Tiene razón Hernán Brienza. Los periodistas más escuchados y vistos del país se la pasaron hablando del rol del entrevistador en vez de ocuparse de lo que dijo Cristina Fernández de Kirchner tras la segunda emisión del flamante ciclo “Desde otro lugar”.
Tiene razón el historiador, integrante del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico, de que sea posible imaginar las razones por las cuáles la Presidenta lo haya elegido como partenaire: le agradaría su obra literaria y porque, evidentemente, él no es opositor como él mismo reconoció anoche en América TV.
Tiene razón Brienza en que muchos colegas lo critican por envidiosos y celos. Luego de la nota, su figura se ha difundido por todo el mundo y se multiplicaran sus participaciones en programas periodísticos, de chimentos y de espectáculos de la televisión argentina. ¿Cuántos periodistas gozan de semejante aparición en los medios exceptuando a Jorge Lanata?
Tiene razón el conductor de Radio Nacional que el gobierno ha realizado grandes transformaciones en el país y que se ha enfrentado con grandes corporaciones.
¿Tiene razón?
El oficialismo tiene un defecto que es visto como una gran virtud para los propios. Miente diciendo verdades a medias y dispara datos y hechos ciertos, descontextualizados en tiempo y espacio. Son maestros en el arte de desviar la atención, en parte, porque luego de 10 años han instalado, en el inconsciente colectivo, su agenda de qué temas tratar y cómo tocarlos. Gran parte de los comunicadores, algunos adrede y otros inocentemente, caen en ese vicio: prestar atención en lo que el poder señala como importante. Repetir lugares comunes y reproducir frases como si fueran dogmas.
Hace un año afirmé que el gobierno había hecho un negocio con los derechos humanos. 12 meses después, el mito se rompió. Ceferino Reato, en un diálogo telefónico, me decía, “¿si no estamos para romper con los encasillamientos y cuestionar lo que el poder prefiere silenciar, para qué estamos?”. La última semana, al autor de “Viva la Sangre!” lo masacraron desde los medios estatales y paraestatales tras la publicación de una nota en el diario La Nación en la que afirmaba que no es cierto que desparecieron 30 mil personas durante la última dictadura militar. A la investigación de un periodista se la intentaba asociar con la matanza indiscriminada del gobierno del asesinato Jorge Rafael Videla. A Reato le dijeron de todo y, desde esos medios como 678 o Tiempo Argentino, nadie fue capaz de llamarlo para que tuviera derecho a réplica. Casualmente, son los mismos medios que suelen escrachar al que piensa distinto, descontextualizando sus declaraciones para tomarlo para la risa o masacrarlo en público.
Son los medios en que Brienza participa activamente aunque, él diga, que lo suyo “es escuchar” y por esa razón, evitó preguntarle, insistentemente, a la Presidenta temas que no le resultaban importantes.
Tiene razón el otro gordo del periodismo argentino. Se la pasaron hablando de él pero no sólo porque las preguntas hayan sido centros para que Cristina cabeceara sino porque la Presidenta no dijo nada trascendental. Ha dicho, ante los estudiantes de Harvard, que hizo su fortuna porque fue una abogada exitosa y que, en la actualidad, era una Presidenta exitosa. Allí está el rol del periodista. La repregunta. Con ese argumento, Richard Nixon hubiese afirmado, hasta el cansancio, que jamás existió un sistema de espionaje interno en la Casa Blanca sino que el Watergate se trató de un invento del Magnetto yanqui. Nixon no tuvo la suerte de CFK. Tuvo que enfrentarse al genial entrevistador David Frost que demostró las patas de su mentira. Claro está, Brienza no es Frost, ni tampoco quiere serlo.
Cristina puede decir lo que quiera pero el periodista debería, con información, memoria y sentido común, confrontar su verdad relativa e incluso marcar las posibles mentiras de su entrevistado. Por ejemplo, ¿no merecía una repregunta la victimización de la Presidenta quien afirmó que, supuestamente, todo el tiempo le dicen “yegua” y “puta”? Cristina no es víctima. Las víctimas son los padres que perdieron a sus hijos durante la década ganada en un tren, en la ruta, asesinados por un policía corrupto, por la droga, la inseguridad o el hambre. Víctimas son las mujeres que se animaron a romper el silencio y denunciaron los negocios oscuros de sus esposos vinculados a este gobierno. Víctimas son los desaparecidos en democracia.
Tiene razón Brienza cuando explica por qué lo eligieron a él para debutar en un ciclo televisivo que alguien debería preguntarse cuál es su costo, qué requisitos sorteó para contar con un espacio en la televisión ¡Pública! – de todos y todas-, quién lo produce y si cobró por realizar esa tarea. Más allá de que nunca quedó claro cuánto le sale a los argentinos mantener el Instituto de Revisionismo Histórico del que el periodista forma parte y que no se conocen sus funciones.
Tiene razón Brienza en que su participación generó envidias pero porque el pluralismo es selectivo en este bendito país. Es falso que todos tenemos las mismas oportunidades. Cristina puede concederle la entrevista a quién quiera pero no puede mentirnos en que habla con todos y en que está abierta al diálogo. ¿Por qué ahora? Luego de una derrota en las elecciones pasadas y a semanas de las próximas.
Tiene razón Brienza. El gobierno ha enfrentado a las corporaciones. Pero no a todas. Sólo las que se han puesto en su camino de perpetuarse en el poder. Ese es su único proyecto “nacional, popular y democrático”.
Luis Gasulla
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