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RECORDANDO A CHARLES CHAPLIN...

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EL MIMO DESCUELGA DE LA NOCHE AZUL

Hubo un secreto esa noche. El Mimo mostró la risa y tristeza de Charles Chaplin. El aviso silencioso del alma, que alguna vez viajó en el sueño. El poeta se quedó doblado en el cristal, pero su mirada estaba detenida ante los anturios rojos sobre la gigantesca ánfora. Son calas de otro color, si las vieras me dijo, y yo presentí el detalle sobre el piso gris sus ojos rodeados del  inmenso ventanal, y la ciudad volteada en luces, se va vaciando al amanecer. Dos ánforas presidían una noche griega o romana, su propio pasado, de silencio anclado en un muelle de olvidos y referencias bautismales. Nadie fue más elegante y discreto esa jornada, que estas dos ninfas altivas de signos traicionados por el tiempo. Claudia es el maniquí negro que no  pide nada, mientras cruza la noche sobre la luminosidad tibia del amanecer. Se ancla en una música, que va y viene, sobre el piso negro las notas hacen su acústica arrastrada y levantan sus cuerpos casi insomnes, en la levedad presentida de la noche que avanza lenta, segura, con sus caderas ampulosas. El Mimo hace su rutina en un bosque humano, con sus gestos abre su silencio, primero, gana espacios la risa muda, el paso blando de la noche, alguien guarda el resto de los materiales fríos, intraducibles, sin la pretensión de un celoso bibliotecario de Alejandría. El pianista etíope  no llegó a la fiesta. Migración lo retuvo, a pesar de su origen africano, tan  antiguo como el hombre. Vagó en las reptiles paredes migratorias, con su saco blanco brillante en la noche y dejó morir la monotonía, para encontrar algún sentido a todo esto. Fueron dos mulatos, con poco más de un tercio de África en el cuerpo, los que le detuvieron en una esquina, iluminada indirectamente por un semáforo. Había desamparo en la justicia y la humanidad del etíope, tan lejano como un desierto y huesos antiquísimos que  comenzaron a buscar acomodo donde la libertad son dos metros cuadrados de silencio. El poeta se lo imaginó igual y me lo dibujó en el aire, como se hace con las cosas inmateriales, doblemente sentidas. Lo vio entre los anturios, colgar  con sus notas y una sonrisa blanca. Un cuerpo enjuto, ojos amarillo fuego apagado, el comienzo de algo, el tropiezo de muchas cosas, la noche africana continúa. Es el hilo de la fiesta anterior del diseño urbano de la piel que los ojos  frente al ventanal voltean una  ciudad comprometida dormida en su artificio, detenida en el umbral del pequeño espanto. El campanario esa noche mantuvo el discreto encanto de tus ojos, agazapados en la noche húmeda, detrás de un cortinaje que nada oculta, y sólo deja entrever que es tan fácil neutralizar un espacio y no crear nada nuevo. Hay tantas maneras de no decir nada. De ser parte de un juego ocular de una puesta de sol desprevenida en el paisaje o de las cenizas que retira el viento en un cenicero ocasional. No aceptemos menos que el futuro.

 

