El consumo no da señales de reacción y profundiza la caída. El deterioro de las expectativas, la falta de crédito, la caída del empleo y del ingreso disponible producto de la aceleración de la inflación son un combo difícil de eludir para el principal componente del Producto Bruto Interno (PBI) y motor del crecimiento de la última década. Ante el desmejoramiento de la coyuntura económica tras el default difícilmente se pueda cambiar el rumbo, por lo que este año se dará la mayor contracción del consumo desde la salida de la convertibilidad en 2002.
Concretamente, el consumo privado fue el principal motor del crecimiento del PBI durante la era kirchnerista. De acuerdo a las estadísticas oficiales, entre 2003 y 2013 el consumo privado tuvo un desempeño histórico, marcando un crecimiento promedio del 7.4% anual explicando tres cuartas partes del alza del PBI (se duplicó en la última década). La recuperación en el mercado laboral – se crearon 5,8 millones de empleos-, el incremento del salario real y el fuerte aumento en el crédito a las familias (pasó del 2% al 7% del PBI) dieron sustento para que el consumo privado mantenga un sendero de crecimiento estable. Donde mejor se reflejó esta situación fue en el consumo de bienes durables, tales como autos y electrodomésticos que crecieron casi al 20% anual. Sólo aflojó en períodos de tiempo muy acotados como en el último trimestre de 2008 en el que se estancó para luego mostrar una vigorosa recuperación.
Pero todo tiene un final. Ya a fines del año pasado, ante el importante incremento en la salida de capitales, el propio INDEC marcó una fuerte desaceleración del consumo. De crecer al 5,6% i.a. en los primeros tres trimestres, terminó el año con un alza de apenas el 0,4% i.a. debido al menor dinamismo del mercado laboral, el deterioro de las expectativas y la aceleración en los precios minoristas. El arranque de 2014 no hizo otra cosa que afianzar esta tendencia, agravada por la aceleración de la inflación, suba en las tasas de interés y notable empeoramiento del mercado de trabajo con el doble efecto de destrucción de puestos de trabajo con caída del salario real.
La merma en el consumo es generalizada, afectando tanto a los bienes durables como no durables. Los autos, motos y electrodomésticos lideran la contracción con bajas superiores al 30% i.a. anual. En los centros de compras también se refleja la recesión con mermas del orden del 15% i.a. A pesar del programa “Precios Cuidados”, los precios de las canastas representativas en los supermercados y autoservicios aumentaron al 41% i.a. (en línea con la inflación minorista) y la venta no para de caer, afianzando la tendencia contractiva en julio último. Las menores ventas de consumo masivo es generalizada, destacando la caída en el consumo de alimentos, sinónimo ineludible de un ciclo recesivo.
Así las cosas, la recesión de este año (y probablemente del próximo) tendrá al consumo como principal protagonista. La inflación por encima del 40% es una barrera difícil de eludir para una economía que ya destruye empleos y en la que los salarios irán perdiendo cada vez más poder adquisitivo. Todo indica que en los próximos trimestres la caída del consumo será mayor.