La liga de que alcanzó el poder con Silvio Berlusconi comprende la Alianza Nacional, de carácter fascista, y la Liga del Norte, eminentemente racista, además del propio partido de Berlusconi, Forza Italia, compuesto de ultraderechistas. En Italia dominan las oscuras fuerzas de la regresión social. Este equipo ha recibido el rechazo de la derecha ilustrada y de las fuerzas conservadoras tradicionales italianas que ven en el aventurero Berlusconi un arribista sin principios.
Berlusconi ha estado bajo investigación por lavado de dinero, complicidad en homicidios, conexiones con la mafia, evasión fiscal y soborno de políticos y magistrados. Cuenta con el apoyo de las corrientes más atrasadas de la política y el pensamiento europeos. Margaret Thatcher, la inventora de las privatizaciones, le dio su apoyo manifiesto durante una de sus campañas; José María Aznar, a la cabeza del neofranquismo español, declaró, por medio de uno de los personeros del Partido Popular, que Berlusconi y él eran miembros "de la misma familia política", es decir, las rémoras de un pasado hitleriano que no acaba de ser erradicado definitivamente del panorama europeo.
¿Las causas de la elección de tal bribón? Un electorado que ha perdido las esperanzas que los sucesivos gobiernos socialdemócratas puedan satisfacer los requerimientos de una comunidad en descomposición. La izquierda italiana ha sufrido de esta manera un severo rechazo a sus aspiraciones. Refundación Comunista, los restos del que otrora fuese un poderoso partido liderado por Palmiro Togliatti, solamente cuenta ahora con el 6% de las intenciones de voto. Esta desmoralización de amplios sectores de la opinión popular se debe a las esperanzas truncas de los siete millones de pobres, en un país de 57 millones de habitantes, y a un 20% de desempleo admitido por el gobierno, pero que en realidad asciende a mucho más.
La ascensión de Berlusconi pone en peligro la base democrática de la república italiana porque este Primer Ministro inescrupuloso, audaz, autoritario y venal desconoce las ganancias realizadas por el liberalismo italiano desde la Segunda Guerra Mundial y va a ignorar el rechazo a la monarquía de los Saboya y al fascismo mussoliniano. También contribuirá a acentuar las diferencias en la nación entre un norte opulento y un sur miserable; un norte regionalista, chauvinista y patriotero y un sur agrícola, tecnológicamente atrasado, que aun sufre condiciones de infortunio y estrechez.
Todos saben que Milán es la locomotora que arrastra el tren italiano y Lombardía es la fuente del 30% del PIB nacional. En el sur habitan 21 millones, con un 30% por debajo de la media del nivel de vida promedio europeo. Por ello los del norte rechazan la inmigración, para ellos indeseable, de norafricanos y países menos favorecidos de la órbita europea como Grecia y Portugal, y han desatado una xenofobia militante.
Berlusconi ha rechazado las imputaciones en su contra alegando que se trata de calumnias para desprestigiarlo. Pero al terminar la Segunda Guerra Mundial Berlusconi era cantante en un buque que hacía cruceros mediterráneos. En 1960 comenzó su carrera pidieron un préstamo a un banco para invertir en la edificación de un lote de viviendas que luego vendió con ganancia. Desde entonces a acá ha acumulado una fortuna que se estima en 14 mil millones de dólares. ¿Cómo es posible tal enriquecimiento en un lapso tan breve?
La respuesta que dan muchos: Berlusconi es un prestanombre de la Mafia y el Vaticano. No en vano perteneció a la famosa Logia P-2 en la que estuvieron involucrados los tristemente célebres Roberto Calvi y Licio Gelli, este último ex teniente de la División Herman Goering, de las S.S. alemanas, y más tarde traficante de armas conectado con la banca de la Iglesia Católica y los escándalos del Banco Ambrosiano y la Operación Gladio, organizada por la CIA.
El triunfo de Silvio Berlusconi en las elecciones italianas es un indicador de que el pueblo está fatigado de las falsas promesas de los socialdemócratas y está buscando cambios a toda costa. Incluso corriendo el riesgo de llevar al poder a una camarilla de gángsters y otorgarle supremacía a los tortuosos laberintos financieros de la banca del Vaticano.