§         En el anclaje, está el movimiento

 Me gusta la frase y la anoto en mi Bitácora. Remarco futuro y apuesto a él, en un ambiguo anclaje en movimiento, de persona y tiempo. La luz naufraga en un ocre mestizo, casi advenedizo, pero se siente  placentero porque dialoga consigo mismo a expensas de un entorno que pudo haber indagado por qué está fuera del marco del paisaje. Nadie pregunta dos veces por un mismo día, aunque las noticias se repitan. Los dados se cargan en la mano equivocada. ¿Es tibio o frío el destino que rueda de canto a canto? Corre el punto negro, la suma, el siete de memoria sobre el blanco. La arquitectura del dado
El dueño de la escena, es un tiempo vencido, la espiral de un humo, que el mundo espera en un rito mediático, anunciado por campanas de otro tiempo. Es tan nuevo lo viejo, bien conservado. Un espíritu de época que no cree en sí misma. El reloj es un falso enemigo del tiempo. La sombra hace luz, por un natural contraste de las cosas. El tiempo es abrumadoramente contemporáneo del futuro. El pasado nunca se repliega, se hace presente. ¿Qué nos queda para seguir repitiendo la Historia? El hábito de la guerra viste al monje. La guerra es un hábito con nuevos monjes. La guerra habita en distintos lugares de la tierra, pero sobre todo en la mente del hombre. Alumnos eternos, de nuestros propios errores. Repetimos el innovador sueño de la tragedia. Monjes deshabitados, sin edad, en la medianía de nuestro tiempo, una nueva oscuridad. ¿Por quién redoblan las campanas en el campanario? ¿El tañido es el mensaje? Los mensajeros dicen tener la palabra. ¿Será la última, la verdadera? ¿O en verdad, la palabra será el silencio definitivo de la especie?
La guerra es circular. Un Mimo que se cambia de sombreros como el mago de la noche. No importan las épocas, los lugares, el tiempo también es redondo como los anillos rojos de una coral. El tiempo se sabe una ilusión. Se deja correr en la imaginación humana. No recurre a la memoria, ni al futuro, su presente pareciera eterno, y todos los relojes trabajan para él.
El soldado desconocido sabe que alguna vez será conocido, que nunca lo fue, tuvo un nombre, identidad, un pueblo, y su muerte es un mito para recordar que la muerte llega de improviso, anónima, en cualquier lugar y que es también una invención humana. (Representan el poder mundial y se fotografían con una rosa roja frente al monumento del Soldado Desconocido. La Rosa llora, saca sus espinas y se siente una más desconocida que el festejado e irreconocible. Llega un niño a la escena y la blinda)

§         La Plaza Roja es un chocolate

El Kremlin en la Plaza Roja parece una caja de bombones y galletas danesas. Son de varias clases. Se ven, una delicia. Es la gran casa del chocolate.  Esas cúpulas de turbantes parecen rellenas de chocolates con licor. Son grandes turbantes, gorros bombones, que piden ser devorados si no fueran tan hermosos. Por allí se detuvieron los ojos chispeantes de los millones de obreros  en tiempos de la Revolución Rusa y quedaron intactos los sombreros de chocolate. Los Zares y las Zarinas, vivieron tiempos dorados, con sus carruajes y trajes, las noches de luna en el Kremlin. Los binoculares y satélites  de Occidente se posaron por más de medio siglo sobre las cúpulas del poder soviético en tiempos de la Guerra Fría. No sabemos si los inviernos allí fueron más dulces a pesar del frío de témpano siberiano. Los abedules en los bosques de las afueras de Moscú permanecían de pie, casi sonrientes, acostumbrados al rigor de todos los tiempos. Un cuervo sabe que alguien le arrancará los ojos a alguien en algún lugar. La historia es la historia. Hernán Cortés bebió chocolate en Ciudad de México. Fue tal vez el primero del Viejo Mundo, en probar esa delicia venezolana, proveniente del árbol del cacao. En 1.519, cuando el emperador Azteca, Moctezuma  tomaron a Cortés por una reencarnación del Dios Quetzalcoatl, ya que llegó con sus tropas, por el mismo lugar por donde había prometido regresar Quetzacoatl, según rezaba la leyenda. Los suizos  se demoraron ocho años en encontrar la fórmula mágica del chocolate y eso ocurrió bien avanzado el siglo XIX.  En un verano ruso podrían llegar a derretirse las achocolatadas cúpulas del K. Las calles serían dulces de ríos con niños deslizándose por un tobogán sin fin. ¿La Historia tampoco lo tiene, al menos en nuestro tiempo, que aún conservamos parte de la solerilla nuclear, que en verdad protege menos que un bloqueador de sol. ¿Para qué las armas nucleares, si pudiera bastarnos con una buena barra de chocolate?
En esa inocencia de cuentos de hadas vivieron allí los zares y Stalin. Viejos comunistas con rostros de acero, sin dientes algunos, mujeres con sus clásicas pañoletas, exhiben ahora sesenta años después, una foto de Papá Stalin, buscando mejores días en el recuerdo implacable de esos tiempos montados en la noche del crimen, días agridulces en Siberia, un lugar donde la muerte congela sus  intenciones. J. S. ganó la guerra a los nazis. Desarmó toda la industria tuerca por tuerca y la trasladó a Siberia. En el mudo mundo glacial, los pernos eran aceitados al amanecer con grasa de bestias  resistentes a todo. La Bestia mayor se devoraba a lo mejor de su generación y congelaba el espíritu, la inteligencia de la Gran Rusia. El Camarada Stalin se sostuvo en sus mostachos, con mano firme, encerrado en un cuarto del Kremlin, viendo pasar la vida y la muerte, apretando las tuercas a toda la nación como un gran oso que nunca invernaba. Hoy, nuevamente, las empedradas calles de La Plaza Roja se llenan de  buenas intenciones, los pies de medio centenar de gobernantes que conmemoran el fin de la Segunda Guerra Mundial, el heroísmo y sacrificio ruso, de manera algo tardía, en medio de la Tercera Guerra Mundial, en  la que  los mismos de antes victoriosos, son los verdaderos promotores. ¿La guerra es este salvaje juego de la historia? Las fotos son elocuentes, trágicas, divertidas, dicen tanto, es la revelación de los hechos postergados en el fondo del alma.

