Axel Kicillof asumió como ministro de Economía el 20 de noviembre de 2013. En apenas 7 meses, ha logrado destacarse por su impericia profesional y la soberbia del típico pensamiento autoritario, que pretende sentirse un iluminado y considerar que él y sólo él sabe qué quiere la gente, qué hay que producir, a qué precios y calidades hay que vender los productos y qué podemos y qué no podemos hacer los argentinos.
Veamos algunos de los récords del genio que descubrió CFK, luego de haber tenido otros genios como el de la 125, un ministro casi mudo (se acuerdan de un tal Fernández que parecía Marcel Marceau, el famoso mimo francés, o el otro genio de Me Quiero Ir que ahora anda haciendo casting en Paka Paka) bien, volvamos. En estos siete meses que lleva como ministro, Kicillof perdió U$S 3.000 millones de reservas y porque soy piadoso y no tomo el piso de caída, porque la leve recuperación de reservas desde enero no se produjo por un efecto confianza en la economía que generara una vuelta de dólares al país. Se detuvo la fuga por más cepo, medidas arbitrarias para forzar la venta de divisas, etc. Nada basado en la confianza, los magros resultados para detener la hemorragia fueron la suba de la tasa de interés y más arbitrariedades cambiarias.
En estos siete meses Kicillof profundizó la recesión hasta hacer estallar el mercado laboral, al punto que comenzaron los despidos en varios rubros de la economía. Otro de los éxitos que se anota Kicillof en estos siete meses, entonces, es haber acelerado la recesión y aumentado la desocupación. La gente contrae el consumo por miedo a perder su trabajo. Veo que en la empresa primero suspendieron turnos, luego horas extras, luego días de trabajo y ahora, directamente, despiden personal. Cuando el empleado u operario ve que las balas del despido pasan cada vez más cerca, contrae el consumo, guarda la tarjeta de crédito y espera tratando de ahorrar por si se queda sin trabajo.
También desde que llegó al ministerio de Economía, Kicillof logró el récord de una caída atrás de otra de las exportaciones y del saldo del balance comercial. Cuando Kicillof llegó al ministerio de Economía, las exportaciones ya venían agonizando con aumentos interanuales del 0,1%. A partir que se sentó en el sillón de ministro, cayeron ininterrumpidamente el 16,6%, el 6.1%, 4,5%, 15,9%, 13,2% y 16,3%. Un fenómeno el hombre, fue batiendo sus propios récords, mes tras mes, en caída de exportaciones.
En materia de saldo de balance comercial, los 5 primeros meses de 2013 dieron positivo en U$S3.932 millones. En los 5 primeros meses de este año, Kicillof generó, pisando importaciones sin piedad, una saldo de balance comercial de U$S 2.306 millones. Es decir, a pesar de casi paralizar las importaciones, el saldo del balance comercial le cayó, al hombre de las planillas Excel, un 41%. Digamos que hay que hacer un gran esfuerzo de incapacidad para pisar las importaciones, devaluar un 25% en enero y encima tener caída del saldo de balance comercial.
En el medio también se le disparó el blue y la inflación. Como gran solución, Fábrega subió la tasa de interés y devaluó algo el dólar para que Kicillof, mientras tanto, hiciera su trabajo por el flanco fiscal. Y vaya que lo hizo, no paró de formular anuncios de más gasto público y déficit fiscal con nuevos planes sociales y un delirante plan para tratar de sacar de la crisis a la industria automotriz gracias a su impericia. Su planilla Excel le decía que había que meterle un impuestazo a los autos de alta gama. Pero le debe haber fallado alguna columna de la planilla Excel porque hizo pomada todo el sector. ¿Qué genialidad se le podía ocurrir? Inventar unos créditos prendarios que no moverán el amperímetro del sector.
Pero en este cruel mundo que le toca enfrentar a Kicillof, la realidad se empecina a enfrentar a sus planillas Excel. Viendo que se le viene la noche por el lado del sector externo, empezó a tratar de arreglar con los acreedores externos para intentar volver al mercado de capitales. Primero bajó el dedito acusador y de amenazar a Repsol con que iba a tener que pagarle a la Argentina una indemnización por daños ambientales, terminó poniendo U$S 5.000 millones al grupo español.
Fue a París en un viaje relámpago y mientras les mostraba un Power Point con la teoría del valor marxista a los del Club de París, le dijeron: estaba bien, no sigas. Guardá el Power Point y dejá que la cuenta del almuerzo la pagamos nosotros. La próxima vez que vengas trae plata.
Y así los despacharon para Buenos Aires donde al poco tiempo salió nuevamente, como Manuelita, para París, esta vez con una deuda de U$S 6.000 millones y volvió en 3 días debiendo U$S 9.700 millones. Digamos que entre que fue y volvió le subió la deuda un 62%, tiene que pagar dos cuotas de anticipo y recién ahí empieza la negociación país por país. A no confundirse, todavía no hay ningún arreglo definitivo con el Club de París. Solo hay un acuerdo para llegar a un acuerdo, previo pago para mostrar que hay buena voluntad.
Mientras tanto, en esas brillantes patoteadas con la Justicia norteamericana, el joven Kicillof nos deja en medio del defualt. Aunque reconozcamos que ese no es solamente su mérito. Los genios que reestructuraron la deuda en 2005 y 2010 dejaron abiertas tantas puertas para que los holdouts embocaran al gobierno argentino que ahora tienen sentencia firme. Por supuesto que están dispuestos a negociar los holdouts, pero parece que ya le dijeron que manden la plata por home banking y no se molesten en ir si es para seguir delirando.
En síntesis, en 7 meses de gestión, no solo hizo estallar las planillas Excel, sino que logro una pérdida de reservas récord, caída de las exportaciones y del saldo del balance comercial, generar una bruta recesión, aumentar el déficit fiscal, disparar el dólar blue, aumentar la desocupación y dejar el país al borde del default.
Posiblemente, en el futuro, se vea esta gestión económica como un caso curioso de cómo en tiempo récord alguien que cree que sabe economía puede pulverizar a un país.