Berlusconi comenzó su carrera empresarial en 1963, construyendo en Milán un complejo residencial para cuatro mil personas por cuenta de una compañía, la Edilnord. Los fondos provenían de un banco en Lugano, el Finanzierungesellschaft, por cuenta del abogado Renzo Rezzonico. Ya tenía vínculos con Vittorio Mangano, jefe de la mafia de Palermo, a través del banco Rasini, caracterizado por el lavado de dólares, donde trabajaba el padre de Berlusconi.
En 1968 Berlusconi construyó el Milán-2, más de 700 mil metros cuadrados de edificios. El dinero fluyó, otra vez, de ocultos intereses en la Banca Suiza Italiana, por cuenta de Giuseppe Pella, miembro del ala de ultra derecha de la Democracia Cristiana. El Banco Suizo Italiano está controlada por Tito Tettamanti, miembro del Opus Dei. Berlusconi recibió fondos, además, de la Fimo, sociedad de inversiones en Chiasso, que ha sido señalada por investigaciones policiales, como el centro del lavado de dólares proveniente de los narcotraficantes colombianos.
En 1974 Berlusconi comenzó a organizar un canal de televisión por cable, desafiando el monopolio estatal de la RAI, garantizado por la ley. A las reclamaciones que siguieron, los tribunales le dieron vía libre a Berlusconi alegando que a nivel local sí podían crearse otros medios de comunicación siempre que no fuesen competitivos a escala nacional. Poco después fundó la Fininvest, su gran emporio, una holding company que sería la madre de todas sus empresas. Ya en 1976, cuando controlaba el 15% de los anuncios comerciales en la TV, creó el Canal 5, poco después compró la Rete 4. En 1983 dominaba el mercado publicístico televisivo dejando a la RAI muy atrás.
Berlusconi seguía obteniendo créditos para todos sus negocios provenientes de la Banca Nazionale del Lavoro y del Monte dei Paschi di Siena. El 26 de enero de 1978 Berlusconi se inscribió en la Logia P-2 con el número de carné 1816. La P-2 es una organización secreta que comenzó, en 1963, Licio Gelli, reclutando a altos miembros del ejército italiano y de los servicios de inteligencia, así como a importantes industriales y banqueros. Gelli fue oficial de la División Herman Goering de las SS alemanas, durante la Segunda Guerra Mundial. También perteneció al Batallón de los Camisas Negras de Mussolini. Tras la guerra organizó las líneas de escape para altos oficiales nazis hacia Sudamérica, entre ellos Klaus Barbie. La P-2 llegó a constituir un estado dentro de otro estado y llegó a acariciar la idea de efectuar un golpe para llevar a los neofascistas al poder.
Gelli tenía importantes conexiones con el Papado a través del Cardenal Paolo Bertoli y el Arzobispo Paul Marcinkus, director del banco del Vaticano desde 1971. A partir del advenimiento de Wojtyla, Marcinkus fue el hombre clave que envió más de cien millones de dólares al Movimiento Solidaridad para lograr el derrocamiento del socialismo en Polonia. Esa es la organización financiera en la cual el siciliano Michael Sindona, asociado a la familia mafiosa de los Gambino en Estados Unidos, llegó a ser el principal operador de las inversiones offshore del Vaticano. Amigo íntimo del cardenal Montini se convirtió en una importante personalidad en la sede de San Pedro cuando aquel fue electo Papa con el nombre de Paulo VI. Roberto Calvi, gerente del Banco Ambrosiano, también propiedad de la Iglesia Católica, fue asesinado en 1982 (apareció ahorcado en un puente de Londres), cuando desaparecieron 400 millones de dólares de las arcas de esas instituciones. Toda esta historia rocambolesca, que parece materia de un filme de acción, ya fue rodada por Francis Coppola y puede verse en El Padrino-3.
Esas fueron las figuras que formaban parte de la Operación Gladio, organizada por la CIA en el marco de la Guerra Fría, que tenía como objetivo establecer una red de resistencia en el caso de una invasión soviética a Europa occidental. Ello incluiría depósitos clandestinos de armas, cuentas bancarias y militantes de confianza que operarían esta malla de quintacolumnistas detrás de las líneas rusas. Pero en la práctica Gladio y la Logia P-2 sirvieron para nutrir de recursos a los neofascistas.