§         Mal que Bien, ambos existen

Se sigue orquestando la muerte desde la cubierta del Titanic. Suenan las cuerdas y el teclado entre el Tigris y el Éufrates, en las ignotas pesadillas de Kabul y su desierto entre las montañas, bajo los acantilados de la muerte en Chechenia, en Colombia, donde tiene un penthouse con vista al mar y la selva desde hace más de medio siglo. ¿Es un lujo del hombre que se da el cuerpo humano de volar por los aires, conquistar  regiones, someter, humillar a sus pueblos, con tecnologías letales, armas de extinción. La Segunda Guerra Mundial coronó la muerte en Auswitchz,  pero fue mucho más que ese acto inútil de intentar borrar a un pueblo en el humo de una chimenea. Hay nuevos cementerios en Sudán, viejos en Viet nam post Segunda Guerra Mundial,  África se ha llenado de crucecitas negras, América latina con sus fosas comunes tan comunes, ese entierro masivo del crimen, de mares con cadáveres, desiertos sin nombre. La muerte ha sido una terrible esperanza para las dictaduras del Cono Sur, de Latinoamérica y del mundo. Los cementerios son una inversión a futuro. Es un verdadero y per (durable) bien raíz. Se comprará por fin, para toda la vida, que es la misma eternidad. La tierra es tan humana, nos recibe a casi todos de alguna manera. Un lugar de descanso final. La muerte es sofisticada, quiere tener su propio terreno. Compartir, dice, su terreno con el cadáver, el cuerpo sin vida. Y nosotros le llenamos de clóset, bolsas plásticas, chatarra de automóviles, ascensores muertos, piezas de computadoras, barcos anclados en su última noche, grúas solitarias, rieles de vías férreas olvidadas, vagones oxidados, residuos nucleares, bombas activadas, de restos de maquinarias, baterías inservibles, primaveras devastadas, veranos incendiados, bosques enteros muertos, ciudades contaminadas, países fantasmas, y después nos subimos a una Torre de Manhattan a escribir el poema intitulado: Tierra Baldía... El horizonte es tan amplio, que nada queda. Un Mall sin fronteras, el espacio total, globalizado de la nada, el gran estacionamiento de la tierra, a ras de suelo, con la superficie viva, deshabitada, sin parquímetros, ese paisaje eriazo, baldío que el asfalto recrea en su soledad. Un homenaje a lo que heredamos a la muerte, nuestro propio cadáver. Qué hondo se respira bajo tierra. Qué lodos traen estos polvos y otros revolcándose en el barro inútil del tiempo en un paraíso perdido. Bajo tierra todos los topos tienen trabajo.
El  Editor pidió una Nota contemporánea, contemporadizadora, yo le dije Con- temporal, como el mundo del Poeta, lluviosa, escandalosamente  húmeda. Conmemoramos viejas  guerras pasadas de moda e inauguramos en la pasarela mediática la espiral del miedo y el terror, adorables huérfanos del Bien y el Mal. Qué haríamos sin este menú de espanto, cálido, sensacional aperitivo de este nuevo amanecer. Bajo los ángeles de Moscú y Washington, el mundo patina sobre el hielo y cree que vive en primavera. Son  e terror estos dos chicos: George, hijo del ex Director de la CIA, Papá Bush, y Vladimir,  viejo Jefe de la KGB soviética, puño de hierro del zar de Stalin hoy en el día de ayer en el post tiempo que sucede infatigable rodar del calendario rojo.
La guerra continúa, es lo que dicen los titulares. El tiempo vuela por una ventana. Arrojado también del paraíso, el calendario de cada día, se arranca sus propias hojas. Caen las costillas de un tiempo perdido. Muchas novedades en el frente, aunque siempre son  las mismas. Los grandes  clientes de esta puesta en escena, el Bien y el Mal. Bien, bien, Mal, mal. Mal que bien, ambos coexisten desde siempre. Se deben mutuos favores en su existencia. Siempre en lucha, pero infatigables protagonistas. En  la vida real, el mal tiene mucha más fuerza que en el celuloide o en las páginas escritas. Los libretistas tienen sus trucos para derrotarlo. Se las ingenian. Se le ataca tanto, como patrocina. El muy Satanás, sonríe. Tiene su popularidad  y seguidores con  su fe ciega, como el Bien.

