Carla Lacorte no hizo absolutamente nada para merecer su destino. Al contrario: estudiaba Veterinaria, jugaba al vóley, trabajaba, salía con amigos… Era una chica con el mundo por delante y ganas de conquistarlo. Pero su vida se cruzó con la estupidez definitiva de un arma.
Era el viernes 1 de julio de 2001. Carla volvía de la facultad y, como siempre, bajó del colectivo 159 en la esquina de Mitre y Brandsen, en Quilmes. Había hecho apenas un par de pasos cuando una bala entró por su espalda, rozó su corazón, su hígado y, finalmente, le atravesó un pulmón. Carla quedó condenada para siempre a una silla de ruedas.
Según supo más tarde, en el momento en que ella bajaba del colectivo, tres personas asaltaban un local de McDonald's cercano. Al escapar con las cajas registradoras, los delincuentes fueron sorprendidos por tres policías de civil que cargaban nafta en una estación de servicio vecina y empezaron a correr por la calle Mitre. Los policías les ordenaron sin éxito que se detuvieran. Y sacaron sus armas.
El primer disparo, según Lacorte, fue el que lesionó su columna y la dejó paralítica. “Recuerdo claramente que fue el primer tiro -dice convencida-. Antes de caer al piso yo no escuché nada. Y cuando estaba herida empecé a oír el resto de los disparos. No paraban más. Fue una lluvia de tiros”.
Tres años después del tiroteo, comenzó el juicio oral contra uno de los tres policías que participaron de los hechos. Ignacio Salmo está acusado de haber efectuado el disparo que cambió para siempre la vida de Carla. Aunque la Justicia calificó el delito como “lesiones culposas”, la parte querellante cree que el disparo fue intencional y volvió a pedir que se cambie la carátula a “intento de homicidio” y que el agente sea detenido durante el proceso para impedir su fuga.
Historia trágica
Carla tiene ahora 33 años. Sirve unos mates mientras lucha contra la angustia de recordar una vez más la escena del tiroteo. Su pareja la escucha y anima, sus dos perros le hacen compañía. “Yo era una mujer muy activa -dice-. Hoy tengo que dedicarme a mi recuperación y dejé por el momento mi carrera porque no puedo viajar tan fácilmente. Soy la única víctima del gatillo fácil que quedó viva, porque aún estando en una silla de ruedas tengo la fuerza para enfrentar todo esto”.
Al escucharla, es imposible no pensar en cómo la injusticia es capaz de ensañarse con una misma persona: Carla ya tenía un antecedente trágico en su familia. “Mi padre trabajaba en los cordones industriales de Santiago de Chile y murió víctima de la dictadura pinochetista”, cuenta. Según Memoria Viva, un archivo electrónico sobre casos de violaciones a los derechos humanos en Chile, Miguel Lacorte, padre de Carla, fue detenido y llevado al Estadio Nacional de Santiago días después del golpe militar. El 14 de septiembre de 1973 su cadáver fue hallado en la calle con varios balazos. En busca de una respuesta, Carla colabora desde hace un tiempo con el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos.
Ese 1º de julio, cuando Carla ya estaba tirada en el piso desangrándose, dos de los asaltantes corrieron hacia una casa cercana, tomaron a una familia como rehén y después de varias horas de negociaciones, se entregaron. El tercero escapó y todavía se encuentra prófugo. Según Carla, los agentes la confundieron con un cómplice: “Yo me estaba desangrando en la calle y la policía empezó a interrogarme como si fuera parte de la banda. Me preguntaron qué estaba haciendo, de dónde venía, por qué estaba ahí. Me quisieron sacar el bolso que llevaba en la mano. Yo les gritaba que me habían dado, que llamaran a una ambulancia”. De hecho, en el bolso estaba la prueba que demostraba que Carla no tenía relación alguna con los delincuentes: el pasaje de subte que, combinación de líneas mediante, la había llevado de Chacarita a Retiro un rato antes.
Sin embargo, pese a que Carla sostiene “si después de haberme metido una bala en la espalda fueron a interrogarme para ver si era campana, quiere decir que me dispararon a propósito”, otra es la versión del policía acusado. Para Salmo, ocurrió que el tercer asaltante, el que sigue prófugo, se cubrió detrás de la puerta de un auto que supuestamente estaba esperándolos para huir y comenzó a dispararles primero. En su relato, el agente dice que respondió a la agresión, se le trabó el arma y se tiró al piso detrás de una columna para protegerse. Cuando logró reponerse y recuperar su pistola, advirtió que el auto había chocado y que estaba subido en la vereda. Carla Lacorte ya estaba herida, fuera de la línea de tiro, cerca de la otra esquina. “Posiblemente mi proyectil haya rebotado en alguna parte”, agregó el policía en su declaración.
Carla quiere que alguna vez la Justicia le toque a ella. Por eso, este 1º de Junio, encabezará una marcha en reclamo por su caso y otros trágicos episodios de gatillo fácil. Reconoce que eso la distancia de Juan Carlos Blumberg: “Respeto su dolor de padre, pero somos como el agua y el aceite. No comparto nada con él. El problema de la seguridad no se soluciona poniendo más policías en la calle. A mí un policía me hirió a propósito”.
Ana Grillo