especial de la franja norte y central de la Ciudad.
Quizá no exista un golpe de efecto interno muy grave, o una contradicción tan flagrante entre la nutrida ala radical de
El acuerdo es esencialmente útil para ambos. Uno y otro siempre tuvieron conversaciones, también tiroteos verbales, pero los que hagan un análisis estrictamente ideológico (tamizando las contradicciones, o buscándolas) se equivocan. También los que descalificaron a Carrió por derechista. Esos, que siempre trabajan para abonar sus pequeñas quintas y contratos, y sus negocios de cargos en el Estado, siempre clavados a sus cargos y/o a sus bancas, y que hacen equivocar a los electores, y antes a los militantes.
Sí es cierto que Carrió abreva en las aguas del liberalismo, mientras que Pino Solanas guarda un perfil peronista y nacionalista, pero esos no serán grandes obstáculos, porque los obstáculos, se encuentran, para estos participantes, fuera de sus alcances y precisamente sus peores enemigos son los que ayer se declaraban como “co-ideólogos” y que no tuvieron mejor idea que armar una gran troika: los del FAP, o como en sorna se los llama “Frente de Amigos Políticos”, una troika de dirigentes a los que los une el reparto de puestos en las bancas, pero que en esencia carecen de todo ideario, menos de proyecto.
Binner, el límite de Solanas y Carrió
Con el progresismo a la deriva (la contundencia del 63% en la segunda vuelta de la última elección para Jefe de Gobierno resultó demoledora no solo para el FpV, sino para los hermanos Ibarra, etc.), la troika progre, ese elenco estable del funcionariado bien pago, pero afuera del ejecutivo desde 2007, se vio en figurillas para reconvertirse, no solo por temor a que su espacio ideológico (si esto existiera hoy día) se encontraba reducido, sino porque las supuestas huestes del mal del PRO habían crecido notoriamente.
El FAP es una construcción mayormente de dirigentes, un club de capangas, dirigentitos y pechos fríos aterrados por la pérdida del espacio progresista. Un cuento, en realidad, su lucha es por los cargos, por no perderlos.
Así, la jugada que le hicieron a Pino Solanas hace cuatro años (cobrar los cargos, y luego traicionar, su “modus operandi”) es la típica movida del dirigente “progre”. Lo mismo le ocurrió a Carrió, más allá de sus errores, inexactitudes en el análisis de la política local o caprichos, se puede considerar que fue ampliamente traicionada por los pseudodirigentes “progres”, esos que van saltando de partido en partido. El lector ya los conoce.
Lo mismo le ocurrió a Ibarra. Llegó con 25 legisladores, todos se abrieron para dejarlo caer en el juicio político, recalcando en sus discursos que eran aliados y no había un proyecto “ibarrista”. En definitiva, así es el progresismo argentino.
En tremendo revuelto gramajo, el espacio progresista, frente a un cierre de listas en donde se debe ser contundente con los nombres a senador y diputado, es muy factible que los sectores de Proyecto Sur (Pino) y
También se salvaría la ropa en la lista de legisladores que, en conjunto, podría hacer una elección respetable, máxime luego de la escasa performance de los últimos candidatos y sus consecuentes resultados.
El juego, en definitiva, vuelve a ser de suma cero. Los votos del nuevo realineamiento se le serruchan a los fapistas, quienes no tienen muchas figuras, ni de alcance nacional ni en lo local, como para competir por un segundo lugar detrás del casi seguro triunfador: el PRO.
Otros actores (No todas son rosas…)
El escenario también se hace atractivo para otros actores, por ejemplo, para el exministro Lavagna, quien se encuentra coqueteando con el macrismo, pero cuya exigencia es cobrar ya una candidatura de Senador nacional. Exige el primer lugar, lo que lo convertiría, con el simple firmar de la planilla por la que acepta la candidatura, en senador, al menos, por la minoría, si ocurriera un desastre en el PRO (esto es, ser desplazado al segundo lugar).
En las huestes del metrobusista Mauricio, estiman que un desastre electoral es poco probable, y si bien juega a negarle la candidatura (preferiría que fuera Michetti) hoy la presencia de Lavagna es todo ganancia, y se estima que garantizaría el primer lugar en las nacionales, con el arrastre conveniente de la sabana hacia la derecha de las otras papaletas.
Más preocupado por la provincia y el conurbano —donde al PRO le pasa lo que al FpV le idem, pero en Capital—, le faltan figuras de renombre, no pude “exportar” con garantía sus nombres al conurbano, salvo los casos probados de su primo y de Néstor Grindetti en Lanús.
Sin embargo, el ingeniero Macri desconfía, asimismo, de alguna jugada de último momento de Sergio Massa, quien viene armando fuerte en Capital, y que también seduce a Lavagna. (Si Néstor viera estos armados sin su mano de hierro en el medio, qué nervioso se pondría).
Todo puede pasar, y lo que tiene que pasar son las internas abiertas, lo que implicará la existencia de cuatro o cinco conglomerados más o menos bien armados, traccionados desde arriba y con figuras de nivel nacional de renombre, que absorberá el 90% de los votos, desplazando opciones chicas o alternativas, y es donde Carrió y Pino Solanas ven que le pueden sacar una buena luz de ventaja a la progresía local, o al menos, asegurarse que quede tercera o cuarta, lo que al exgobernador santafesino lo dejaría muy mal parado para 2015.
Sobrevivir, así se llama 2013.
El desguace de los pequeños
Por último, hay que recalcar que la jugada de unificar las elecciones no solo le redundará al oficialismo de la Ciudad un doble desgaste político; o sea, todo el cristinismo destruyendo, con el tremendo holding y aparato de prensa en la calle, durante tres meses baja en exclusiva a la Ciudad, con pegatinas y discursos disolventes, sino que es muy probable que le pase el trapo a las pequeñas formaciones de partidos chicos, los que se verán en figurillas y obligados a sumarse a estas alianzas nacionales y esperar hasta octubre.
Los cierres, siempre cupulares, están más próximos de lo que parece, aunque no se lean muchas noticias en los grandes medios al respecto.
José Terenzio