§         PD, de un Epílogo anunciado. (Antes y después del humo blanco)

Hoy sabemos que un río en forma de Dragón atraviesa la famosa Ciudad Prohibida de los Emperadores chinos. El enigma se abre en las aguadas del pintor y arquitecto catalán, Carlos Chauderlot. Se develan templos de ocho religiones. China fue el único país importante del mundo, que el Papa Juan Pablo II no visitó, porque no fue invitado. Es un dato. El río amarillo es sagrado en China. Los gatos traen pobreza a las casas. No se les protege. Y se les pone en porcelana en las esquinas de las entradas de las residencias con sus miradas profundas hacia el infinito, eso neutraliza su poder ruinoso. Se estima que  los felinos domésticos datan en China de 2000 años A.C. y se dice que son originarios del África, aunque se domesticaron en Egipto. El imperio romano los diseminó por toda Europa. Las leyendas son infinitas y sientes más de las siete vidas de un gato. El recién designado Papa, J. Ratzinger, Benedicto XVI, es un fiel de los felinos, según acaba de revelar el cardenal de Venecia, Tarcisio Bertone. Les habla, dijo, como si fueran personas. En su pasada época de cardenal llegó hasta las puertas del vaticano, con unos 10 felinos que le seguían y él, continúa Bertone, les decía algo que yo no entendía, porque “el cardenal hablaba para mí un idioma incomprensible, un lenguaje en cierta forma trascendente”. ¿Sólo para gatos? Como no se ha podido llevar los gatos  callejeros de Roma al Vaticano, Ratzinger optó por hacerse acompañar de dos felinos de porcelana, al mejor estilo chino. Que el ruinoso pecado no socave los cimientos de la fe. ¿La fe es felina, se agazapa, camina silenciosamente sobre los tejados de Roma o permanece  inmóvil en la porcelana? ¿Cuál es el mensaje?. Hace un día se confesó que oró para que Dios le escuchara y le negara el pase al papado. Pero, lamentablemente, dijo no me oyó. ¿El mundo católico se ha quedado sin intermediario? ¿Su papado se convertirá en humo?  Qué alto y lejano se ha puesto el cielo. ¿Se lo lleva el viento? Pareciera que afuera va  a llover. Un poco de agua no viene mal. Que se lave el rostro detrás del rostro para que el espejo del ventanal pueda reflejarlo realmente como es. El Papa ha confesado aún más y nos ha dejado estupefactos. Consideró, dijo, como la guillotina la idea de ser designado Papa. La guillotina  es originaria de Italia, aunque la puso de moda la Revolución Francesa. Los Papas la usaron. La austriaca María Antonieta, conoció el filo de la poderosa herramienta de la justicia gala. Luis XVI sintió que su cabeza caía en una cesta. Robespierre vio rodar su cabeza. Pero, ¿en qué pensaba Benedicto, el enviado de Dios "Benedikt Gott Geschickt", cuando comparó su designación papal con la guillotina?. ¿ Vio su cabeza rodar o la de sus opositores? ¿Pensó en Benedicto VI que fue estrangulado? Sólo duró 18 meses en el papado y una secta antialemana lo mató. Vean los frescos de Miguel Ángel en la capilla Sixtina, recomendó antes de morir Juan Pablo II. Su sucesor  vio la guillotina, un despiadado instrumento de muerte. Una gran interrogante.  El Papa Benedicto IX, sobrino de Benedicto VIII, ascendió al solio papal a los 12 años de edad. Fue tres veces derrocado y terminó como monje en un convento. Tantos tormentos por la Fe, frío fatal de las almas. Torquemadas, sacristanes inquisidores, fustigadores, nada nuevo bajo el sol helado de la Fe. La rueda del desencanto rueda, flageladores de la Fe. Quien a hierro mata, a hierro muere, en este valle del ojo por ojo, donde los viejos cuervos, de negro espanto sobrevuelan con sus almas negras, un oscuro paisaje de alas cuervas.