Miembro distinguido y favorito dentro de esta urdimbre de intereses, de hermandades secretas, de cofradías de conspiradores, de capos mafiosos, de defraudadores financieros, no es de extrañar que Berlusconi haya adquirido Standa, la mayor cadena de tiendas por departamentos de Italia, la editorial Mondadori, la serie de publicaciones de la firma Rizzoli, entre ellas el influyente diario Corriere della Sera. El objetivo de la Logia P-2, llevar a los neofascistas al poder se ha cumplido en estas recientes elecciones. Berlusconi es el nuevo Padrino, el jefe supremo de todas las familias, el capo di tutti capi.
Silvio Berlusconi ha desenterrado viejos problemas de la vida política italiana. Ahora todos los esqueletos comienzan a salir de los armarios. Es necesario analizar la historia del último medio siglo para tratar de comprender el tiempo presente y abrir el examen de un período turbulento de la reciente historia italiana.
Tras la Segunda Guerra Mundial y la ejecución de Mussolini, Italia sufrió una terrible situación económica. Con un desempleo de un diez por ciento la mitad de su fuerza laboral estaba ocupada en tareas agrícolas. Su desbordamiento demográfico estimuló la emigración, principalmente hacia Australia y Canadá.
El Partido Comunista Italiano era el mayor y mejor organizado, fuera de la Unión Soviética. Las guerrillas antifascistas, los famosos "partigiani", le habían dado un prestigio inmenso. Pero la Democracia Cristiana, con Alcide de Gasperi a la cabeza, le salió al paso a esa hipertrofia de la organización marxista y conquistó la mayoría parlamentaria. Eran los primeros tiempos de la Guerra Fría y para Estados Unidos era fundamental conservar a Italia dentro del grupo de democracias occidentales.
Eugenio Pacelli, que asumió el trono de San Pedro con el nombre de Pio XII, tras un largo período de manifiestas simpatías por el nazi fascismo tuvo la deplorable idea, inspirada seguramente por los discursos de Savonarola, de excomulgar a todos los comunistas. La insistencia del Vaticano en prohibir que se promulgase una ley autorizando el divorcio creó una gran polémica.
La balanza de pagos era muy negativa y mantenía a Italia en un permanente déficit; la inflación crecía sin cesar. El país se hallaba en medio de una gran crisis económica y padecía una recurrente inestabilidad política. Afortunadamente el importante Partido Comunista no estaba en manos de un estalinista.
Palmiro Togliatti era un crítico de la organización soviética, se opuso a la invasión de Checoslovaquia y halló un aliado en el español Santiago Carrillo, dirigente de los comunistas españoles, para impulsar el llamado eurocomunismo, una variante de un marxismo democrático autónomo de Moscú. Togliatti también impulsó el llamado "compromiso histórico", una alianza de todos los partidos antifascistas contra las fuerzas retardatarias, el ejército, los industriales, el Vaticano y la mafia.
Ese fue el momento en que comenzó a desarrollarse un movimiento terrorista, conocido como las Brigadas Rojas, que secuestró a Aldo Moro. Giulio Andreotti, entonces Primer Ministro, recibió el respaldo de los cinco partidos más importantes, incluidos los comunistas, quienes se opusieron enérgicamente a las acciones terroristas. Aldo Moro se negaba a otorgarle un lugar al PCI en el gobierno, pero había mantenido importantes nexos extraoficiales con los marxistas y escuchado su voz. El cadáver de Aldo Moro apareció dentro de un auto el 9 de mayo de 1978. Esa muerte, oportuna para la derecha, impidió el pacto de la Democracia Cristiana con importantes sectores de la izquierda.
Durante ese lapso de veinte años el rumbo principal de la política italiana había sido mantener a los comunistas fuera del poder. Pero con el cese de la Guerra Fría y el derrumbe de la Unión Soviética y del campo socialista se estableció otro juego político. El fascismo fue quedando atrás como una vieja pesadilla, El Vaticano se modernizó con Juan XXIII. La mafia fue menos participativa.
La llegada de Silvio Berlusconi al poder es como un retorno al pasado, como una vuelta a los tiempos iniciales de la Guerra Fría. Devuelve a la curia romana y a la mafia, a los especuladores financieros de la banca vaticana, a los neofascistas y a los nostálgicos de la monarquía un lugar preeminente en la conducción de la vida nacional italiana.
Lisandro Otero