§         El terror en bicicleta

 The NYT ha hecho nuevos anuncios. La conducta de los medios es noticia dentro de la noticia.  Después  de descubrir el diario liberal, que estaba inmerso en un mar de historias  no verdaderas, con fuentes falsas y mentiras hábilmente hilvanadas, inicia una etapa de introspección para dar seguimiento al propio proceso interno de la maquinaria periodística NYT en búsqueda de la credibilidad perdida. Pondrá más atención el diario a las críticas provenientes del público. Un diario con más atención hacia los temas religiosos locales y a los hechos y noticias domésticas. Es decir, un NYT más (de todos los) norteamericano(s) ¿Un diario o periodismo más transparente? ¿Se ve la planta editorial detrás de un cristal o bajo la sombra fáctica del poder? El New York Time  se está curando en salud, porque la confianza del ciudadano común y corriente norteamericano en sus diarios, decae día a día. Las cifras son elocuentes: la desconfianza crece en los Medios y con ello en la democracia. Un estudio reciente del “Centro de Investigaciones Pew de EE.UU., reveló que el 45% de los norteamericanos cree poco o nada de lo que lee en los diarios, un nivel de desconfianza que podría haber aumentado, porque la consulta efectuó durante la campaña presidencial”. Las barbas de los Medios norteamericanos están en remojo. Es un hecho mensurable. El diario más influyente de Estados Unidos y vendido en el mundo, ha puesto en marcha una nueva y cuidadosa estrategia para reencantar al lector con una mayor credibilidad. El propósito es borrar el reciente episodio fraudulento y plagiario, de Jayson Blair, que durante siete meses contrabandeó  alrededor de 36 historias inventadas con fuentes falsas. Ello ocurrió entre abril del 2002 y octubre del 2003. El New York Time ha descubierto que no sólo está alejado de la fuente verdadera, sino del lector, principal y único destinatario de una empresa periodística. ”No hay accesibilidad al diario por parte de sus usuarios”, opina la gente común y corriente. La nueva política informativa hará una clara diferencia entre la noticia y la opinión. Pensábamos que eso formaba parte del ABC del periodismo moderno. A muchas personas, la sagrada lectura del mastodonte neoyorkino (pesa y camina sobre una cristalería) se le ha desprendido de las manos, de manera sorprendente.
Un lector que llega agotado de su trabajo, enciende la TV, se deja llevar por la imagen sin análisis, el  gran vuelo mediático amputado en el vuelo mágico ficcional de la noticia, después de  tomar una cerveza se sienta a revisar las páginas del diario. No está muy preparado para analizar, ver, entrever el tejido entre líneas y se queda con los grandes titulares, unos anuncios, las páginas deportivas, que el mundo está muy mal fuera y lejos de casa. En algún momento leerá que se puede llegar al estado de alerta Charlie, como estuvo el bunker presidencial. Del amarillo al naranja y rojo total. La avioneta Cessna 150, volvió a demostrar que el espacio aéreo sobre la Casa Blanca y sus alrededores, considerados de seguridad nacional, resultan ser un vulgar colador. Un agujero negro cuelga sobre la Casa Blanca. Esta vez El Number One estaba andando en bicicleta en Maryland, bajo una tarde soleada, primaveral. Un monomotor blanco rondaba sobre la sede presidencial, como una mansa paloma inocente, y dejó correr el casete del pánico-terror post 11 de septiembre. Cazaron por fin al mosquito en medio de luces de bengala. La primavera parecía dar un paso al revés en Washington. ¿El terror está de fiesta? Y pensará  el Number O, que alguien tiene que arreglar esto. Quién más. La mentira anida fácilmente en este paraíso perdido en la mente de un lector ficcionado diariamente por la máquina ficcionadora del mundo irreal. Una hamburguesa y hay que entrar en el juego. Del otro lado del mundo, la serpiente cascabel tiene varias cabezas y todas le rezan a algún Dios. Comparten el veneno que riegan sus divinas lenguas desde el Paraíso perdido, que promueven sin darse cuenta en sus agendas ante fieles y seguidores de la fe. Una manzana Oriente y Occidente en la carambola de un tiempo de desencuentros. ¿Nos faltan alfombras para seguir volando?. La magia está en el cuento digital, mediático y de nunca acabar, el otro vaivén, la fantasía global. Lo que nos hacen creer y creemos o queremos creer y seguimos creyendo. Tanta fe en la estupidez, como para no creerlo.

Silvia Banfield  

 

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